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El medio ambiente de Madrid está fiado a la bondad del clima

Hubo un tiempo, no tan lejano, en el que muchos madrileños se constipaban con el viento de de la sierra de Guadarrama, huésped puntual de Madrid cuando esta ciudad no llegaba al millón de habitantes. Hubo un tiempo, ya perdido, en el que el paseo de la Castellana era un corredor ventilado por donde los paseantes tomaban el fresco en verano sin olvidar en casa la toquilla. Hubo un tiempo, en fin, en el que los niños tenían espacios para jugar y oportunidades para aprender -entre otras cosas- que las vacas son pacíficos animales que dan leche y carne. Pero ahora los constipados los produce casi en exclusiva una atmósfera contaminada e insolente que ha originado más de 300.000 casos de enfermedades broncopulmanares entre los vecinos. Inmaculada de la Fuente ha realizado este reportaje.

Ahora, muchos niños creen que la carne viene del supermercado y que la leche sale de un triángulo de cartón. Ahora, los escasos árboles de la ciudad son simples manojos de corteza agonizante y las ventanas de las casas, otrora luminosas, se han ido quedando ciegas, taponadas de hollín. Y, lo que es peor, ahora a los madrileños les ha cambiado el color de la cara y salen a la calle con el gesto hosco, como temiendo que el alquitrán llegue a ensuciarles el corazón.Pero los casi cuatro millones de madrileños que habitan esta ciudad no son los únicos responsables de que el medio ambiente se haya deteriorado. Hubo -y hay- intereses políticos y financieros que propiciaron el crecimiento sin freno de la capital y que medraron como doradas sanguijuelas a costa de los castizos y los recién llegados. Pero hay, además, otros culpables, algunos tan visibles como esos 850.000 coches que cruzan el centro de Madrid, más los 245.000 que recorren la periferia. Son los vehículos, las calefacciones, las chimeneas de establecimientos hospitalarios y similares y las pequeñas industrias de barrio los que emiten esa acidez pastosa y polvorienta que reseca labios y lengua y que llega a ennegrecer los bordes de las uñas. «El problema de las calefacciones está superado desde que obligamos a usar líquidos ligeros, con poco azufre, como el gasóleo C» , explica Florentino Pérez, delegado de Saneamiento y Medio Ambiente del Ayuntamiento de Madrid. «Nuestra principal preocupación son los automóviles que emiten excesivos humos, concretamente, los vehículos tipo diesel, unos 50.000 en total. Hemos terminado ahora una nueva Ordenanza de Tráfico muy realista que posibilita hasta el precintado del vehículo en malas condiciones cuando el propietario reincide o hace caso omiso a nuestras advertencias.»

No obstante, el paso necesario que hay que abordar ya es la sustitución paulatina del medio de locomoción privado por los transportes colectivos. Esta medida tendría que llevar aparejada una fuerte inversión municipal que aumentara la cantidad y calidad de autobuses, líneas de Metro y red de trenes de cercanías. Se estima que un 25% de los madrileños acapara el 80 % de las calles con sus coches, pero para que renunciaran a esta segunda piel metálica, el Metro y las líneas de autobuses tendrían que aumentar en un 60 % y deberían reunir las condiciones higiénicas que hoy no tienen. Y, naturalmente, los de arriba tendrían que dar ejemplo: «Yo no dejo mi coche en casa si sigo viendo coches oficiales a diestro a siniestro», dice un hombre que vive en Moratalaz y trabaja en el centro. Los grupos ecologistas piden, además, una remodelación de tráfico que incluya islas peatonales en el centro y lugares congestionados y la creación de un carril de bicicletas como alternativa a los vehículos convencionales. «Ya que perdimos tranvías y trolebuses, esperamos conseguir vía libre para las bicicletas», aseguran.

Una sombrilla de aire contaminado

La emisión de anhídrido sulfuroso y otros gases que escupen los vehículos no sólo contamina el asfalto, sino que se expande por la atmósfera y se mezcla con la composición habitual del aire. Si hay estabilidad atmosférica, las altas concentraciones de SO2 (anhídrido sulfuroso), provocan una inversión térmica, una especie de sombrilla de aire contaminado que sólo puede limpiar el viento o la lluvia. En cambio, si la estabilidad atmósferica dura cierto tiempo, el aire que se respira no sólo es sofocante: su toxicidad puede ser tal, que produzca la muerte. En 1952 esta tragedia ensombreció la vida en Londres, y en 1930 ya había ocurrido algo parecido en Bélgica, en el valle de Mosa. Las muertes producidas en estos dos paises provocaron unas severas medidas anticontaminantes en sus legislaciones.

