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Crítica:OPERA EN LA ZARZUELA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Estreno de "Katerina Ismailowa", de Chostakovitch

Sin presión política, sin reprimendas de la Pravda, sin el manifiesto de Jdanov sobre la literatura, la filosofía y la música, ¿la obra de Chostakovitch habría sido distinta a lo que en realidad fue? Tengo serias dudas sobre el particular, salvo en un aspecto: el tumulto levantado en torno a su ópera Lady Macbeth del distrito de Mzensk (que hoy conocemos bajo el título de Katerina Ismailowa) alejó al compositor de un género para el que estaba particularmente dotado: la ópera. El propio Chostakovitch ha contado la atracción sentida por el género dramático desde los años de juventud, cuando trabajaba con Sokolowski en el Teatro de la Juventud Obrera, de Leningrado; ha escrito sobre la impresión que le causara La Dama de Espadas, de Tschaikowsky, montada por Meyerhold, la Mascarada, de Lermontov-Glazounov o, más adelante, el conocimiento de Alban Berg y su Wozzeck. También acerca de sus ilusiones sobre un cine-ópera que debería poseer sus propias leyes.Impresiones todas que, junto a un cierto gusto por la ironía, un claro deseo de entroncar con una tradición tan significativa como la de Moussorgsky y una voluntad de penetración psicológica en los personajes y las realidades sociológicas que puedan simbolizar, le llevaron en 1930 a trabajar sobre una novela de Nicolás Leskov (1831-1895), autor en el que Gorki creía como el más perfecto conocedor de la lengua rusa. Tal novela no era otra sino Lady Macbeth del distrito de Mzensk, que convertida en ópera se estrena en el Pequeño Teatro de Leningrado el 22 de enero de 1934, con tal éxito que pronto pasa a Moscú y ocupa los escenarios de Nueva York, Cleveland, Londres, Praga, Estocolmo, Zurich y otros de igual importancia. A Lady Macbeth sigue otro empeño teatral, el «ballet» Arroyo Claro, tan distinto en el argumento (esta vez completamente actualista y situado en un kolkhoz) como en la estética musical. Una y otra pieza desencadenan los célebres artículos condenatorios de Pravda (1936), que se dicen inspirados por el mismo Stalin. Como anota Martynov en la ópera se le reprocha un vocabulario demasiado complejo (el editorial se titula Galimatías musical) y en el «ballet» se le acusa de conceptos demasiado simples. Cierto que Chostakovitch entona el mea culpa y, confiesa su certeza en la falta de futuro de ciertas tendencias modernistas, así como la ausencia de identificación personal que provocan. No menos cierto que Lady Macbeth había sido un trabajo profundamente sincero del que, en su fuero interno, no podía avergonzarse. De ahí que, después de un apartamiento de la escena de casi treinta años, cuando las circunstancias lo permitieron, hizo retornar a la vida su ópera, levemente retocada y modificada en su título: Katerina Ismailowa, reinicia su camino para instalarse de modo definitivo en el repertorio dramático contemporáneo. En realidad, el autor se ha limitado en la nueva versión a simplificar levemente algunas líneas melódicas, a suavizar la tan criticada crueldad erótica de ciertos momentos y a introducir un interludio de nueva creación. Así fue presentada, sin gran propaganda, en el teatro Stanislavsky, la noche del 26 de diciembre de 1962. A la representación asisten el hijo de Kruschev, los directivos de Pravda y otros personajes de la política oficial soviética. Entre tanto, no cabe duda que el compositor, herido por el desencanto, se desvía del género operístico, al que no vuelve hasta 1959, con una opereta: Moscú, barrio Tcheriomuchki, sobre libreto de Chervinski.

Libro de Chostakovitch y Preis, sobre Leskov

Director musical: Turchak. Director escénico: Molostova. Coro: Venediktov. Protagonistas: E. Kolesnik, Zagrebelnyi, Grinenko, Duvrobin y Lubimova. 25, 27 y 28 de abril.

Desde Mosser hasta Lonchampt coinciden en la extraordinaria fuerza de Katerina Ismailoiva, en su vigor dramático, en su capacidad de síntesis, en los conceptos gestuales de un dramatismo irresistible, en la prodigiosa intensidad y el brutal realismo. Y es que Chostakovitch practica un verismo a la rusa, un expresionismo bastante diverso del de Alban Berg, pero perfectamente lógico en su contemporaneidad y, no lo olvidemos, consigue algunas páginas del más alto y noble lirismo. Basta recordar el conmovedor acto cuarto, en el que el pueblo que habitara el teatro moussorgiskiano vuelve como gran protagonista. El virtuosismo orquestal -y en general, la calidad de escritura- es tan dominador aquí como en ninguna otra obra del mismo autor, y la riqueza de vocabulario nos lleva desde expresiones angustiadas hasta soluciones irónicas que se complacen en una suerte de neo-offenbachismo. La tragedia satírica de Katerina Ismailowa ha sido explicada, con gran precisión por su creador: un personaje como la protagonista, capaz de matar repetidas veces antes de suicidarse, supone un rayo de luz en el reino de las tinieblas. «Las muertes que comete -dice Chostakovitch- no son propiamente crímenes, sino rebeldía contra la atmósfera pesada, sombría y nauseabunda que reinaba entre los mercaderes aburguesados del siglo XIX.»

Se advierte, aun sin explicaciones, esta ternura del compositor hacia esta bella, juvenil y oscura heroína, para la que reserva en la partitura los mejores acentos de su lirismo. Casi podríamos decir que la protagonista domina enteramente la acción; de ella se desprenden las luces iluminadoras de los otros personajes; de la prospección en los abismos psicológicos de Katerina nacen, como contraste, las expresiones exteriores, las imágenes tan vivas y coloreadas, de cuanto es su entorno.

Katerina Ismailowa ha sido la mejor consecución de la Opera de Kiev en su visita a Madrid. La escenografía, simple y actual, de Borovski y Klementiev, la estupenda regie de Molostova, la plástica y, a la vez, honda labor del director musical Turchak, la perfecta conjunción y acción del coro (Venediktov), fueron el mejor soporte para la labor de los protagonistas. No es una gran voz la de la Kolesnik, pero todo su hacer es convincente y de gran persuasión. De muy alta calidad vocal y artística los bajos ZagrebeInyi, Krasulia, Losistki y Matvefv. El tenor Tretiak (Sergio) y Grinfenco y cuántos intervinieron en unos repartos con múltiples posibilidades combinatorias, obtuvieron un éxito caluroso y nos dieron ocasión de conocer, en todo su valor y autenticidad, la ópera de Chostakovitch.

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