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Reportaje:

El conflicto de los pilotos evidencia la deficiente estructura gerencial de Iberia

La compañía Iberia, Líneas Aéreas de España, podría constituir el primer caso de empresa pública española que registra un movimiento en su propio seno tendente a la transformación y saneamiento de su gestión gerencial. Esta operación, no desvinculada de intencionalidad política, podría tener su origen en el conflicto laboral que en la actualidad mantienen las tripulaciones técnicas, agrupadas en el Sindicato Español de Pilotos de Líneas Aéreas (SEPLA). Por otra parte, el comportamiento sindical de los pilotos pone de evidencia el vacío organizativo de colectivos profesionales similares por su peculiaridad laboral no identificados con la militancia de las denominadas centrales de clase. Escribe .

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LIMITE DE VUELOS

El progresivo deterioro que experimenta en nuestro país el tráfico aéreo -consecuencia directa de las incidencias del sector a nivel europeo- se ve acentuado estos días por la actitud que mantienen las tripulaciones técnicas de Iberia, consistente en el estricto cumplimiento de las condiciones laborales que tienen pactadas con la compañía, como medio de presión para conseguir sus reivindicaciones de tipo profesional.Desde hace más de diez días, Iberia viene suspendiendo una media de seis vuelos diarios a consecuencia del colapso que origina el comportamiento de sus tripulaciones. Mientras tanto, las negociaciones entre la compañía y sus pilotos permanecen paralizadas, lo que hace temer un recrudecimiento de la situación que, de prolongarse, coincidiría con las huelgas de controladores anunciadas en diversos países europeos para los meses de verano, lo que supondría el caos definitivo del transporte aéreo.

La negociación colectiva en Iberia, que durante los últimos años ha venido siendo fuente de conflicto, alcanzó durante la discusión del último convenio su punto álgido, llegándose al establecimiento de un laudo que obliga al personal de tierra y de vuelo, con excepción del personal técnico de este último colectivo. Ello indica -en medios laborales se asegura que «siempre es mejor un mal convenio que un buen laudo»- que la política laboral de la primera compañía aérea del país, con una plantilla próxima a los 24.000 trabajadores, es, cuando menos, poco acertada.

Del elitismo a la marginación

Más indicativo aún que el fracaso de la política laboral de Iberia es el hecho de que su colectivo de élite -calificación que no comporta intención peyorativa ni para el mismo ni para el resto de la plantilla-, las tripulaciones técnicas, es decir, comandantes, segundos pilotos, técnicos y radios, por voluntad propia, se han excluido de la negociación colectiva y sus relaciones laborales con la compañía se limitan al contenido de los contratos laborales que les unen a la misma. Al margen de posibles vestigios de un elitismo que en otra época fue una realidad diferenciadora entre los pilotos y el resto de los trabajadores de cualquier compañía aérea, la razón última de esta exclusión voluntaria arranca, en lo inmediato, de la marginación sindical a la que el tránsito político ha forzado a grupos profesionales cuya cualificación profesional, en unos casos, y su nivel de ingresos, en otros, les mantiene alejados -que no enfrentados- del radicalismo reivindicativo de las denominadas centrales sindicales de clase.

Claro ejemplo de esta situación -que afecta fundamentalmente a los cuadros en el sector productivo general y a grupos profesionales muy cualificados y con unas concretas peculiaridades del trabajo que desarrollan- lo constituyen las tripulaciones técnicas de Iberia, las cuales hubieron de inventar un sindicato que defendiera sus intereses profesionales, que en el desaparecido verticalismo representaba la correspondiente asociación integrada en el sindicato del transporte.

La desproporción numérica entre una minoría de trabajadores -caso de las tripulaciones técnicas, con sus problemas específicos y muy diferenciados de los demás- y el resto de la plantilla, justifica en alguna medida la ausencia del Sindicato Español de Pilotos de Líneas Aéreas (SEPLA) de las elecciones sindicales celebradas en 1978. A partir de esta ausencia, los pilotos quedan fuera del comité de empresa que se constituye después de las elecciones.

Y es aquí donde comienza la lucha por la defensa de las minorías. El convenio de vuelo, que tradicionalmente se ha venido estableciendo en Iberia con diferenciación del de tierra, habría de sufrir otra fragmentación más: el personal técnico, minoría frente al personal auxiliar, que además está integrado en las denominadas centrales de clase, cree ver lesionados sus intereses laborales en una negociación conjunta y trata de discutir un convenio propio para los pilotos. Ante la oposición de los auxiliares -la actitud de la compañía en este punto no parecía muy clara, consciente tal vez de la fuerza del colectivo que escapaba de la negociación global-, las tripulaciones técnicas renuncian al convenio y por dictamen de la Dirección General de Trabajo se incorpora el contenido del mismo al texto del contrato de trabajo que cada uno de ellos tiene suscrito con la compañía.

Este proceso, sin embargo, no se desarrolla de manera tan lineal como ha sido contado. En su transcurso se sucede una lucha de intereses que alcanza desde los meramente laborales -el personal de tierra considera que el de vuelo se lleva la parte, del león del presupuesto de Iberia, mientras que los auxiliares, al verse separados de los pilotos y, consecuentemente, más cerca de sus companeros de tierra, acusan a aquéllos de despóticos en su trato con ellos y de elitistas- hasta los puramente políticos.

No obstante, y sin que ello suponga valoración del comportamiento marginal de los pilotos, hay que reseñar que su militancia política -al margen los independientes- abarca desde posiciones de izquierda hasta la derecha nostálgica. Ocurre, quizá, y esto es una posibilidad, que la militancia política, cuando se trata de determinadas profesiones, no obliga al ejercicio sindical de su corriente homónima.

