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La resistencia a los plaguicidas, el ruido y el turismo, tres peligros ecológicos

«El medio ambiente es el sistema exterior físico y biológico en que viven el hombre y otros organismos. Es un todo, aunque un todo complejo en el que interactúan muchos elementos. Sólo conociéndose esos elementos -rocas, minerales, suelos y aguas, tierras y su cubierta vegetal actual y potencial, la vida zoológica y el potencial que ofrece la ganadería, y el clima- podrá lograrse la ordenación racional del medio. Ello exige una planificación positiva y objetiva en que se contrapesen las necesidades del hombre frente a la capacidad que tiene el medio ambiente para satisfacerlas.»Así define en su informe el «espacio exterior», el «escenario» en que se desenvuelve la vida, el doctor Mustafá Kamal Tolba, director ejecutivo del Programa de las Naciones para el Medio Ambiente, (PNUMA), con motivo del Día Mundial del Medio Ambiente, hoy 5 de junio.

Estos informes anuales del PNUMA, responden a una resolución del secretario general de Naciones Unidas, que data del año 1972, en la que se dice que hay que «tener continuamente bajo estudio las condiciones ambientales en todo el mundo, con el fin de conseguir que los problemas de vasta importancia internacional que surjan en esa esfera, reciban apropiada y adecuada consideración por parte de los Gobiernos».

Este año dicho informe centra la atención en cuatro temas de amplia importancia internacional: la resistencia a los plaguicidas, la esquistosomiasis, el ruido como contaminante, y el turismo. En años anteriores, los informes trataron de temas como cambios climáticos, condiciones de la blosfera, efectos de las sustancias tóxicas, los alimentos, la energía y las materias primas, el crecimiento demográfico, el stress y las tensiones sociales, la capa de ozono, los cánceres de origen ambiental, pérdida y degradación de suelos y otros.

El PNUMA señala que la producción mundial de alimentos depende en gran medida de los plaguícidas. Pero una tras otra, las diversas plagas van desarrollando sus propias resistencias a las armas químicas empleadas contra ellas. Hasta ahora han aparecido unas 220 cepas de importantes plagas agrícolas que presentan resistencia a los plaguicidas más modernos y que han dejado completamente indefensos cultivos como arroz, patatas, cereales y algodón.

La complejidad de este problema, se constata en el informe sobre el tema en particular: «Para combatir la enfermedad y producir más alimentos el hombre ha recurrido a una variedad de plaguicidas químicos en forma indiscriminada. Si bien es cierto que en el correr del tiempo los plaguicidas han evitado mucha miseria en los países tropicales y semitropicales, al combatir las enfermedades parasitarias, y no puede negarse su contribución a una mayor producción agrícola, no lo es menos que han dañado el medio ambiente.»

Los plaguicidas también han causado daño al medio ambiente. Ante su uso indiscriminado o descuidado, puede provocar -se afirma- efectos secundarios, agudos y a largo plazo, entre ellos, enfermedad y muerte de seres humanos, ganado, peces y aves, así como destrucción de cultivos. Pero es más. Se señala que su persistencia y ubicuidad, junto a la tendencia que presentan algunos compuestos a concentrarse en los organismos a medida que ascienden en la cadena alimentaría, puede potenciar su toxicidad para los peces, aves y otras formas de vida, y causar otros efectos nocivos sobre la salud y el bienestar del hombre.

Todas las conclusiones sobre esta materia aportan un grado de complejidad. Es así que se dice que aunque varias soluciones ecológicamente aceptables ofrecen gran potencial para las estrategias futuras de lucha contra las plagas, «no hay método alguno que baste por sí solo para el control total de ellas». Y se indica que los plaguicidas deben emplearse siempre en combinación con otros métodos adecuados de control: la vivienda adecuada, los sistemas de alcantarillas, el mejoramiento del desagüe y la evacuación de desechos podrían en gran parte hacer desaparecer de las habitaciones humanas algunos de los insectos vectores de enfermedades. Entre las prácticas agrícolas, se señala la rotación de los cultivos o el cambio de las épocas de siembra, cosecha o riego, así como el uso de variedades inmunes, que pueden emplearse contra las plagas que afectan a los cultivos y los animales domésticos.

«Lenta e insensiblemente el hombre parece aceptar como parte inevitable de su vida el ruido y el deterioro fisiológico y psicológico que lo acompaña», constata el PNUMA. Su elemento de omnipresencia hace que los expertos hayan afirmado que, como factor contaminante del medio ambiente, es más difícil de combatir que aquellos propios del agua o del aire.

Los informes señalan tres fuentes «agudas»: de ruido, en que la primera prioridad es atribuida al «ruido industrial»; las otras dos fuentes se refieren a los despegues y aterrizajes verticales de los aviones fabricados en los últimos años y «al más molesto de todos los ruidos», que es el que surge del tráfico rodado.

El empleo de coches, se indica, está alcanzando dimensiones sin precedentes. El parque mundial de vehículos motorizados pasó de cien millones en 1960 a doscientos millones en 1970 y probablemente habrá aumentado otros cien millones hacia 1980. Los niveles de ruido procedentes del tráfico rodado van a aumentar -se afirma-, a menos que los fabricantes de coches se vean obligados a introducir cambios técnicos.

El agente patógeno de la esquistosomiasis es un parásito acuático transmitido por un caracol y que infecta al hombre por contacto. El PNUMA calcula que hay por lo menos doscientos millones de personas infectadas y otros seiscientos millones en peligro en 72 países tropicales y subtropicales de Asia, Africa, el Caribe y América Latina. Al respecto existen señales inequívocas de que la esquistosomiasis se difunde y su gravedad aumenta en muchas regiones del mundo.

Los métodos para combatir este mal se basan en la solución de continuidad del ciclo de vida del parásito, lo que puede lograrse reduciendo la contaminación por excretas humanas de las aguas naturales, combatiendo al caracol, reduciendo el contacto humano con las aguas inficionadas al dotar a las poblaciones de agua potable limpia y tratando a las personas infectadas.

En ninguno de los tres temas anteriores se insiste con tanta perseverancia en la necesidad de planificar como en el tema del turismo.

En resumen, el estudio sobre este tema constata que, sin excepción, en los países en donde el turismo ha crecido a gran escala sin la intervención de elementos planificadores, ha podido apreciarse la destrucción progresiva de los factores que un día lo atrajeron.

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