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El viaje a Marruecos, un éxito personal del Rey de España

A los pocos días de concluido el viaje de los Reyes de España a Marruecos, efectuado en un momento extremadamente delicado en las relaciones entre los dos países, comienza a verse esta visita real como un triunfo personal de don Juan Carlos y doña SofÍa.Por haberles sido presentado habitualmente como un monarca joven y poco hecho a la dirección de los destinos de una nación, los marroquíes se confiesan hoy sorprendidos por la madurez que ha dado a don Juan Carlos la necesidad de afrontar problemas tan serios como los que le ha traído la España posterior a Franco.

El resultado quizá más positivo de este viaje pertenece al terreno de lo intangible, y está en ese descubrimiento, que, por otra parte, es recíproco. Si los marroquíes ven ahora al Rey de España en su verdadera dimensión de jefe de Estado por encima de las controversias y actitudes partidarias, los acompañantes del Rey, funcionarios, e incluso la prensa en general, han podido comprobar que el Marruecos de hoy no es el de las innumerables confrontaciones históricas, sino otro que ofrece amistad y cooperación en todos los terrenos.

Esta cooperación, que viene reflejada en la amplia gama de posibilidades que esboza la declaración común publicada al término de la visita real, es independiente no sólo de las diferencias con que los Gobiernos respectivos aprecian problemas tan importantes como las posibles salidas a la crisis del Sahara, sino también de la distancia que separa a una democracia con vocación europea, como la española, y otra próxima a los patrones tercermundistas, como la marroquí, pero de indudable singularidad en el continente africano.

La declaración final hispano-marroquí expresa todo lo que faltaba en las alocuciones de circunstancias pronunciadas inicialmente por los dos monarcas, es decir, los múltiples proyectos de cooperación económica, cultural, técnica y científica, y las posibilidades que se ofrecen a los intercambios comerciales.

Naturalmente, señalan los marroquíes, hoy todo depende del papel que quiera jugar España en el mundo africano, de la definición aún por hacer de sus verdaderos intereses regionales, y de la asignación de los medios adecuados para alcanzar esos objetivos de política exterior teóricamente ambiciosos.

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