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Los brasileños temen a su policía

El recién llegado a Río de Janeiro suele acudir a esta urbe brasileña bien provisto de múltiples consejos para cuidar de su seguridad: Río es una de las ciudades más peligrosas del mundo y bate el récord mundial de atracos y asaltola mano armada, realizados en pleno corazón de la ciudad por jóvenes capaces de matar por algunos cruceiros. La extrañeza del viajero es más grande cuando descubre que la crónica de sucesos suele ser diariamente protagonizada por delitos cometidos por la propia policía: arrestos sin mandato judicial, torturas, secuestros y asesinatos ejecutados en las comisarías, y cuyas víctimas suelen ser a menudo delincuentes menores o pobres gentes que habitan en los ghettos de miseria repletos de chabolas, aquí llamadas favelas, y que crecen al pie de los opulentos rascacielos de Leblon o de Ipanema.Estos hechos, hay que decirlo, no son nuevos. Lo novedoso es la revancha que se ha tomado la prensa sobre ellos. Sin embargo, cualquiera que escriba sobre estos temas puede ser acusado de degradar el honor de la policía, y ser condenado en virtud de la ley de Seguridad Nacional, vestigio del régimen de excepción. No obstante, el escándalo de la policía ha tomado tal envergadura que, liberado de la censura desde el verano de 1978, toda la prensa escrita brasileña, incluido el diario conservador y pro gubernamental O Globo, alimenta a diario el debate sobre este extremo.

Se trata de un escándalo nacional. No es únicamente la policía de Río de Janeiro la que aparece puesta en cuestión, sino que también se hallan involucradas las policías de Belo Horizonte, Recife y Porto Alegre. Sólo en São Paulo han sido abiertas 231 investigaciones por denuncias de torturas policiales entre enero y junio de 1978, señalaba recientemente la revista Veja.

En la totalidad de los casos, los policías incriminados y convictos de su culpabilidad son cambiados de destino a otro sector policial y, como máximo, se exponen a su expulsión del cuerpo. Si son condenados, disponen del beneficio consistente en que no van a la cárcel, en virtud de una ley que data de hace varios años y que fue decretada para proteger al difunto comisario Sergio Fleury, «padre» del siniestro Escuadrón de la Muerte.

Los comentaristas de prensa de Brasil se mantienen unánimes en la consideración de que el ciudadano medio tiene miedo de la policía, Como ejemplo de este temor, acuden a una anécdota acaecida recientemente, el pasado 14 de julio, durante un partido de fútbol y ante decenas de miles de espectadores. Un hincha de edad media saltó desde una tribuna al césped para acercarse a su ídolo, el futbolista Zico, nuevo astro del fútbol brasileño. Sujeto por dos agentes, el hincha pudo ponerse de rodillas e imploró «no me matéis». El comentarista de Jornal do Brasil comentó, a propósito del incidente: «El joven no había oído nunca hablar de los derechos humanos, pero sabía con certeza que estos derechos son violados a diario en Brasil. La conciencia de poder ser ejecutado por la policía ha pesado más en este episodio que el saberse ante millares de espectadores. Se desconoce un detalle, que el joven es negro y vive en un barrio miserable.»

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