El peso político del viaje de Karol Wojtyla
El viaje de Karol Wojtyla a Polonia despertó la sospecha en algunos sectores sobre la explosión social que se avecinaba, como ya ocurrió en este país en 1956, 1971 y junio del 76. Sin embargo, al igual que ocurrió entonces, la transcendencia política que tiene la visita de Juan Pablo II se verá claramente a lo largo de los meses que restan hasta la convocatoria del VIII Congreso del POUP (Partido Obrero Unificado de Polonia-comunista) a principios del próximo año.Los círculos más liberales del comunismo polaco reconocen abiertamente que la llegada de Wojtyla debe ser el primer paso para conciliar las posturas entre católicos y marxistas con el propósito de lograr un clima de solidaridad nacional, que más que nunca hace falta en Polonia ante una crisis económica de dificil solución a medio plazo y un endeudamiento exterior que crece sin parar. Hoy, el movimiento disidente polaco, con un total de cinco organizaciones diferentes coaligadas en torno al Comité de Defensa Obrera (KOR). está a la cabeza. en respeto popular y fuerza política, respecto a otros grupos de la Europa del Este, incluido el movimiento checoslovaco Carta 77, víctima de una dura represión precisamente desde el anuncio del viaje del Papa.
Bernard Guetta calificó en Nouvel Observateur a Wojtyla como «el Papa de los disidentes», quizá en atención a las vinculaciones de Wojtyla con los estudiantes católicos de Cracovia. Posiblemente a partir de ahora podría llamársele «el Papa de los comunistas nacionales». Su propia estancia en Polonia demuestra ya que el círculo de los comunistas polacos de concepciones más abiertas, próximos a Gierek, han ganado la primera partida a los duros, a los que llaman los polacos, sin tapujos, pro soviéticos, con líderes claros como el primer ministro, Piotr Jaroszewicz, y los dirigentes del aparato policial, contrarios al viaje papal.
Esta pugna, que resulta evidente desde los disturbios de Ursus y Radom en junio de 1976, está llena de presiones, acciones defensivas y manifestaciones a través de terceros. Gierek estaba dispuesto a llegar a un acuerdo con los obreros huelguistas, e incluso ha entablado algún tipo de conversación con figuras de la disidencia, a través de un hombre de su confianza, Josef Tejchma, recientemente caído en semidesgracia por «disputas personales», según fuente solvente. Días después de que Gierek se declarase dispuesto a un compromiso y personas de su entorno manifestaran sus deseos de construir una vía nacional al comunismo, el primer secretario del POUP recibió duras recriminaciones de Brejnev en Moscú, en presencia de Jaroszewicz.
Disidencia oficial
A principios de 1978 apareció en Varsovia un denominado Movimiento Democrático, encabezado por Edward Ochab, antiguo secretario general del partido antes de Gomulka, y posterior presidente del Estado, que reclamaba una liberalización del sistema. La petición era apoyada por tres antiguos miembros del secretariado del Comité Central, Albrecht, Matwin y Morawski. ¿Se trataba de una acción aislada o hay detrás altos personajes del régimen? Existen indicios como para pensar en lo segundo. Poco después de constituirse el Movimiento Democrático apareció el Círculo de Experiencia y Futuro, que agrupa a personalidades, desde católicos a comunistas, pasando por los sin partido. Este grupo aboga por una mayor libertad, y una de sus Figuras destacadas es el redactor jefe del semanario del partido, Polityka, Mieczyslaw Rakowski, miembro del Comité Central y colaborador de Gierek.
Pero la rivalidad no sólo se muestra en la crítica cultural o periodística. Jaroszewicz es hoy impopular, tanto por su línea política como por su deficiente gestión guberna.mental. Stephan Olzowski trata de granjearse ligeros éxitos en el terreno económico que fortalezcan aún más su posición como delfin de Gierck, del que está próximo. Medios oficiales polacos han afirmado que el VIII Congreso traerá cambios en el aparato, y el viaje de Wojtyla pesará, sin duda, en estos cambios.
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