Hombres, color y grano
Cuando una película aparece avalada por el Oscar a la mejor fotografía del año, generalmente hay que echarse a temblar. Nadie ignora los riesgos que una historia suele correr cuando cae en las manos de un operador elevado a la categoría de principal estrella. Sin embargo, no siempre sucede así. Tal es el caso de la primera parte de este filme o de su arranque al menos.Por encima de la calidad de sus imágenes casi perfectas, aunque no exentas a ratos de cierto virtuosismo, la historia se plantea a partir de unos hechos auténticos: la miseria, el hambre, que en las primeras décadas de este siglo obligó a familias enteras de la ya entonces pujante América a convertirse en rebaños trashumantes a la busca de un hipotético trabajo. Todo su porvenir incierto, su dura lucha desde el amanecer hasta la puesta del sol, llevada a cabo en condiciones infrahumanas por una tropa abigarrada de hombres y mujeres, de chicos y grandes, se halla dada sin rebasar ciertos límites a que este tipo de cine nos tiene acostumbrados, con un sentido del color y el encuadre realmente extraordinarios. Sin embargo, a medida que la historia avanza, según la anécdota enfila el cauce del amor entre el dueño de la hacienda y la muchacha enamorada a su vez de un compañero de aventura y trabajo, la película toma un carácter entre falso y sentimental no exento en ocasiones de la influencia de cierto tipo de cine europeo de hace años.
Días del cielo
Dirección: Terence Malick. Fotografía: Néstor Almendros. Intérpretes: Richard Gere, Brooke Adams y Sam Sephard. EEUU. Dramático. Local de estreno: Pompeya y Peñalver.
Pues aunque la historia apa rece contada por una adolescente, no es ella precisamente la verdadera protagonista, ni aun desde la distancia de su voz en off, ni en su presencia constante, que se mantiene hasta cerrar con su huida la película. Los verdaderos protagonistas son el eterno triángulo no muy claro ni demasiado definido entre el dueño de la hacienda y la pareja que se fingen hermanos y cuyas relaciones resultan hasta cierto punto inverosímiles.
Así, lo que en un principio se nos presenta como un filme ambicioso, va quedando reducido poco a poco a lo que el realizador y el director de fotografía han querido que llegara a ser: un álbum de hermosas fotos en colores, para ser exhibido, por cierto, en pantallas de grandes dimensiones, capaz de hilvanar una aventura, a ratos eficaz y a ratos trivial, una historia de amor que a pesar de su final dramático, de sus cielos, incendios, y su canto, en definitiva, a la naturaleza no consigue emocionamos demasiado.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.