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Nicaragua: el fin de una dinastía

Somoza abandonó Nicaragua en compañía de sus colaboradores directos

Una nueva era ha comenzado en Nicaragua. Anastasió Somoza Debayle, de 63 años, dictador e hijo de dictador, abandonó el país ayercon,dirección a Miami, a las cinco y diez de la madrugada (1.10 de la tarde del martes en Madrid), dejando tras de sí una larga estela de sangre y destrucción. Cuatro horas antes, el Congreso de la República conoció la carta de renuncia del que fuera presidente y eligió a Francisco Urcuyo, de 54 años, presidente de la Cámara baja, como nuevo jefe del Estado. Desde San José, en la capital de Costa Rica, Sergio Ramírez y Alfonso Robelo, integrantes de la Junta de Reconstrucción Nacional, anunciaron su inmediato traslado a Managua para reclamar el Gobierno de la República. Aún no se ha producido un efectivo alto-el fuego. En la misma madrugada del martes, cuando el avión de Somoza despegaba del aeropuerto de Las Mercedes, había enfrentamientos armados muy violentos en algunos barrios de Managua.

Los nuevos mandos de la Guardia Nacional, nombrados en sustitución de los 120 oficiales pasados a situación de retiro antes del abandono del dictador, comunicaron ayer por la mañana, a través de la radio nacional, la noticia de la renuncia de su antiguajefe, Anastasio Somoza. En un comunicado firmado por el nuevo director de la Guardia Nacional, coronel Federico Mejía, y dirigido a todos los soldados del Ejército nicaragüense, se pedía a las fuerzas armadas que continuaran en sus puestos «defendiendo los intereses de la República». El coronel Mejía señalaba en la nota que la renuncia de Somoza «redundaría en beneficio de la patria».Testigos presenciales han relatado los detalles de la salida de Somoza y de sus colaboradores más íntimos. Según estos testimonios, a las cuatro de la madrugada despegó un avión 727 de la compañía Lanica, propiedad del ex presidente, en el que viajaban ministros, oficiales.de la Guardia NaCional y altos funcionarios de la administración somocista. A las cinco y diez, seis pequeños reactores enfilaron la pista de salida del aeropuerto de Managua, señalizada con fogatas y flanqueada por vehículos de todo tipo y soldados fuertemente armados. Uno de los aviones hizo una pasada alrededor del aeropuerto y luego, en breves intervalos, despegaron los otros cinco.

Junto a Anastasio Somoza viajaban su hijo, el teniente coronel Somoza Portocarrero, su hermano José, jefe director de la Guardia Nacional,y una cuarta persona no identificada. En el avión de Lanica viajaron dos féretros que contenían los restos del fundador de la dinastía somocista y de su hijo mayor, Luis, que también ocupó la presidencia.

El abandono del poder por parte de Anastasio Somoza había sido un hecho pregonado durante todo el lunes. La salida del país de Dinora Sampson, la amante del general, fue un indicio para muchos decisivo, de que el fin del drama se acercaba. Somoza estuvo la mayor parte del día en su despacho fortificado, recibiendo a oficiales del Ejército y a colaboradores políticos. En los rostros de las personas que llegaban a la oficina de Somoza se apreciaba claramente lo irremediable de la situación. En más de una ocasión se produjeron rumores sobre la precipitada salida del general, desmentidos más tarde por los hechos.

Amigo íntimo de Somoza

Francisco Urcuyo, dirigente del Partido Liberal y amigo íntimo de Somoza, aclaró en la misma madrugada del martes, minutos después de ser investido como nuevo presidente de Nicaragua, que no entregará, «simplemente», el poder a la Junta de Reconstruccíón Nacional y que son precisas negociaciones para que este hecho se produzca. Los observadores estiman, con temor, que una posición intransigente por parte de alguno de los dos sectores en pugna podría alargar inútilmente la sangría humana de este pueblo, que se merece, sin duda, mejor suerte.

Antes del comunicado del nuevo director del Ejército, la Guardia Nacional parecía no haberse enterado de los acontecimientos. Subsistían los mismos controles de siempre en los accesos a la capital. Lo único que había variado en el panorama externo, en el atrezzo de este drama, fueron las emisiones de la radio oficial: ya no había llamamiento a los civiles para que denunciasen a los sándinistas, ya no se animaba a la población a que se alistase en la Guardia Nacional, ya no se emitían esos partes de guerra, falsamente optimistas, en los que se hablaba de la arrolladora victoria militar somocista en todos los frentes.

En la calle tampoco había signos externos de que la población estuviese al tanto de la marcha del dictador. Es muy posible que a medida en que transcurran las horas y, sobre todo, después de que Urcuyo anuncie al país que Somoza ya no es presidente, la gente trate de exteriorizar la alegría del momento.

Las próximas horas van a ser especialmente tensas. Será difícil controlar ahora a la Guardia Nacional, que, desorientada, puede verse acorralada por el miedo y los nervios. Tampoco será fácil neutralizar el desbordamiento de odios y venganzas personales de quienes han sufrido en propia carne la crueldad de la dictadura.

Los planes de la Junta de Reconstrucción Nacional fueron anunciados desde San José, en Costa Rica, por Sergio Ramirez y Alfonso Robelo. Recibieron la noticia de la partida de Somoza en la sede de la embajada venezolana.

Según Ramírez, quien señaló que «el somocismo había pasado a ser un mal sueño del pueblo nicaragüense», la Junta y el Gobierno designado por ésta tenían el propósito de trasladarse inmediatamente a Nicaragua. En el mismo aeropuerto de Las Mercedes, monseñor Ovando, arzobispo de Managua, les entregaría una bandera y pronunciaría un discurso. Se espera una gran concentración popular para recibir al futuro Gobierno, que vendrá acompañado por algunos'de los ministros de Asuntos Exteriores latinoamericanos que les han acompañado en las últimas horas y por los dos vicepresidentes de Costa Rica. Cuando la Junta de Reconstrucción Nacional acceda al poder, uno de sus primeros actos, según Sergio Ramírez, será pedir a los Estados Unidos la extradición de Anastasio Somoza.

La tarea de pacificación y de reconstrucción es, a partir de ahora, básica y enormemente dificultosa. Este país necesita, con absoluta urgencia, que la solidaridad internacional se vuelque en él, ayuda material y moral para que este pueblo supere el drama que ha vivido.

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