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En Madrid, entre tanto, el Ayuntamiento ha instalado una red automática encargada de medir los valores de inmisión de gases tóxicos en la atmósfera. A pesar de las frecuentes críticas que se han hecho a la localización de los aparatos de medición, y concretamente a uno de ellos, el de la plaza de Roma, situado junto al parque de Eva Perón, los niveles de. contaminación superaron, en ocasiones los valores admisibles:, cuatrocientos microgramos de SO2 por metro cúbico.

Este año, gracias a las generosas lluvias, el promedio de contaminación en la ciudad ha sido relativamente bajo, alrededor de los cien microgramos de SO2 por metro cúbico, lo que no significa que en ciertas zonas, como Atocha, Legazpi y Colón, estos niveles no sigan siendo más altos.

«Lo terrible es que en esta ciudad estamos a expensas del clima. El Ayuntamiento lo único que hace es medir la contaminación y mostrarse satisfecho cuando el tiempo hace bajar los niveles. Pero en este caso estamos al socaire de la meteorología, y si hay una inversión térmica de doce días, nos asfixiamos», dice el biólogo Rafael Silva.

Por su parte, Ana Crespo, del departamento de Botánica de la facultad de Farmacia, ha realizado un fascinante estudio sobre la contaminación madrileña a través de indicadores biológicos, concretamente líquenes. Sus conclusiones ponen en entredicho la fiabilidad y resultados de los datos obtenidos por el Ayuntamiento en estos últimos años. «Los líquenes son seres muy sensibles a la contaminación y, según sus diferentes especies, resisten más o menos a las condiciones hostiles del medio. Empecé a tomar muestras de las cortezas de los árboles de las diferentes zonas de Madrid y, una vez procesados los datos, obtuve una gradación de zonas de Madrid de Norte a Sur, según su menor o mayor contaminación», explica Ana Crespo. «En la zona de Fuencarral todavía vivían algunos líquenes muy sensibles al medio; en Moncloa y Hortaleza no pude encontrar las especies anteriores, pero había otras más resistentes. En el centro, incluyendo Carabanchel, parte de La Latina, Sol, Chamberí y Cuatro Caminos, parte de Salamanca, Vallecas y Mediodía, sólo pude encontrar especies muy resistentes. Y en el sector sur de Arganzuela (que es la parte más hundida de ese valle que es Madrid) y Villaverde, los niveles de contaminación son tan tóxicos que los líquenes han muerto; sólo pude encontrar un alga y un tipo de liquen excepcionalmente resistente y en estado mortecino.»

«Aunque en el centro de Madrid sean el tráfico y la concentración urbanística las principales causas contaminantes, en Arganzuela y Villaverde hay una causa más: la contaminación industrial. Una contaminación que de alguna manera afecta también al centro urbano, pues no hay que olvidar que el viento ábrego, procedente del Sur, barre la contaminación de Villaverde hacía arriba, hasta chocar con la pantalla de la sierra, aunque el trazado urbanístico hace que no se difunda por la capital y quede más concentrado en Arganzuela» sigue diciendo Ana Crespo. «Hasta ahora, el Ayuntamiento se ha limitado a señalar los niveles contaminantes del aire del centro urbano pero ha olvidado la contaminación sólida de partículas y polvo, que no se encuentran en el aire, sino a ras de suelo. La lluvia hace que se depositen en la tierra en el agua y en los objetos determinadas partículas que con la misma humedad sufren una serie de transformaciones ácidas muy perjudiciales», concluye la señora Crespo.

Villaverde es el ejemplo más dramático de contaminación industrial en Madrid: las casas de vecinos y las fábricas de fundición están construidas unas junto a otras, a pesar de que el Reglamento de Actividades Molestas, Insalubres, Nocivas y Peligrosas (1961) señala que las industrias peligrosas deben estar a 2.000 metros de distancia de las viviendas. Pero alguien, seguramente poderoso, convirtió este suelo industrial en suelo edificable, hecho que permitió, entre otros males, que allá por los años sesenta se construyeran viviendas para los trabajadores de Butano 1 junio a la tristemente famosa fundidora de plomo MESAE. Así como en los buenos tiempos del capitalismo más feroz los obreros de Villaverde tienen que respirar contaminación a cambio de seguir comiendo, en tiempos del franquismo no tuvieron voz ni voto para protestar, y ahora, que teóricamente los tienen, perderían sus puestos de trabajo si se enfrentaran con sus patronos.

