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Oír y aprender barroco en El Escodal

Ha transcurrido ya una semana de las dos que integran el Primer Curso de Música Barroca, que tiene como sede la Universidad de María Cristina de San Lorenzo del Escorial.Por lo que se refiere al curso propiamente dicho, como actividad docente, se trata de impartir clases sobre una serle de disciplinas teóricas y prácticas ceñidas al período histórico de la música que define el título del curso. Hasta ahora, el estudiante español de música se ha visto obligado, por lo general, a salir al extranjero para entrar en contacto con las nuevas corrientes europeas de la interpretación barroca. Esto es, primordialmente, lo que intenta evitar el curso de El Escorial, donde musicólogos y especialistas en los diferentes instrumentos musicales imperarites en la época barroca, están impartiendo clases mañana y tarde a lo largo de quince días.

Pero el curso no se dirige exclusivamente a los profesionales y estudiantes matriculados en él. A través de conferencias, conciertos, exposiciones de manuscritos, partituras, discos y otras actividades, ha querido ser un fermento cultural de primer orden en el verano escurialense y, por extensión, en el culturalmente pobre verano madrileño.

El Primer Curso de Música Barroca y Rococó ha sido subtitulado El padre Soler y su tiempo, para conmemorar el 250 aniversario del nacimiento de este Ilustre compositor español, que pasó gran parte de su vida en el monasterio de El Escorial.

Y con obras de Soler precisamente, se inauguró el ciclo de conciertos en el recién restaurado Coliseo de Carlos III, a cargo del Cuarteto Español y la clavecinista Genoveva Gálvez. Por desgracia, ni la clavecinista ni el cuarteto (Integrado por prestigiosos músicos de la Orquesta Sinfónica de RTVE) dieron la talla de su bien ganado nombre. Estuvieron desacertados en sus interpretaciones de Soler, técnica y estilísticamente, dando la impresión de falta de ensayos, desgana y poco entendimiento de los pentagramas solerianos.

Otra cosa resultó el concierto de órgano que, en un pequeño portativo desmontable, de preciosa sonoridad barroca, ofreció el catedrático de este instrumento en el Real Conservatorio de Madrid, Miguel del Barco. El organista extremeño tuvo una noche de aciertos en el Paraninfo del Real Colegio de Alfonso XII, recorriendo una larga etapa del órgano español, desde Aguilera de Heredia (1561-1627) hasta Gabriel Menalt (1650-1687). Tocó Miguel del Barco con soltura y concentración el delicado repertorio hispano, cerrando su excelente actuación con diez versillos anónimos de exquisita factura y audaces recursos musicales.

De triunfo en toda la línea puede calificarse el recital de clavicémbalo de Alan Curtis, una de las personalidades más relevantes de la moderna interpretación barroca, Experto en el campo de la música vocal y escénica del barroco, recientemente ha dirigido en Bruselas L'Incoronazione di Poppea, así como la representación neoyorquina de L'Erismena, de Cavalli, y, en versión de concierto, la ópera Admeto, de Handel. Son recientes sus grabaciones de las Variaciones Goldberg, como clavecinista, o la del oratorio Susanna, de Stradella. Todas estas realizaciones traslucen en la interpretación al clave del gran músico americano. Su recital, integrado por piezas de John Bull, la Cuarta Partita, deBach, y siete Sonatas, de Scarlatti, fue una lección de bien hacer, claridad expresiva, contraste de planos sonoros, dominio de los diferentes estilos y épocas. Su versión de Searlatti, comparable a la del mejor Leonhardt y de la complejísima pieza de Bull In Nomine, escrita en tiempo rarísimo de 11/4 y basada en un bajo del gregoriano, quedarán en la memoria de los oyentes.

Concierto lleno de gracia y en canto, a pesar de lo raro del repertorio y el peligro de la poca variedad tímbrica, fue el ofrecido por el Trío Argentum, que integran los flautistas Machteld Miechels y Jorge Caryevschi y el elavecinista Renato Maioli. Dedicado a música del siglo XVIII para dos flautas, holandesa y española, en él hemos de destacar las ajustadas interpretaciones de cuatro sonatas de los hermanos José y Juan Bautista Plá, de elegante belleza clásica, que sorprendieron al auditorio. Es una lástima que obras como éstas se hallen fuera del repertorio habitual de nuestros intérpretes.

Finalmente, entre sábado y domingo, dos conciertos de categoría excepcional. El primero ha tenido como protagonista a Antonio Baciero, en un comprometido programa dedicado a la música española de los siglos XVI, XVII y XVIII. Los nombres de los autores: Cabezón, Correa, Cabanilles, Searlatti, Soler, Marlano Martínez, Rafael Anglés, Esteban Redondo y Julián Prieto son exponente de lo que supuso el recital del gran pianista burgalés. Una verdadera lección de arte en una casi pequeña histoña del teclado español. Baciero, a la par que exponía vivamente su tarea de investigador y musicólogo, nos deleitó con su inusicalidad exquisita y su fulgurante mecanismo. Los tres Bach que regaló a la entusiasmada audiencia fueron otras tantas explosiones de Júbilo, del público que abarrotaba el teatro.

El segundo concierto, que he calíficado de excepcional, resultó sorprendente para quienes desconocíamos a José Miguel Moreno, laudista madrileño formado junto a figuras de la categoría de José Luis Rodrigo, Oscar Chigia, Ruggiero Chiesa, José Tomás, Hopkinson Smith y Narciso Yepes.

El joven laudista madrilefio desarrolló un precioso repertorio renacentistas en el laúd, continuando con barroco y clásico en la guitarra. Lo hizo con la solvencia de criterio de un instrumentista consumado. El éxito fue grande y justo para José Miguel Moreno, un nombre a considerar.

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