Sadat atacó a quienes, dentro y fuera de Egipto, condenan el tratado con Israel
ENVIADO ESPECIAL, Cuando se esperaba un discurso prograrnático con ocasión de la presentación del tratado de paz egipcio-israelí ante la Asamblea Nacional, el presidente de Egipto, Anuar el Sadat, pronunció ayer una alocución esencialmente polémica y apasionada en la que atacó al mundo árabe y a la oposición interior, que condenan su política de paz con Israel.En su discurso, de más de tres horas de duración, Sadat subrayó tres puntos fundamentales de su actual política.
El primero se refiere a que el tratado de paz con Israel no constituye, según Sadat, un fin en sí mismo, síno que se trata de la piedra angular, de la primera etapa, en la construcción de una paz global en Oriente Próximo.
En segundo lugar, recalcó que el sector oriental de Jerusalén forma parte de Cisjordania y que, por consiguiente, será incluido en las negociaciones sobre la autonomía ,de los territorios ocupados que deben iniciarse dentro de tres semanas, aproximadamente.
En tercer lugar, manifestó que la democracia en Egipto será respetada e incluso ampliada, pero «no permitiremos malsanas disensiones... Es muy fácil explotar las dificultades y sufrímientos del pueblo y sembrar así la discordia».
En un apasionado alegato en favor de su política, Sadat recordó extensamente su apego a la causa palestina y a la defensa de los derechos de los árabes y del mundo musulmán a recuperar el sector árabe de Jerusalén.
Cuando atacó a los países árabes, gritó: « ¡Cuántos crímenes han sido cometidos en nombre de la solidaridad árabe!» Hábilmente, recordó que ya el presidente Nasser tuvo dificultades con la «mentalidad árabe de rechazo», cuando aprobó una resolución soviéticoamericana en agosto de 1967, que pedía la retirada de los israelíes de los territorios árabes ocupados, y que fue rechazada por trece países árabes en las Naciones Unidas.
Egipto, dijo Sadat, ha defendido siempre los intereses del mundo árabe, incluso cuando no era comprendido por otros países árabes. El presidente advirtió a la oposición que «actuaba contra los impulsos del pueblo egipcio en favor de la paz».
Cuando se refirió a los países árabes que condenan el acuerdo, Sadat se mostró primero conciliador al manifestar que no necesitaba recordar que si los embajadores ,árabes en El Cairo, llamados por sus respectivos Gobiernos, decidían regresar, «les daré la bienvenida». Pero a continuación censuró duramente a quienes pretenden «dar lecciones a Egipto en la cuestión palestina» y recordó que Egipto alberga a 9.600 estudiantes palestinos «rechazados por Gadafi, Assad y otros "campeones" de la causa palestina». También evocó las matanzas de palestinos perpetrados por los sirios en Líbano y por los soldados del rey Hussein en Jordania durante el «septiembre negro » de 1971.
«¿Qué es lo que he hecho yo?, gritó Sadat. En Camp David dije a Carter y a Begin: ni Hussein, ni Begin, ni Sadat tienen derecho a decidir la suerte de los palestinos. Los propíos palestínos tienen que hablar por ellos mismos.» Seguídamente acusó a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) de «traicionar los intereses de su pueblo » por miopía política y por seguir los consejos del Frente de Rechazo Arabe.
Cuando dirigió sus censuras a la oposición interna, sorprendió a su auditorio al citar y polemizar con los textos clandestinos difundidos por sus adversarios y que circulan bajo cuerda en El Cairo.
Esta polémica, a la que dedicó más de una hora, ha sido interpretada por algunos observadores como una señal de debilidad de Sadat. El hecho de que dieciséis diputados, pertenecientes desde la izquierda hasta los ultranacionalistas de derechas, como los Hermanos Musulmanes, pasando por los conservadores de la WAFD y los nasseristas, hayan osado convocar una conferencia de prensa semiclandestina para criticar el tratado de paz con Israel, inquieta a Sadat. Tanto más, cuando este ataque viene a sumarse a la requisitoria lanzada por cuatro miembros del antiguo Consejo de la Revolucíón, que dirigió Egipto bajo Nasser.
Según otros observadores, esta polémica mantenida por Sadat sería, por el contrario, un signo de fuerza.
En cualquier caso, la contraofensiva lanzada ayer por Sadat revela un cierto malestar en el seno de la clase política egipcia.
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