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Suárez busca en Brasil un nuevo impulso a la política latinoamericana

El presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, inicia hoy su cuarto viaje oficial por tierras americanas. Brasil, Ecuador y la República Dominicana son las etapas definitivas de este periplo en el que el jefe del Gobierno español viajará acompañado de los ministros de Asuntos Exteriores, Comercio e Industria, señores Oreja, García Díez y Bustelo, y de un luengo séquito de altos funcionarios, diplomáticos, consejeros y toda clase de adjuntos que supera la veintena.

A pesar del aspecto veraniego del desplazamiento, que incluye escalas en Río de Janeiro, Brasilia, Sao Paulo, Quito y Santo Domingo, el viaje presidencial tiene dos esenciales objetivos, relativos a la presencia política y económica de España en América Latina. En Brasil, el presidente Suárez intentará despuntar las relaciones cuasi inexistentes entre los Gobiernos de Brasil y Madrid en busca de un hueco o lugar para la diplomacia española en esta nación gigante de la América del Sur, donde Estados Unidos, Alemania Federal, Francia, Gran Bretaña y PortugaI ocupan sitiales de preferencia e influencia política, económica y comercial.Se trata de dar sentido político a las ambiciones iberoamericanas de la política exterior hispana, hasta ahora incompleta por la desconfianza reinante entre Madrid y Lisboa y por las excasas relaciones que a lo largo de la historia desarrollaron España y Brasil, a pesar de que las dictaduras militares fueron denominador común en los últimos decenios de ambos territorios. Si Madrid desea convertirse en sede de una primera conferencia iberoamericana de jefes de Estado y de Gobierno, si aspira a integrarse a una articulación con los movimientos de integración política y económica latinoamericanos (Pacto Andino, SELAM y Pacto Amazónico) y si desea, en su día, desempeñar un papel de puente entre la CEE y Latinoaméríca (al estilo del que Gran Bretaña representa en el Consejo de Ministros de la CEE con la Commonwealth), el pilar brasileño es imprescindible. Aparte están las inmensas posibilidades de cooperación comercial y tecnológica entre ambos países, hoy con un escaso nivel de intercambios y una balanza comercial deficitaria para España en doscientos millones de dólares. También la visita a Brasil tiene otro cariz político: se ha dicho que Suárez -en este momento de tímida apertura política brasileña- podría intentar vender el modelo español de transición democrática y recibir, a título privado, a algún alto representante de la oposición o del ala progresista de la Iglesia católica. Todo ello, pendiente de confirmación sobre el terreno, le serviría al presidente Suárez para compensar en el plano de los derechos humanos, tan escasos en esas latitudes, su desplazamiento (cabe recordar aquí el discurso que sobre los derechos humanos pronunció el rey don Juan Carlos en Buenos Aires ante el presidente Videla).

En Quito, Adolfo Suárez asistirá a la toma de posesión del nuevo presidente de la República ecuatoriana, Jaime Roldós, quien al frente de una coalición de centro-izquierda parece haber roto el maleficio de la dictadura militar que imperaba en esta nación desde hace ya nueve años. Ecuador, país del Pacto Andino, exportador de petróleo y con posibilidades para la pesca hispana, puede abrir, a partir de este viaje, una nueva etapa en sus relaciones con España en un plazo no muy lejano.

En la capital ecuatoriana Suárez tendrá además la oportunidad de entrevistarse con otros jefes de Estado del Pacto Andino e intentar la profundización en favor de una articulación de España en el Pacto, que podría iniciarse con la creación de un banco hispano-andino.

La escala de Santo Domingo tiene un alcance político menor, aunque este puede ir creciendo si los recientes tumultos populares, que ya causaron ocho muertos y setecientos detenidos, persisten en los próximos días. El Gobierno de la República Dominicana se enfrenta a los rudos efectos de la crisis del petróleo y a la furiosa escalada de los precios, que ha enardecido a la población y que dio a las fuerzas policiales la oportunidad de demostrar sus amplias posibilidades represivas.

España-Brasil

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Las relaciones diplomáticas entre España y Brasil se remontan al convenio consular firmado, en febrero de 1863 y han estado siempre circunscritas a los aspectos económico y cultural, por la circunstancia de ser uno de los escasos países latinoamericanos sin herencia colonizadora española.El 1 de marzo de 1939, antes de finalizar la guerra civil española, Brasil procedió al reconocimiento de la España nacionalista, representada por la Junta de Gobierno de Burgos. Posteriormente a la resolución condenatoria de la ONU para con España en 1956, Brasil votó siempre a favor de la derogación de dicha resolución.

Las relaciones comerciales entre España y Brasil son tradicionalmente deficitarias para nuestro país, a pesar de la importancia que dicho comercio tiene dentro de los intercambios de España con los países latinoamericanos. En 1978 las compras a Brasil suponían el 20,8% del total de las importaciones procedentes de Latinoamérica y el 8,7% de las exportaciones hacia esa región. La visita a Brasil del entonces ministro de Comercio, José Lladó, en marzo de 1977, tenía por objetivo sentar las bases para reducir ese déficit e incrementar las inversiones españolas en ese país.

En 1978, las importaciones españolas hechas a Brasil representaron 24.878 millones de pesetas, mientras que el total de lo exportado se elevó a 8.367 millones de pesetas. Fundamentalmente, España importó café, maíz, semillas y minerales, y exportó legumbres y hortalizas, productos químicos, hierro, acero y bienes de equipo.

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