Las ventas nucleares alemanas a Brasil, en peligro
La gira latinoamericana que realiza el canciller de la República Federal de Alemania, Helmut Schmidt, se ha visto gravemente deteriorada por el accidente ocurrido en la central nuclear de Harrisburg (Pennsylvania). El objetivo primordial del viaje de Schmidt es, en efecto, la discusión con las autoridades brasileñas de los términos del contrato firmado en 1975 entre los dos países para el suministro de varias centrales atómicas alemanas al Gobiemo de Brasil.Este ambicioso programa, que supone la instalación de ocho plantas nucleares a un costo de 25.000 millones de dólares (cerca de dos billones de pesetas), podría verse alterado seriamente.
Estados Unidos ha presionado de manera insistente a Alemania para que no vendiese tecnología atómica a Brasil y Argentina, los únicos países latinoamericanos que tienen programas en este campo. Ninguno de los dos países han firmado el tratado de no proliferación nuclear y, por el contrario, han insistido recientemente en que «nada alteraría» la marcha de sus programas atómicos.
En su propio país, además de las presiones norteamericanas, Helmut Schmidt ha debido sortear fuertes oposiciones internas a los contratos nucleares firmados con Brasil. El accidente de Harrisburg dará ocasión a estos grupos para reactivar sus presiones sobre el canciller. Paralelamente, servirá también a los numerosos brasileños que consideran descabellados los planes de nuclearización del país.
Argumentan aquéllos que Brasil no ha utilizado aún ni la décima parte de su capacidad hidroeléctrica total, para cuyo desarrollo no serían necesarias, además, inversiones tan costosas como las del programa nuclear.
Para los alemanes, un parón en los programas nucleares argentino y brasileño (que bien podrían utilizar Estados Unidos como arma psicológica para calmar los ánimos de sus ciudadanos, sensibilizados por el accidente de Harrisburg) supondría la pérdida del mayor convenio de exportación realizado en la historia comercial de la República Federal, que merecidamente recibió el nombre de «contrato del siglo».
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