Un clásico del cine social
Herbert Biberman (1900-1971) desarrolla durante unos años una intensa actividad como actor y director de teatro. Más tarde empieza a trabajar en Hollywood como guionista, para luego pasar a la, producción y la dirección. Al oír los relatos de los emigrados alemanes que llegan a Estados Unidos tras la ascensión de Hitler al poder, se convierte en un activo antifascista. Es uno de los fundadores de Director's Guild, la asoción creada para defender los derechos de los directores frente a los productores. Con la Caza de brujas le incluyen en la «lista negra» que establece a principios de los años cincuenta el senador McCarthy, para limpiar de «rojos» la industria cinematográfica. Por negarse a declarar ante el Comité de Actividades Antinorteamericanas, que lleva a cabo esta investigación, se convierte en uno de los denominados «Diez de Hollywood».Tras dirigir One way ticket (1935), Meet nero wolfe (1936) y The master race (1944), que no tienen demasiado interés, se une al productor Paul Jerrico y al guionista Michael Wilson, también perseguido por McCarthy, para hacer una película que demuestre que, a pesar de la «lista negra» y de la guerra de Corea, se puede hacer cine social en Estados Unidos. El resultado es La sal de la tierra (1953), la más conflictiva de las películas norteamericanas. En 1965, Biberman publica un libro donde cuenta las dificultades que tuvo la película. Las presiones de los sindicatos, del FBI y de los grandes magnates de Hollywood, con Howard Hughes a la cabeza, para impedirles reunir el equipo necesario.
La sal de la tierra (Salt of the earth)
Director: Herbert Biberman. Guionista: Michael Wilson. Productor: Paul Jerrico. Fotógrafo: Simón Lazarus (Leonard Stack). Intérpretes: Rosaura Revueltas, Juan Chacón, Ernesi Velasquez. USA, 1953. Local de estreno: Alexandra.
La constante persecución de que fueron objeto durante el rodaje y las peleas que incluso tuvieron que mantener para poder rodardeterminádas escenas en exteriores. El problema que surge una vez finalizada, porque los proyeccionistas no pueden proyectarla sin ser expulsados de su sindicato. Sólo en 1965 consigue el Copyright y puede estrenarse, obteniendo un gran éxito en circuitos paralelos y universidades. Salvo el guionista Michael Wilson que, pasados unos años en que no puede firmar sus guiones, continúa,una carrera regular, para la mayoría de los miembros del equipci,esta película fue la última que rodaron. Biberman únicamente consigue hacer otra en 1968, la interesante Slaves, sobre la esclavitud en 1850 en Estados Unidos.
La sal de la tierra narra una huelga de trabajadores mexicanos basada en un hecho real: la huelga en una mina de la Delaware Zinc Inc., en Silver City, Nuevo México, en 1951. Tiene un marcado estilo documental con clara influencia del neorrealismo italiano, en pleno auge en aquellos años, y del cine soviético, a través de la personalidad de S. M. Eisenstein, y concretamente de su película incompleta íQué viva México! (1931). La compañía consigue una orden legal que prohíbe a los piquetes custodiar la mina, pero nada dice de las mujeres, que deciden ocupar los puestos de los hombres.
Biberman define así la película: «Los hombres no podían triunfar sobre la discriminación de la compañía sobre ellos si no triunfaban sobre su propia discriminación hacia las mujeres. El tema: la indivisibilidad de la igualdad. La historia: la lucha de un marido por aceptar como igual a la mujer que ama, la insistencia de una mujer para que el amor incluya el respeto. El resultado: las mujeres conducen a los hombres a la victoria.» La obra tiene una doble dimensión: el conflicto colectivo y el individual de los protagonistas; notablemente enriquecida al estar contada por una mujer. A pesar del esteticismo formal y el didactismo narrativo que hacen demasiado elementales las escenas intimistas, los piquetes, las deliberaciones de las mujres, la mezcla de las mujeres con los huelguistas tienen una verdadera fuerza que queda realzada por la austeridad derivada de la escasez de medios técnicos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.