En este punto, el planteamiento actual de los pilotos, que persisten en el estricto cumplimiento de sus condiciones de trabajo, adquiere un significado que supera el exclusivo marco laboral. Un colectivo que hasta ayer mismo era considerado como privilegiado, con unas condiciones de trabajo que sustancialmente eran las mismas que hoy tratan de poner en práctica, no parece que por razones exclusivamente laborales se eche encima a la opinión pública y se exponga a la fácil -por la aparente evidenciaacusación de las centrales de clase.

En este sentido, es significativo el silencio que guardan las centrales sindicales, en contraposición con las denuncias y acusaciones que ante conflictos de colectivos considerados como privilegiados han venido realizando

De lo sindical a lo político

Aunque el SEPLA trata de suavizar al máximo su enfrentamiento con el alto staff de Iberia y de hecho sus portavoces niegan cualquier transfondo político a su actitud, no evitan sin embargo denunciar la incapacidad organizativa de la primera compañía aérea del país, «que nos obliga a trabajar hasta un 150% más que los compañeros de la British Airways, por ejemplo, mientras que nuestros sueldos estan muy por debajo de los que pagan otras compañías europeas y americanas».

Esta situación, reconocida por la propia compañía, tiene su origen -y en ello coinciden los portavoces de ambas partes consultadas por el BAIS- en el intervencionismo de la Administración, que impide el adecuado comportamiento gerencial para evitar que una empresa como Iberia, que facturó el pasado año de 1978 más de 81.000 millones de pesetas, tuviera unos beneficios de tan solo ochocientos millones de pesetas.

Desde la presión popular, fomentada por un servicio competitivo con el transporte ferroviario, al que tanto en rapidez. como en frecuencia, seguridad y precio ha llegado a superar, hasta la presión institucional de los gobiernos civiles, antiguos diputados y actuales parlamentarios y entes autonómicos, la actuación interna de la compañía está mediatizada desde intereses ajenos a los meramente empresariales.

La actuación gerencial de Iberia -se lamentan sus directivos- está frenada en unos casos e influida en otros por intereses concretos de una determinada ciudad, que desea contar con su enlace aéreo con la capital. La presión para conseguir el puente aéreo con Bar-

El conflicto de los pilotos

celona -con frecuencia horaria y un coste inferior al billete ferroviario- apenas es comparable con la fuerza que hoy hacen determina dos sectores para incrementar el número de aviones que lo sirven. Experiencias como ésta son las que motivan que el usuario nacional de Iberia difiera bastante del que es habitual en los vuelos domésticos de cualquier compañía aérea.Y no sólo el intervencionismo toma forma en la configuración de las líneas internas que tiene establecidas la compañía, en gran parte absolutamente contrarias a la más mínima optica gerencial, sino que de acuerdo con las lamentaciones del, portavoz empresarial, el freno gubernamental a la solicitada subida de tarifas -que en la actualidad fijaría la compañía en un 26%- suprime la utilización de unas tarifas reales con fines disuarios.

Claro está que la prohibición de adecuar las tarifas aéreas en los vuelos internos permite al Gobierno una contención del índice del coste de la vida, con la consiguiente rentabilidad política. Lo que no conviene ignorar es la repercusión de estos precios políticos sobre el nivel de inflación de nuestra economía, puesto que se cobra en pesetas lo que se paga en dólares (aviones, combustible, repuestos, etcétera). Sin olvidar, en un plano más anecdótico, que los actuales precios no suponen otra cosa que el que la totalidad de los españoles que cotizan a Hacienda están financiando el transporte barato, cómodo (cada vez menos, también es verdad) seguro y rápido de los privilegiados usuarios de Iberia.

Crear trabajo

Otro aspecto que tímidamente denuncia el SEPLA es el que hace referencia a la abultada plantilla de Iberia, próxima a los 24.000 trabajadores. En este sentido, los propios responsables de la Compañía reconocen a EL PAÍS que no les falta razón a los pilotos cuando tratan de llamar la atención sobre el excesivo trabajo al que están sometidos. «Lo que ocurre realmente -señalan- es que mientras que los pilotos de Iberia trabajan más que los de cualquier otra compañía aérea europea, el personal de tierra, no es que trabaje menos, que así es en comparación con. los de otras compañías, sino que trabaja como el resto de los sectores de la producción de nuestro país. Y de todos es conocido el bajo nivel de producción que registra España.»

Las mismas fuentes empresariales señalan que, también en este aspecto, la presencia de la Administración tiene su influencia. «No olvidemos», dicen, «que el Gobierno nos obliga a crear puestos de trabajo y así ocurre, por ejemplo, que mientras que en las compañías que actúan con un concepto empresarial de la gestión el mismo operario que lleva los remolques con los equipajes sirve de combustible al aparato, en nuestro país un operario conduce el remolque, otros varios suben las maletas al avión y otros suministran el combustible.»

Sin descender a estos detalles, el SEPLA sí habla de una depuración laboral que apunta más a las alturas que a los maleteros y los conductores. La compañía, por su parte, tiene en marcha un plan de racionalización del trabajo que va orientado de manera primordial a posibilitar el incremento de la plantilla técnica.

Mientras tanto, la suspensión de vuelos continúa, los pilotos persisten en su actitud y todo hace suponer que Iberia, como empresa pública, puede convertirse en la primera experiencia de saneamiento desde dentro.

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