Las memorias de Vladimir Bukovski
A medida que los dirigentes soviéticos resuelven problemas planteados por la oposición a su política, Occidente va descubriendo los entresijos del régimen dirigido desde el Kremlin, a través de las sucesivas memorias que escriben los disidentes cuyo caso quedó solucionado con la expulsión o el destierro forzoso.Alexander Soljenitsin dio algunas estadísticas de la persecución estalinista y sobre todo descubrió el Gulag para comunistas y no comunistas occidentales; Siniaski habló de las prisiones; Amalrik, de las condiciones de los campos de trabajos forzados en Siberia; Leónidas Plitich, del uso de la psiquiatría con fines de represión política, contando su propia experiencia. En fin, VIadimir Bukovski, canjeado en diciembre de 1976 por el dirigente comunista chileno, Luis Corvalán, en un trueque sin precedentes, cuenta la experiencia de su vida, la de su única «universidad», que abarca desde las prisiones de Lefón y VIadimir, pasando por los campos de Perm, hasta llegar al psiquiátrico de Siersvki.
El viento sopla otra vez
VIadimir Bukovski. Editorial Argos/Vergara. Barcelona. 1978. 392 páginas.
Bukovski analiza en su segundo libro (1) la represión en la Unión Soviética, como preso, trabajador y enfermo mental con los matices propios que diferencian a un centro psiquiátrico de una vulgar prisión o de un campo de trabajo.
Desde su primer interrogatorio a los diecisiete años, Volodia, como le llaman sus amigos, se empeñó en la lucha contra un sistema que no respeta sus propias leyes. Si la Constitución estalinista de 1936, reformada en 1977, era «la más democrática del mundo», Bukovski, como muchos de sus compañeros, solicitaron su cumplimiento.
Este admirador de Tolstoi a aprendido de su escritor favorito a no caer en la ira. A lo largo de sus memorias hay un ataque político a los representantes del poder jamás a sus carceleros más directos, a quienes considera tan prisioneros como él. No hay ninguna diferencia entre los disidentes de quien hablan las emisoras extranjeras y los funcionarios que escuchan esas mismas emisoras.
«La democracia es la toma de conciencia de los ciudadanos», es el lema favorito de Bukovski y su lucha ha ido encaminada a buscar esa concienciación, primero a través del Samizdat (la literatura clandestina), más tarde en sus alegatos desde las sucesivas prisiones, difundidos rigurosamente por la BBC en su emisión para Rusia.
La sucesiva cadena de represiones a que fue sometido le otorga la categoría de ser quizá el único disidente conocido que ha experimentado los viejos usos e estalinismo y los nuevos métodos de represión. El viento sopla otra vez es un libro sobre el sistema penitenciario soviético, donde a veces es difícil distinguir a un preso político de un delincuente común, pero conviene reconocer que, oficialmente, en la Unión Soviética no hay presos políticos, y los que hay, son «cuatro, gatos», como dijo Corvalán después del canje, dando a entender que la represión debe considerarse cuantitativamente y no cualitativamente. Las deficiencias políticas y sociales las hay en el Este y en el Oeste, pero con la diferencia de que en algunos sitios se puede denunciar más fácilmente que en otros.
(1) Una nueva enfermedad mental en la URSS: la oposición. Panamá.
Babelia
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