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Consagración del realizador Oliveira en el certamen de cine de Figueira da Foz

El próximo domingo, día 23, se clausura la octava edición del Festival Internacional de Cine de Figueira da Foz, que comenzó el pasado día 14 de septiembre. El certamen se ha orientado hasta ahora hacia las películas realizadas al margen de las grandes productoras y que, por tanto, encuentran graves dificultades para conseguir una distribución comercial normal.Figueira es un festival competitivo, en el que el jurado -compuesto por una veintena de miembros, elegidos entre los participantes - distingue los mejores filmes, presentados en dos apartados diferentes: ficción e imágenes y documentos. Completan el festival otros dos apartados (filmes fuera de concurso y muestra de cine portugués), lo que supone que en los diez días que dura el festival se proyecten cerca de noventa películas.

Algunas películas presentadas fuera de concurso (Sonata de otoño, de Bergman; La bordadora, de Goretta; Norma Rae, de Martin Ritt) ya se han estrenado en España, y resultaría superfluo volver ahora sobre ellas. Otras, como Les petites fugues, del suizo Ives Yersin, han sido ya comentadas con motivo de su presencia en el Festival de Cine de Humor de La Coruña, donde consiguiera la máxima recompensa. Del resto de filmes presentados, destaca poderosamente Amor de perdición, presentado fuera de concurso. Es la adaptación que Mano de Oliveira ha realizado de la famosa novela escrita por Camilo Castelo Branco.

Oliveira es uno de los mejores realizadores europeos, ignorado por su condición de portugués -sus películas raramente traspasan las fronteras-, al que parece que el reciente estreno en París de su último filme va a servir como paso decisivo para su consagración como cineasta. Se trata de la última película de su trilogía sobre Amores contrariados, que, si no alcanza la perfección de su anterior filme -Benilde, la virgen madre, una auténtica obra maestra-, demuestra una vez más que Oliveira es un extraordinario cineasta. El filme, que dura cuatro horas y media, está realizado para la televisión, y su paso en seis capítulos por la pequeña pantalla fue muy mal recibido. En Figueira, la acogida del filme -proyectado íntegro y sin interrupciones- fue extraordinaria, y los aplausos del público al término de la proyección se prolongaron por varios minutos. Se trata de un filme extraordinariamente preciso, de una fidelidad absoluta a la novela de Castelo Branco y que, lógicamente, habría de chocar con la deformación televisiva de un público acostumbrado a engullir telefilmes de acción.

El otro filme al que me refería es Hitler, un film de Alemania, realizado por Syberberg a lo largo de tres años, para la BBC y la televisión alemana, con ayuda del INA francés. Se trata de una profunda indagación, a través de las siete horas que dura el filme, dividido en cuatro partes, no tanto sobre el personaje de Hitler como de las inclinaciones y deseos existentes en el pueblo alemán que Hitler hizo suyos, y que le permitieron llegar al poder, tras unas elecciones democráticas.

Frente a la conocida versión de que Hitler fue una pesadilla ya pasada de la que más vale no acordarse, Syberterg nos lo presenta como la proyección y concreción de ciertas características alemanas, que siguen vigentes en la época actual, a través de la actitud ante la vida, de lo que el realizador denomina los hijos de Hitler. En estos momentos en que RTVE no tiene producción propia y nos castiga con todo tipo de infectos telefilmes, los dos filmes a los que nos hemos referido podrían cubrir con dignidad alguna de las numerosas lagunas de RTVE.

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