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Proyecto de investigación para el aprovechamiento energético mundial de la materia viviente

La constante bioconversión de la energía solar mediante el proceso de fotosíntesis produce anualmente una cantidad de energía en forma de biomasa que es diez veces superior al consumo anual de energía en todo el mundo. Un empleo inteligente de esa enorme cantidad de energía acumulada en los seres vivos, es decir, un plan de cooperación de la especie humana, a nivel planetario, con el resto de la masa viviente, permitiría resolver definitivamente el problema energético.

He aquí una muestra de lo que podría ser un fascinante campo de estudio para una ciencia y una tecnología realmente orientadas hacia el desarrollo de la especie humana en su totalidad. El proyecto ha sido presentado por uno de los grupos de trabajo en la Conferencia de Viena sobre «Ciencia y tecnología para el desarrollo», conferencia cuya sesión de ayer tarde estuvo presidida por el ministro español de Universidades e Investigación, señor González Seara.El estudio, presentado por Daniel Thomas, otro de los especialistas franceses que ha preparado a fondo la conferencia de Viena, ofrece un espectacular alarde de imaginación científica y búsqueda de nuevas vías. Bajo el título «Posibilidades tecnológicas de la fotosíntesis» se afirma que estas posibilidades son considerables, dado que la media de conversión de la energía solar por esta vía apenas es hoy el 0,1%. La contribución de la agricultura es inferior al 1 % de la energía almacenada por fotosíntesis en la superficie de la Tierra.

Paralelamente a la agricultura propiamente dicha, afirma, es posible prever la utilización de la fotosíntesis para producir combustibles o carburantes para tratar de aliviar la crisis energética y de las materias primas que utiliza la industria química, farmacéutica y alimentaría, en particular, las materias de cadenas carbonosas. «Se suscita una pregunta», dice: «¿es más interesante utilizar la fotosíntesis para producir energía o para producir materias primas?», pregunta a la cual el investigador ofrece una serie de respuestas que, si bien, a simple vista, parecen rayar con la ciencia-ficción, están dentro de la más ortodoxa bioquímica.

Vida y tecnología

Si todo el carbón y el petróleo que consume la especie humana no son sino una parte ínfima de la energía acumulada hace millones de años por seres vivos, animales y vegetales, ¿por qué no establecer una plan de cooperación con la masa viviente actual, sin necesidad de esperar miles de millones de años a que sus restos den lugar a nuevos yacimientos?La especie humana puede, si se lo propone, producir combustibles a base de la fotosíntesis, mediante la fermentación de biomasas concentradas y mediante la creación directa de estos combustibles. Podría emplearse la fermentación metánica. Egipto, por ejemplo, cuenta ya con un impresionante programa de producción de solventes orgánicos a base de melaza. La fermentación puede hacerse directamente partiendo de los azúcares, o previa hidrólisis enzimáticas de desechos celulósicos o de almidón.

Para avanzar en esta dirección, según los expertos que lo proponen, sería preciso desplegar serios esfuerzos de investigación en campos como los de «producción de celulosa más activa, con capacidad para hidrolizarla en forma cristalina; perfeccionamiento de procedimientos eficaces para la realización simultánea de la hidrólisis de la celulosa y de fermentación (semejante procedimiento tiene la ventaja de reducir a la mitad la complejidad tecnológica del sistema) y la realización de investigaciones relativas a la obtención de cepas que puedan descomponer directamente la celulosa y producir metanol».

Cabe investigar también en la línea de la fijación del nitrógeno para producir proteínas, mediante el empleo de la fotosíntesis, o la producción de fertilizantes a base de un proceso biológico que utilizase el nitrógeno del aire como materia prima y el sol como fuente de energía, cosa que ya se está haciendo a título experimental en Estados Unidos.

También se señala la posibilidad de emplear la manipulación genética para lograr que seres vivos que no fijan el nitrógeno lo hagan. «El éxito en este sentido», se asegura, «permitiría desarrollar una agricultura sin fertilizantes, utilizando la energía solar para fijar el nitrógeno. Este resultado sería muy importante para los países en desarrollo.»

Pero para acometer proyectos de investigación científica y tecnológica de tan colosales dimensiones se requeriría una cooperación internacional a todos los niveles, y en profundidad, cosa que difícilmente va a salir de la conferencia de Viena, según las voces más agoreras.

El grupo de los 77 intenta la adopción de un plan de acción por parte de la comunidad internacional que suponga un compromiso real y económico de ayuda al desarrollo. Pero tal plan de acción, además de merecer un análisis más detenido en estas páginas, tiene muy pocas posibilidades de ser adoptado con carácter obligatorio por la Asamblea de las Naciones Unidas.

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