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Reportaje:La cultura española y los cambios políticos/ 13

Los problemas del centro

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El centro no es sólo la gran ciudad: Madrid es un continuo fermento de vida cultural, contiene vidas sectoriales, confluencias de muy localizada también geográficamente. fuerzas, localización de instituciones. Los Algunas fundaciones privadas tienen su sede barrios están organizando una vida propia, y lo más importante de su vida en la capital, recuperando viejas tradiciones y fomentando Todo esto constituye, junto con los ateneos, nueva creación. El Ayuntamiento se ciñe al los clubs culturales y los programas de los tema madrileño y trata de potenciar la partidos lo que se podría llamar la cultura cultura y las instituciones de la ciudad. Y la oficial madrileña, que cuenta en este capítulo universidad más numerosa de España

Madrid, con sus cuatro millones de habitantes y su estructura radial, un centro y barrios periféricos cada vez más extendidos, es posiblemente el lugar más beneficiado por los cambios democráticos. en lo que se refiere a la cultura. Si la que se podría llamar cultura extraoficial, hace ya algunos años que funciona, durante los tres últimos encontró una fuerza particular. Por una parte, los pasillos de la universidad son, tradicionalmente, el verdadero lugar de aprendizaje del caudal cultural: los libros, los temas y las posturas ante ellos se desarrollan allí. Por otra parte, las aulas mismas han cambiado de color, más lentamente que la política y antes; tiene mucho que ver con la demografía: una mayor juventud del profesorado, el recambio, la vuelta de algún mítico profesor separado de su cátedra. Pero, sobre todo, la simplificación burocrática permite una mayor flexibilidad en la programación de actos en los colegios mayores, y la democratización de las estructuras de los más avanzados, la participación activa de los residentes.La gran novedad madrileña está en la vida cultural de los barrios. Las asociaciones de vecinos, con la participación directa -desde su fundación en la clandestinidad, en los primeros setenta- de militantes de los partidos obreros, disponen ahora de locales y clubs incipientes, y de aquellos sitios de reunión tan utilizados durante el franquismo: las iglesias. Los barrios que eran dormitorio se han revelado como no tanto -es el caso de Aluche o el barrio del Pilar-, y acontecimientos políticos -la reivindicación de La Vaguada, o la presencia de los conflictos de la cárcel de Madrid- han fomentado la unión de los vecinos. De hecho, se realizan periódicas y frecuentes actividades culturales; todos ellos están recuperando la tradición de las fiestas patronales, con participación masiva, y en los que la vida de barrio estaba más asentada, como Vallecas o Carabanchel, funcionan centros culturales estables y muy activos. El ejemplo de El Gayo Vallecano es palpa ble: actividad teatral y folklórica en constante crecimiento.

La cultura es barata

La queja general de las autoridades culturales es de presupuesto, sobre todo en lo que se refiere a la Administración. En cambio en Madrid, donde funcionan diversas fundaciones privadas -la del Banco Urquijo, la Fundación General Mediterránea, el Club Urbis y otras muchas-, no parece que se quejen de que les sale caro las de iniciativa privada. La Fundación Juan March, de la banca de ese nombre, por ejemplo, cuya actividad se reducía hasta el año 1975 a becas y publicaciones, pero que actualmente llega a la decena de actos semanales sólo en Madrid, y suele mantener siete simultáneamente, en provincias, confiesa en su Memoria de 1979 haber presupuestado 151 millones de pesetas, a pagar durante el curso 78, y haber comprometido en total casi 236. Hay que decir que el bocado del león de este presupuesto se lo lleva el capítulo de becas y ayudas a artistas, investigadores y creadores en todos los terrenos de la ciencia y el arte, seguido por el capítulo de publicaciones. Y que con la cantidad nada excesiva que queda -en el curso actual mantienen en activo 304 becas, muchas de las cuales son a equipos enteros- han podido traer exposiciones de arte tan importantes y tan visitadas como la antológica de Picasso, la de Giacometti, Kokosclika y Kandinski, y ahora comienzan el curso con Braque. En el año 1977, según datos de la fundación, pasaron por sus locales -a conferencias, conciertos o exposiciones- más de 220.000 personas. Y todo el mundo recuerda las colas bajo la lluvia para poder ver la exposición de Picasso.

Contrasta esta presencia masiva con el vacío del Museo de Arte Contemporáneo, pero se explica con dos razones elementales: una, la promoción, mucho más activa, de la Fundación March, que tiene un buen aparato de relaciones públicas. Y otra, la situación geográfica, demasiado apartada del museo. En cualquier caso, actualmente se encuentran las iniciativas de uno y de otra, y pueden y deben complementarse.

El renacer hipotecado

El Concejal de Cultura del Ayuntamiento socialista de Madrid es Enrique Moral. Según él, el problema de la municipalidad en lo que se refiere a la cultura es el encuentro constante con el Ministerio, es decir, con la Adminístración central; por ejemplo, respecto a las bibliotecas -que en el caso de las municipales tendrían que llamarse «salas de lectura» para no,chocar con las populares-, la carencia es común, pero la solución, posible: partiendo de un roblema de infraestructura, y de la hipoteca de compromisos del Ayuntamiento anterior que duran hasta diciembre, la concejalía actual quiere poner en marcha la Biblioteca Central y abrir otras en los barrios. Se han encontrado un museo cerrado, que pondrán en funcionamiento de inmediato, y una hemeroteca, una de las más importantes de Europa, que está encorsetada en el actual espacio. Sus esperanzas -la creación de un gran centro cultural municipal- están en el cuartel del Conde-Duque, que uniría el Archivo Municipal, el Instituto Arqueológico, la Hemeroteca y la Biblioteca, además de permitir la instalación de amplias salas de lectura, biblioteca infantil, salones de actos y campos de reunión al aire libre.

El eje sería madrileñista, y para empezar, restaurador y conservador, pero también de puesta en utilidad. Las posibilidades, infinitas, y los presupuestos, de momento, escasos, pero suficientes. El medio: encontrar un eje de negociación con la Administración central que complemente y no obstruya. Y también con la iniciativa privada. Porque en esas confluencias está, en realidad, la solución del centro.

Próximo capítulo: «La cuestión regional y Cantabria»

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