«Son muchas, además de MESAE, las fundidoras que hay en Villaverde (Hierros Madrid, Mata y Cía., José María Aristray, Boetticher Iglesias), así como industrias peligrosas (CAMPSA, Butano y otras). Recientemente ha empezado a realizarse una encuesta epidemiología en la zona y se ha iniciado una medición sistemática de la, contaminación industrial; pero tememos que ahora MESAE esté utilizando filtros anticontaminantes y que deje de usarlos cuando termine la investigación», explica Evelio Sánchez-Largo, presidente de la Asociación de Vecinos Pueblo Unido, de Villaverde Alto. «También hemos presentado al Ayuntamiento un proyecto de remodelación de tráfico que evite que los camiones industriales entren dentro del barrio. »

En cualquier caso, conviene recordar que ya en 1975 trece niños residentes en el barrio presentaron síntomas de saturnismo (plomo en la sangre), confirmados por los respectivos certificados médicos. Muchos de ellos con más de cuarenta microgramos por centímetro cúbico de sangre, índice que la OMS considera peligroso.

Los decibelios, una plaga

Pero no sólo la contaminación degrada el ambiente de Madrid. Entre otros horrores, los vecinos tienen que aguantar los ruidos infernales que coches y fábricas engendran -a veces, más de treinta decibelios sobre el oído-. Y para colmo, la evasión que les ofrecen las discotecas sigue siendo igualmente brutal para sus tímpanos. Y, además de los ruidos, los olores y hedores de las fábricas y la insalubridad de los barrios más desasistidos, consecuencia de la defensión del ciudadano ante la rentabilidad capitalista de unos pocos. «El conflicto entre intereses particulares y generales, y la búsqueda de la rentabilidad a corto plazo han mo-

El medio ambiente de Madrid está fiado a la bondad del clima

tivado que multinacionales y grupos inversores hayan urbanizado e hipertrofiado Madrid y parte de la sierra:», señala el catedrático González Bernáldez, del departamento de Ecología Humana de la Universidad Autónoma.Desde hace más de treinta años, las industrias han abusado de las ventajas de las infraestructuras de la capital para instalar sus industrias a un precio inferior al que hubiera supuesto situarlas en Extremadura o Andalucía. Al mismo tiempo han arrastrado a campesinos y pequeños propietarios rurales, encandilados por la frase «de Madrid, al cielo», a ser carne de contaminación y especulación, pues las inmobiliarias también han querido sacar su tajada y se han dedicado a hacer pisos ideales para los nuevos madrileños. Así, entre industrias e inmobiliarias, Madrid ha perdido su identidad, su calidad de vida y su manera de vivir.

Pero los especuladores no paran, y ahora se enriquecen a costa de manipular la contaminación que ellos mismos han creado. transformación del casco antiguo en oficinas, carestía desorbitada de las zonas menos contaminadas y ofrecimiento de una segunda vivienda en la sierra al sufrido y contaminado ciudadano medio. «El próximo año estará lista una ley general de medio ambiente, y desde las primeras elecciones legislativas todo ha empezado a cambiar: Coplaco tenía hasta ahora poca autoridad moral y poco respaldo legal, pero ahora nuevas leyes, como las de Patrimonio Arquitectónico, Arrendamientos Urbanos y Protección Pública de la Vivienda, reforzarán los derechos de los ciudadanos frente a los especuladores», afirma Eduardo Merigó, presidente de la CIMA (Comisión Interministerial del Medio Ambiente) y subsecretario de Urbanismo. «Una enmienda recientemente presentada a la ley de Valoración del Suelo hará obligatorio, mantener los usos de edificios destinados a colegios e iglesias y velará por zonas verdes públicas. »

El madrileño sólo dispone de siete metros cuadrados de espacio verde, mientras que en otros países de Europa las capitales cuentan con veinte metros cuadrados por cabeza. Algunas zonas, como la de Arganzuela y todo el sector sur de la capital, apenas cuentan con placitas simbólicas, y las negociaciones vecinales son lentas y laboriosas. « En países más capitalistas que éste, los movimientos ciudadanos y los ayuntamientos democráticos no se dejan atropellar como aquí», señala González Bernáldez.

