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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Andrés Nagel

Andrés Nagel (San Sebastián 1947) forma parte de la joven generación de artistas guipuzcoanos surgida muy al final de los dorados años sesenta y cuyo rasgo común -posiblemente el único- puede definirse como un tratamiento realista frente al aformalista anterior.Excesivamente habituados a identificar realismo con rasgos aparenciales y minuciosidad en el detalle, no es difícil que en sus obras huya ante nosotros ávidos de encontrar ocultos significados, la más evidente realidad de su presencia, de su corporeidad. Por ello sus obras, sobre todo aquellas en las que aparece el cuerpo humano, motivo una y otra vez presente, se interpretan a menudo como exponentes del humano tormento, cuando en realidad sólo tienen una aparente deformidad por el hecho de que Nagel toma de lo natural los trazos más definitorios.

Andrés Nagel

Pabellones de Arte de la Ciudadela. Pamplona.

Esta afirmación, sin embargo, es válida parcialmente. Dentro de la gran diversidad de técnicas que utiliza (tela metálica recubierta de poliéster para las obras tridimensionales, óleo, dibujo, grabado, incorporación de objetos, tubos de neón), puede sorprendernos encontrar un fragmento pintado que reproduce con gran fidelidad una superficie de mármol, un friso dibujado con un paisaje de ruinas no menos real por ser imaginario.

Son, en definitiva, muy diversas las sugerencias de lo real en el conjunto que, desechando el camino de la alusión, nos vienen dadas tanto por los diferentes materiales de los que se sirve como por el amplio concepto de realidad que abarca. Una obra de su actual exposición puede servirnos como paradigma: aquella en la que una figura de hombre se sienta sobre una caja sosteniendo en las manos un lazo color rosa a modo de orla. Se establece en ella un curioso juego de las realidades. Real puede ser el hombre ejecutado en poliéster, pero también lo son la botella de anís y el lazo, o el transistor de madera que tiene a su lado; a otra realidad pertenece esa mezcla de historia dibujada y neón callejero que contiene la caja y que rápidamente reconocemos como nuestra.

En esta escéptica y divertida manipulación del concepto de lo real en cuanto repertorio humano, objetual, cotidiano o cultural es donde reside lo mejor de su aportación.

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