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El Festival de Almagro pone a prueba la actualidad del teatro clásico

«Nuestro teatro clásico debe ser puesto a prueba y han de ser precisamente los hombres de teatro -autores, directores, escenógrafos, colectivos de actores- quienes tendrán que trasladar su significado pasado al momento actual.» Con estas palabras, que sirvieron de apertura a la segunda sesión del ciclo sobre lectura actual del teatro clásico español, que se celebra en Almagro, el profesor y especialista Francisco Ruiz Ramón invitaba a los participantes en las jornadas a discutir los problemas que se plantean a la hora de actualizar los clásicos.

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«Fundamentalmente corresponde al hombre del teatro, y no a los estudiosos y especialistas», defendió Francisco Ruiz Ramón, «dar vida con significación actual al texto teatral clásico. Y esta puesta a prueba del teatro clásico es una tarea que debe emprender cuanto antes el hombre de teatro.»En su ponencia sobre Teatro y crítica social, el profesor Ruiz Ramón desarrolló las condiciones básicas que hacen posible esa puesta a prueba del teatro clásico. Lo que varía de un texto de 1630 y su representación en 1789 no es precisamente el texto, sino el espacio dramático, es decir, ese conjunto de fenómenos, esa pluralidad de encuentros que han introducido o han podido introducir modificaciones en la obra. El espacio dramático es privilegiado porque en él se producen una pluralidad de encuentros del actor con el autor, con el personaje, con el público e incluso del público entre sí.

Si se quiere que la obra de teatro provoque una respuesta válida en un público concreto, es necesario actualizar la estructura de la obra clásica. Pero ¿por qué interesa el teatro clásico español a la sociedad de hoy? Aparte de las razones estéticas, existen otras de índole social. El teatro es posible, para el profesor Ruiz Ramón, en una interrelación dialéctica drama-sociedad, puesto que implica una constante interrogación mutua.

En nuestro teatro clásico no figuraba sólo lo dado en la sociedad, sino también lo dable. No se puede decir que los dramas de esta época, como todos los dramas, no son necesariamente la respuesta explícita a lo preguntado por la sociedad. Para Ruiz Ramón, esa respuesta, aunque no estaba contenida en los textos, lo estaba al menos implícitamente en la misma estructura dramática. El texto del teatro clásico, a pesar de los condicionamientos sociales en los que se produjo, debe concebirse como una estructura abierta en la que se pueden y se deben introducir modificaciones.

Tras la intervención de Luciano García Lorenzo, quien habló de los géneros teatrales clásicos y, más concretamente, de la comedia burlesca del siglo XVII, y de Francisco Rico, que examinó el Lenguaje y la acción en el teatro clásico, Francisco Nieva, autor y adaptador, recogió la invitación inicial del profesor Ruiz Ramón y explicó, desde el punto de vista del creador de teatro, las razones o impulsos que le habían llevado a la adaptación de la obra cervantina Los baños de Argel.

«Me ocupo de Cervantes», dijo Nieva, «desde el punto de vista del que hace y no del que juzga.» Tras definir el arte como un hacer por hacer, explicó: «Una de las cosas que más ha lastrado el pensamiento y la carrera de los que nos tenemos por dramaturgos, en los últimos tiempos de la dictadura, ha sido la justificación ocasional de todo cuanto hacíamos secretamente, por el gusto de hacerlo, para hacer resaltar nuestra utilidad a una oposición en la que ya estábamos instintivamente, dado que la relativa novedad formal contrariaba mucho a un régimen conservador. Pero tal y tanta enfatización de la utilidad combatiente ha parecido demostrar en los últimos tiempos una interesada utilización en nuestro provecho del potencial político de oposición. Pero la posteridad sólo transige o con los genios o con el valor intrínseco de una obra, no dependiente de utilizaciones ocasionales.»

