Nueva voz contra el paro
Secretario general de UGT
Más de un millón y medio de trabajadores en paro. Cada mes, 20.000 más se suman a esta escandalosa cifra. Doscientos cincuenta mil jóvenes llegarán en los próximos meses a la edad en que tendrán que conseguir su primer empleo, mientras el Gobierno anuncia que creará sólo 150.000 puestos de trabajo. De abril de 1978 a este abril de 1979, los precios han aumentado un 17,3 % y los salarios nada más que el 16,79%.
En estas condiciones, hoy, Primero de Mayo, millones de trabajadores salen a la calle en todo el país, respondiendo al llamamiento conjunto realizado por la Unión General de Trabajadores y Comisiones Obreras.
Hace un año, en el primer 1 de mayo celebrado en libertad, los trabajadores pedíamos medidas urgentes contra el paro y en favor de las mejoras salariales, la devolución de nuestro patrimonio y el pleno reconocimiento de los derechos sindicales. Han pasado doce meses y, aquí y ahora, alzamos nuevamente nuestra voz contra el paro, por los derechos sindicales y por la devolución del patrimonio sindical. Las peticiones son idénticas, pero tenemos que reconocer que el ambiente es peor.
Este Primero de Mayo estará dentro de la normalidad, pero ha de ser, desde luego, más tenso y más beligerante, porque el Gobierno ha provocado que los problemas que sufre la clase trabajadora se presenten gravemente deteriorados. Si hay tensiones, se deberán a la realidad objetiva. Después de dos años de legalidad de las centrales, los trabajadores tenemos que seguir movilizándonos para continuar reclamando la recuperación de un marco democrático de actividad sindical. Y así se hará, ya digo, en 350 localidades del país.
La política del Gobierno de UCD no ha podido ser más despreciativa frente a las centrales sindicales. Parece que éste no acaba de asimilar que los sindicatos son absolutamente necesarios en todo marco democrático, que deben permanecer integrados en la vida ordinaria del país y, por el contrario, pretende marginarlos. Desde luego, inútilmente. Pero lo intenta. Así, el Ministerio de Trabajo propuso en su día a la UGT que tomara parte en una comisión que tendría como objetivo la redacción del estatuto del trabajador, pero luego, jamás fuimos convocados al reunión alguna. Sobre el desprecio que ello supone, vemos ahora el proyecto de estatuto elaborado por el partido del Gobierno, en el que se margina a las secciones sindicales y sólo aparecen como interlocutores los «órganos unitarios de los trabajadores»; no contempla un auténtico marco de libertades sindicales que reconozca las competencias de las centrales, y en el seno de las empresas, las de los comités y secciones.
Hace pocos días, uno de los autores de tal estatuto redactado por UCD ha dicho que su modelo «se basa en el derecho de la negociación colectiva, libertad sindical y una menor intervención del Estado». En efecto, la intervención del Gobierno sólo ha acarreado, hasta el momento, efectos negativos, La política económica de tinte reaccionario que lleva, el Gobierno, jusficada en base al plan de estabilización, está llevando a muchas empresas al borde de la crisis, y ésto sólo puede traer como consecuencia inmediata el aumento del número de parados. Al mismo tiempo, se acepta la «movilidad de plantillas» y premia las horas extra, lo que supone, a su vez, un incremento de desempleados y el freno a la creación de nuevos puestos de trabajo. La desorientación es tan evidente, que hasta uno de los líderes de la gran patronal acaba de manifestar que desconoce si el Gobierno tiene alguna política económica coherente.
Otra postura de clara marginación y desprecio ante las reivindicaciones sindicales se manifiesta ante la reclamación del patrimonio expoliado a los trabajadores. Del patrimonio histórico, sólo le han devuelto a la UGT seis casas del pueblo; del patrimonio acumulado, apenas nada. Mientras, la mayor parte de esos inmuebles, por valor de cientos de millones de pesetas, se ponen al servicio de los ministerios.
Otra razón por la que la voz de los trabajadores se oirá hoy con un acento necesariamente beligerante es la evidencia de que el Gobierno de UCD gira a la derecha. Tras las elecciones, Coalición Democrática salió destrozada, y de forma normal y paulatina se integra, con su apoyo, en UCD, pero desde luego no será de forma gratuita. El nexo de unión, por tanto, que ata a UCD con los grandes empresarios, se acentúa aún más. Por otro lado, el partido en el poder ha presentado en las pasadas elecciones municipales a más de 6.000 candidatos para intentar cubrir otras tantas concejalías de los ayuntamientos del país, la mayoría de procedencia inequívocamente franquista, y se pone en sus manos, en las manos de quienes han estado años y anos impregnados de la doctrina y esencias del «Movimiento».
Todo este conjunto de síntomas alarmantes provoca la justa reacción de protesta de los trabajadores del país. Nosotros rechazamos en el fondo, y en la fortria, el estatuto elaborado por UCD, y estamos redactando una alternativa al mismo que defenderemos hasta el final. Nosotros nos negamos a aceptar que la única misión de las centrales sindicales sea la negociación de convenios. El Gobierno y sus empresarios no cesan de pedir responsabilidad a los sindicatos al tiempo que los margina de manera irresponsable. Será UCD quien agrave, de forma estúpida, la situación. Nosotros, hoy, elevaremos la voz «contra el paro, por los derechos sindicales y por la devolución del patrimonio sindical», con movilizaciones que no se reducen a la repetición de un eslógan, sino a una actitud de defensa de los derechos de la clase trabajadora., que de forma sensata llevaremos hasta las últimas consecuencias.
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