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Washington resta importancia a sus discrepancias con la URSS

La Administración Carter hizo ayer públicos comentarios optimistas sobre la resolución de la disputa suscitada con la Unión Soviética sobre la presencia de tropas soviéticas en la isla de Cuba.«Las conversaciones Vance-Dobrinin van por buen camino y el Kremlin está cooperando», dijo ayer Robert Byrd, líder de la mayoría demócrata en la Cámara alta del Capitolio norteamericano.

Fuentes del Gobierno situaron extraoficialmente en el «domingo o lunes» la cuarta reunión entre el secretario de Estado de este país y el embajador de Moscú en Washington, Anatoli Dobrinin.

Pero mientras los hombres del presidente ponen buena cara al desarrollo de los acontecimientos, observadores y comentaristas insisten hoy en la prensa de la costa este en que el titular de la Casa Blanca quiere quitarse de en medio cuanto antes un asunto que, por su propia imprevisión, le ha desbordado.

El Washington Post dice que la Administración no ligará el caso de las tropas rusas en Cuba con el problema más amplio de la actividad y comportamiento soviético en África y en otros puntos del globo, como era la intención de algunos grupos del Congreso.

Por otra parte, portavoces del Gobierno reconocieron que Estados Unidos desconoce todavía en estos momentos cuál es la naturaleza de la misión de los. 2.000 a 3.000 soldados de cuya presencia en Cuba se acusa a la Unión Soviética.

Fuere cual fuere la razón de sacar a la luz un asunto que no era nuevo y que todo parece indicar que la Administración conocía desde hacía largo tiempo, ahora todos los críticos y analistas están de acuerdo en que la carta fue muy mal jugada.

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La posibilidad de que las presiones de Estados Unidos sirvan para que Moscú retire sus tropas de Cuba, permitiendo que la base norteamericana en Guantánamo continúe inalterada se presenta a priori como absolutamente descartada.

Y lo más probable, dicen los comentaristas, es que se llegue a una aparente «fórmula de compromiso» de la que este país no obtendrá nada y que lo que hará es mantener ese statu quo que Vance y Carter calificaron de «inaceptable».

El gran perjudicado de todo el tema podría ser el acuerdo SALT II de limitación de armas estratégicas, al que los senadores Robert Byrd y Jacob Javits, demócrata por West Virginia, y republicano por Nueva York, respectivamente, se preocupan de desligar del asunto de las tropas en Cuba.

La incapacidad norteamericana para verificar el tratado está volviéndose a utilizar como el gran argumento en su contra.

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