Pero en vísperas de las primeras elecciones democráticas hay duelos terribles entre urbanizadora y asociaciones de vecinos, que temen que en el llamado anillo verde -tan vital para Madrid y, a la vez, tan frágil- se permita edificar viviendas cuyos servicios pague el Tesoro público, a cambio de recibir un 50 % de terrenos que pudieran ser eriales en vez de parques. Entre tanto, los vecinos de Hortaleza piden para su disfrute la Huerta de Hortaleza, los de Mediodía quieren que la antigua estación de Príncipe Pio se convierta en parque; los de Villaverde Alto se oponen al plan de urbanización de Plata y Castañar, y los de San Sebastián de los Reyes abogan porque la dehesa de Boyal no caiga en manos de urbanizadoras y siga utilizándose como parque natural con algunos equipamientos culturales y deportivos.

Los pulmones de la ciudad

El monte de El Pardo, ecosistema natural y pulmón de Madrid, es defendido a capa y espada por los grupos ecologistas. «En El Pardo debe reservarse un amplio sector como parque natural y, en cambio, pueden abrirse al público otras zonas menos valiosas desde un punto de vista ecológico, pero, en cualquier caso, no podrán entrar coches en el interior del monte». manifiesta el GATO (Grupo Abierto para la Ordenación del Territorio). «El tema de El Pardo está en estudio y puedo asegurar que aquí no ocurrirá lo que ha ocurrido en la Casa de Campo. También estamos haciendo un diagnóstico de la sierra y sus pueblos para ver como influye en ella la creciente urbanización y como afecta a todo el territorio regional», afirma Daniel de Linos, director general de Medio Ambiente. «El futuro Plan Director de Gredos también contemplará las diferentes alternativas que armonicen un crecimiento limitado de la zona.»

La Casa de Campo, deteriorada y comercializada en parte por empresas privadas, fue entregada a los madrileños durante la II República, y más tarde retenida por el Patrimonio Nacional y usufructuada por el Ayuntamiento. La Coordinadora para la Defensa de la Casa de Campo, a nuevas instalaciones, pide que se corte el tráfico en su interior, que los antiguos pabellones de la Feria del Campo sirvan para actividades culturales y que sea devuelta a los vecinos como lugar de esparcimento.

Sin embargo, el déficit de parques y miniparques no es mayor que las deficiencias de saneamiento que padece Madrid. El año pasado, la Delegación de Saneamiento y Medio Ambiente del Ayuntamiento presentó el Plan de Saneamiento Integral, destinado a racionalizar la recogida de aguas y la depuración casi al 90% de las mismas. Pero el plan, cuyo coste alcanzará los 33.000 millones de pesetas, se financiará con, el esfuerzo ciudadano, ya que los recibos del agua se incrementarán en un 125% por año hasta 1984. «Es una medida antisocial, porque el ciudadano medio produce menos residuos que una fábrica. Es una medida oportunista, porque lo han hecho para realizar el célebre transvase Tajo-Segura. Y no es cierto que el Manzanares vaya a quedar limpio porque está seriamente dañado -incluso se dice que sufre hasta vertidos radiactivos- y ha llegado a dañar al bajo Jarama, afirma ALBE.

El reciclado de los residuos sólidos es otro reto económico y tecnológico. La empresa Adaro ha instalado una planta experimental destinada a la conversión de los residuos en energía eléctrica. «Tenemos un vertedero controlado en Valdemingómez, que cuesta trescientos millones al año y trata 2.500 toneladas al día», dice Florentino Pérez, delegado de Saneamiento y Medio Ambiente del Ayuntamiento. «Diariamente transformamos trescientas toneladas en abono.»

El futuro de Madrid dependerá de una decisión de alta política. El crecimiento hipertrófico o el límite al panorama actual requiere una decisión política sobre lo que se desea que sea esta ciudad. En opinión de los ecologistas, la limitación urgente del crecimiento de la capital no puede demorarse más. Fernando Martínez, de Aepden (Asociación Ecologista para la Defensa de la Naturaleza), señala una serie de medidas que propiciarían, este proceso: prohibir la instalación de nuevas industrias, imponer a las que no lo hagan multas más cuantiosas que lo que cuesta instalar anticontaminantes y cobrar el transporte de energía a las que ya están en vías de instalación, desprivatizar y municipalizar el suelo e incluso una solución utópica: que Madrid deje de ser la capital del Estado. El GATO propugna una autonomía para Madrid que obligaría a mantenerse con sus propios recursos y exigiría la imposición de altas tarifas fiscales.

En cualquier caso, es mucho lo que tendrá que hacer y desembolsar el futuro delegado de Saneamiento y Medio Ambiente, en la actualidad con un presupuesto de 7.000 millones.

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