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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Por el estatuto de los trabajadores

(Secretario general de CCOO)

Desde que en el congreso de la AFL (American Federation Labour) de 1888 se decide dedicar el Primero de Mayo de 1890 a conseguir la jornada de ocho horas, porque «reduciendo la jornada de trabajo no solamente daremos a los que buscan trabajo en vano el medio de encontrarlo, sino que haremos más constante nuestro empleo y nuestros salarios más estables y menos expuestos a reducciones». Desde que en las jornadas socialistas internacionales de julio de 1889 en París se acuerda seguir la fecha elegida por los trabajadores norteamericanos y hacer de ella una jornada internacional de lucha por esos mismos objetivos, hasta este Primero de Mayo de 1979, han pasado noventa años y a nivel mundial nos encontramos con que la crisis se caracteriza por altos niveles de paro, por el alza constante del coste de la vida y crecimiento nulo o bajo de las inversiones y de la renta nacional.

El capitalismo monopolista de Estado, las multinacionales y el neocolonialismo sitúan a los trabajadores ante el mismo dilema de 1890: paro, crisis y explotación o reducción de la jornada y cambios en el modelo económico. Hoy como ayer, los hombres y las mujeres pasan hambre por haber producido tanto. La ciencia y la técnica produce mucho y por producir mucho, en las fábricas surgen desiertos, en vez de en los desiertos fábricas. Y las «economías de mercado», como escribiera recientemente Galbrait, han llegado a un callejón sin salida; y no existe ya ninguna fórmula conocida para detener la inflación sin generar más paro, ni hay posibilidad de reducir el paro sin generar más aumento de los precios.

En nuestro país convergen crisis mundial y nacional con el fin del modelo burocrático-ciligárquicofranquista y bajo la dominación de un capitalismo que se ha desarrollado con créditos fáciles, con pedidos fáciles, y con protecciones aduaneras igualmente fáciles. Es un capitalismo no dinámico, no competitivo, de aire acondicionado, que hace crisis precisamente en este contexto internacional; una irracionalidad que cierra el paso a la racionalidad.

Y llegamos a la siguiente paradoja de recursos cada vez mayores y cada vez más concentrados en la gran banca, y paro y miseria cada vez más extendido entre los trabajadores que han creado esa riqueza.

Los datos que ya conocemos, las asambleas de accionistas, que se están celebrando, correspondientes al ejercicio 1978, son expresivas: el Banco Hispano Americano aumentó un 20 %-, sus resultados, deducidos costes de explotación, alcanzaron 10.587 millones en 1978, contra 8.841 en 1977. El Banco de Vizcaya aumentó sus beneficios netos en un 17,67 % en relación con 1977, y dedica a fondos autoseguros y regularización de balances 10.700 millones, que sin duda serán más tarde distribuidos como acciones gratuitas. El Banco de Valencia aumenta sus recursos en un 26 % y pasa de 4.240 millones, en X977, a 5.330 en 1978; y el Banco Exterior asciende un 25 %sobre 1977.

Al mismo tiempo, nuestro país ve como los trabajadores pasan cada vez más necesidades, cada vez más hambre, y los parados crecieron ese mismo año en 250.000, situándose, según nuestros datos, en 1.500.000, y según los datos oficiales, en cerca de 1. 100.000. Y se anuncia que el próximo año ya (lo señala eljefe de estudios del Banco Bilbao) crecerán en 200.000 nuevos parados.

En estas circunstancias vamos a celebrar el Primero de Mayo de 1979 en España. No es de extrañar que los trabajadores nos veamos obligados a situar entre nuestros planteamientos fundamentales, los mismos objetivos básicos que hace un siglo: asegurar en la práctica el derecho al trabajo y al pan, y ese estatuto que consiga los derechos sindicales para que la democracia que está llegando en o político no siga detenida en lo económico-social, entre en los centros de trabajo.

Esta misma crisis económica que nos afecta a los trabajadores en primer lugar (con una patronal que no ha aprendido nada de la democracia, a la que combate, ni olvida nada de su franquismo pasado) esta CEOE-Trilateral no solamente se enfrenta con los trabajadores, sino también con la pequeña y mediana empresa.

Las ásperas discusiones de estos días entre la CEPYME y la CEOE son el reflejo de que en este país, ante la grave crisis económica, es necesario, para luchar contra ella y contra el paro, la cooperación de todos los sectores partidarios de una economía más racional, más nacional y más participativo-democrática, entre los que en primer lugar nos encontramos los trabajadores y la pequeña y mediana empresa.

Es necesaria una cooperación para un plan de solidaridad nacional contra el paro y de reconversión de la economía. Sólo sobre la base de esta cooperación y democratizacíón en el cuadro de un proceso político complejo, de un terrorismo exacerbado, podremos hacer frente con éxito, aunque con sacrificios, a esta crisis y a este paro, y preparar nuestra economía para el ingreso en el Mercado Común.

Está claro que si la CEOE y la gran banca mantienen su política de intransigencia, bunqueriana, los trabajadores nos tendremos que encaminar, utilizando las vías constitucionales, hacia una presión generalizada que nos asegure trabajo, pan y libertad.

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