Sólo un juguete cómico
En otros tiempos, este tipo de obras se llamaban «juguetes cómicos» o «disparates»; autores españoles del siglo pasado y principios de éste bordaron tramas y enredos de esta calaña (con las inspiraciones y las limitaciones que les permitía su sociedad) y nunca fueron considerados más que como autores menores. Ni pretendieron que su obra fuera « agresiva hacia esa moral judeo-cristiana plenamente vigente en el mundo occidental», como dice el director Ventura Pons. Cuando ese teatro de enredo a la vista del público (el sistema es que el espectador sabe todo lo que está pasando y los personajes no, con lo cual el espectador gana una sensación de superioridad que le conforta mucho y le hace reírse de los otros) llegó a la cumbre produjo a Enrique Jardiel Poncela, hace casi medio siglo. No se le ha mejorado.Aquí aparece un mundo de locos cuerdos y de psiquiatras locos. Llegar por esta vía a la demostración que los que tienen un poder tienen menos razón que quienes les están sometidos es un abuso. O una simplicidad. Como pretender que aquí hay un juego telescópico especial, montado por el director y los actores: que esta farsa es una parodia de sí misma. Parece más bien la necesidad de descoyuntar más aún los personajes y el juego escénico para decirnos que ellos tampoco creen en él, que se dan cuenta de su escasez y que acuden al recurso de abultarlo todo, de desmesurarlo todo. Apenas es perceptible esta acentuación, porque ya era así, repitámoslo, en el teatro de enredo y en el juguete cómico español, en el que se estaba reclamando continuamente la complicidad del público. La búsqueda de un teatro traumático, que haga reír por la agresión directa a los sentidos -como si hiciera cosquillas-, tiene, a veces, efectos brillantes. Sobre todo- cuando están a cargo de Ismael Merlo, que se ve en libertad para dar rienda suelta a sus recursos; sus compañeros de escena no tienen tanta soltura, tanto desparpajo, y apenas le corean.
Lo que vio el mayordomo,
de Joe Orton.Adaptación de R. Estévez. Dirección: Ventura Pons. Actores: Ismael Merlo, Yolanda Ríos, Carmen Bernardos, Agustín Poveda, José María Caffarel, Nicolás Mayo. Escenografia de Toni Cortés; piano de Marisa Manchado. Estreno: Teatro Príncipe, 12-III-79.
Quizá en la obra original hubiera más mordiente; quizá una dirección menos libre y un texto más británico le diesen otra crueldad. El adaptador al castellano no habrá tenido otro remedio que españolizar el diálogo -por la dificultad de adecuar frases y chistes de un idioma típicamente cerrado- y el director no ha visto otra alternativa que la de retroceder al siglo XIX español. La obra no va más allá de todo esto.
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