Recrear a Cervantes

Para Francisco Nieva, la recreación sobre la obra de Cervantes es posible y fácil, dada la estructura abierta y ambigua en muchos casos de la obra del autor del Quijote, por lo que se le puede considerar como un artista moderno. «De cualquier manera, mi trabajo ha sido de creación sobre una obra de Cervantes, y no de reconstrucción científica y literaria.» Nieva terminó con una defensa del teatro clásico: «Si nosotros supiéramos resucitarlo y hacerlo bien -según, claro está, nuestra particular visión, pues no somos arqueólogos-, bastaría para limpiar nuestro teatro actual de sombríos aleccionamientos y de rencorosos alegatos que le han separado de los públicos y de las propias fatigadas minorías, a quienes, finalmente, ha llegado a aburrir su aburrimiento. »

Raíces clásicas del teatro valenciano

«Dejando a un lado actitudes culturalistas próximas a las de los recuperadores de fósiles, se hace necesaria la toma de posesión, de forma productiva y actual, de nuestra herencia cultural, y más específicamente, de la teatral.» Esta es una de las razones que da de la puesta en escena de Los malcasados de Valencia, de Guillén de Castro, el colectivo de actores pertenecientes al Teatre Estable del País Valenciá, que han representado esa obra en el marco del Festival de Teatro Clásico de Almagro.«Hemos buscado las raíces del teatro de Valencia», dice Enric Benavent, actor y preparador de actores, «estén donde estén, y resulta que la mayor riqueza de la dramaturgia valenciana la encontramos en el Siglo de Oro, aunque sea en castellano. Una cosa tenemos clara: que nuestro primer intento es acercarnos al hecho teatral, a la realidad cultural en sí. El Teatre Estable del País Valenciá es el primer teatro estable que se funda en Valencia. Funciona en régimen de cooperativa y se han asentado en un local con una capacidad de 450 localidades. Nos encontramos con un país nulo en teatro, con una ciudad vacía de teatro, y hay que comenzar casi desde cero. Ante estas perspectivas, no hay lugar para otras connotaciones, incluso las de índole política. »

¿Cómo puede un actor del siglo XX dar significación a un texto y a una obra teatral del siglo XVII? «Existen dificultades de texto, adaptación de los versos, de montaje.... pero nos aprovechamos de la retórica, no buscamos la ortodoxia, no nos interesa hacer arqueología. Otra dificultad, y río poco grave, reside en el público. Nos encontramos con un público que no tiene amor por el teatro clásico, y esto se debe en parte a que la vida teatral española no está normalizada a ningún nivel, ni mucho menos para mostrar la riqueza potencial de sus propios clásicos.»

Los malcasados de Valencia es un título modélico de la llamada escuela teatral valenciana de 1600, de la que Guillén de Castro es quizá su representante más destacado. «Esta obra», dice el director de la compañía, Casimir Gandía, «no es sólo un descubrimiento para eruditos. Tiene un interés real de hoy. La trama gira en tomo a dos matrimonios que se separan. Después de largo tiempo de tensiones hipócritas, y, sometidos por fin a la elección entre la norma y la libertad, eligen la libertad.

Para facilitar el trabajo teatral y el acercamiento de los espectadores a su propuesta, los actores definen el montaje como un juego recreativo sobre el intercambio de los cuerpos. «Ha interesado manifestar el carácter fugaz de las relaciones amorosas, la formalidad e informalidades matrimoniales y la transitoriedad de los compromisos que esas relaciones establecen.»

Tanto el espacio escénico -obra de Jordi Ballester, sobre temas arquitectónicos murales-, como la gestualización de los actores remiten al vitalismo renacentista. «Son marco de una actitud vitalista», dice el director, «mediterránea, que observa la dramaturgia del barroco desde un pensamiento renacentista y de ciertos modelos valencianos. Estos supuestos son tratados por Guillén de Castro con humor y la socarronería valencianos. »

Los malcasados de Valencia es la primera obra que representa el Teatre Estable del País Valenciá. Próximamente, y dentro también de lo que ellos denominan dramaturgias acabadas, representarán El cortesano (en castellano y valenciano), de Lluis Mila, y El llibre de les dones, de Jaume Roig.

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