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Planes para evacuar un millón de personas tras una nueva fuga radiactiva en la central de Harrisburg

Un nuevo escape de vapores radiactivos se registró ayer por la mañana en la central nuclear Three Mile Island, obligando a las autoridades de Pennsylvania a poner en estado de alerta a la Guardia Nacional y a preparar planes de evacuación para los residentes en el área que, en caso extremo, podrían afectar a un millón de personas.

Por el momento, se dio la alarma a los residentes en un radio de dieciséis kilómetros, aconsejándose que permanezcan en el interior de sus casas, con los sistemas de ventilación cerrados y con el equipaje imprescindible dispuesto, por si fuera necesario proceder a la evacuación.

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El gobernador de Pennsylvania, Dick, Thornburgh, que había declarado el día anterior que «todo está bajo control» y asegurado que no existía el menor peligro, optó ayer por «aconsejar» a las mujeres embarazadas y los niños que habiten en un área de ocho kilómetros alrededor de la central atómica que abandonen la zona. El gobernador, que ordenó también el cierre de las escuelas, dijo que no había constancia de un peligro real, pero que prefería «pecar de exceso de precauciones».

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En el área de diez millas (dieciséis kilómetros) que podría evacuarse en las próximas horas habitan unas 13.000 personas, pero los planes de emergencia de las organizaciones de defensa civil prevén, incluso, la evacuación de cinco condados cercanos, habitados por casi un millón de personas.

La radiación medida ayer en las cercanías de la planta atómica, que sufrió un grave accidente el miércoles, alcanzaba los 12.000 milirems, es decir, doce veces más que la radiación recibida en un examen del tórax mediante rayos X. Sin embargo, las informaciones sobre la cantidad y la extensión de las radiaciones son totalmente confusas y, a menudo, contradictorias. A esta confusión se suman las diferentes unidades de medida empleadas y el desconocimiento de la opinión pública de términos como Röentgen, Rad o Rem, en los que se facilitan las cifras de contaminación radiactiva.

El escape de vapores radiactivos se produjo ayer, entre las seis y las nueve de la mañana, pese a que la noche anterior se daba como seguro que el reactor averiado el miércoles estaba bajo control.

El presidente Jimmy Carter ordenó ayer el envío de helicópteros y equipos de comunicaciones a la zona afectada, en previsión de que sea necesario evacuar a miles de personas, como consecuencia del accidente más serio jamás ocurrido en la historia de la utilización industrial de la energía atómica.

Críticas a los informes oficiales

Los primeros informes oficiales, que negaban cualquier peligro para los residentes en la zona, fueron criticados ayer por una serie de expertos y científicos. Así, George Wald, biólogo, premio Nobel en 1967, declaró que «si mi mujer estuviera embarazada y viviera en un radio de cinco kilómetros la sacaría de aquí en seguida». Para el científico, se tardarán treinta o cuarenta años en conocer los efectos reales del accidente nuclear, cuando existan datos sobre la tasa de mortalidad por cáncer en la zona.

La central Three Mile Island, construida por Babcock and Wilcox, y valorada en mil millones de dólares, había sufrido problemas de seguridad anteriormente, se supo ayer. Durante 1978, la planta atómica hubo de detenerse en veinte ocasiones por pequeñas averías.

Los expertos que analizaron el accidente del miércoles lo achacan a un «mosaico» de fallos de seguridad, agravados aún más por dos errores humanos. Los responsables de la planta atómica no advirtieron -o no anunciaron- que estaba escapándose vapor radiactivo hasta tres horas y media después de que se produjese el accidente.

Éxodo silencioso

Millares de personas comenzaron ayer a abandonar, discretamente, sin escenas de pánico por el momento, las ciudades y pueblos cercanos a la planta atómica. En Harrisburg, situada sólo a dieciséis kilómetros de la estación nuclear, los comercios cerraron pronto, había largas colas de automóviles en las gasolineras y no se veía a nadie por las calles.

Se supo ayer también que el río Susquehanna tenía muestras de contaminación radiactiva, al verterse desde la planta cientos de miles de litros de agua contaminada. El nivel de radiación no es peligroso, se aseguró oficialmente, pero casi nadie cree ya las afirmaciones de ese tipo.

Este accidente, de aún imprevisibles consecuencias, supondrá, sinduda, un serio revés para las grandes compañías que desarrollan la energía atómica. Cientos de manifestantes antinucleares se trasladaron ayer a Pennsylvania y diversos senadores y congresistas están pidiendo ya una revisión de las normas de seguridad de las centrales y un endurecimiento de los requisitos exigidos para conceder licencias de construcción de plantas atómicas. En este momento funcionan en Norteamérica 72 de estas centrales.

Mientras tanto, los cines de Estados Unidos donde se proyecta la película The China syndrome, registran llenos diarios. En este filme, protagonizado por Jane Fonda, Jack Lemmon y Michael Douglas, se describe un accidente en una planta atómica muy similar al registrado en Pennsylvania. «La realidad imita al arte», titulaba ayer un diario, comentando la película, que había sido acusada de alarmista e izquierdista, porque presentaba a los propietarios de la central queriendo ocultar al público el peligro existente.

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