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"El género negro vive"

Se clausuraron los encuentros sobre literatura violenta en Barcelona

«La novela negra repite el esquema de San Jorge y el dragón», dijo Juan Carlos Onetti en un momento dado. «Sí, pero los dos van vestidos de lagarterana», contestó alguien del público, justo cuando, después de haber dado varias vueltas a la tentación sociológica del análisis de la serie negra, se volvía sobre sus características morales.

Lurd es Ortiz, secundada por Manuel Vazquez Montalván, había centrado el tema en las peculiares característica del género: «Es un género con existencia y características propias, entre las que hay que señalar la apertura, a diferencia de la novela de intriga. Y corresponde -dijo- a este momento de cultura -urbana, donde los valores han dejado de funcionar como en las sociedades anteriores y donde la violencia es un hecho cotidiano». Y, después de apoyarla, Vázquez Montalván había insistido en que lo fundamental es que es un género divertido, que aquí la literatura pasa a ser diversión y que ya no nos cuenta historias de buenos y malos. Se estaba encendiendo la primera discusión, en el Centre Internacional de Fotografía, de la calle Aurora, en los márgenes del barrio chino, y en aquellos momentos estaban cerrando, por orden gubernativa, el Crazy Horse. En los pasillos se temía que, tras las elecciones Ia dulce primavera constitucional, esa ola de libertad que nos ha invadido, se empieza a terminar.El primer debate de esta jornada de Bruguera, el titulado «La serie negra de cuerpo entero», pues, pasó de hacer un poco de historia -Onetti, Barral y Gubern se encargaron un poco de las alusiones a la novela de marginales, clásica, a las relaciones con la literatura popular y a aquellas primeras ediciones de Gallimard que dieron el nombre a la serie- a discutir sus características y sus posibilidades: Leopoldo Azancot fue el que señaló que, contra lo que defendían algunos, la novela negra no nace como posición a la supues ta literatura seria, sino, precisamente, como variante de la novela popular. Insistió también en la influencia sanísima del cine mudo y de la fuerza de la crónica roja en los primeros grandes periódicos, e hizo una defensa del individualismo del héroe.

Preguntada Lurdes Ortiz sobre el papel de la mujer en la serie negra, insistió en su peso y su capacidad de acción, marcando en ese aspecto la diferencia que existe en otros géneros y en éste no, entre mujeres y varones. Cuando habló de la capacidad de intervención y de violencia, dé astucia y de traición de las mujeres de la serie negra, alguien entre aquel público que crecería mucho más en el debate de la tarde, pero que se mantenía ahora activo y hablador, citó a Umbral: «En momentos límites -decía por su boca- el hombre apela a la violencia y la mujer a su belleza. No se llegó a las manos.»

Y ya para terminar se planteó la crisis del género, justo cuando la novela negra pasa de ser lectura casi clandestina -sólo algunos intelectuales curiosamente valientes aceptaban leerla de modo cotidiano, hasta ahora- a ocupar un puesto en la cultura, y dada la circunscripción de los del debate a unos pocos nombres dorados, justo los que, según Carlos Barral, eran «grandes novelistas a pesar del género tocado». Vázquez Montalván señaló la fuerza de la serie negra en los nuevos novelistas, particularmente suecos, franceses e italianos, y apuntó la posibilidad de que el género continuase, por otra parte, cumpliendo una posible ley general de la evolución histórica de la literatura en las zonas periféricas y se considerase cerrado en el núcleo literario donde nació, esto es, en las áreas anglosajonas. El género negro vive era un poco la conclusión final de un debate que fue el más interesante de las jornadas.

Antes de que fuera cerrado el ciclo en la filmoteca con la proyección de La dalia azul, de Marshall, con guión de Raymond Chandler, seguido de un debate encendido entre Román Gubern, Homero Aisina, Juan Enric Lahosa, Muñoz Suay y Maruja Torres, se había celebrado, con lleno total de su pequeña sala y gente fuera, el debate nocturno de las grandes figuras, que, por otra parte, no fue apenas debate: se constituyó una apretada mesa con intervenciones particular es, algunas de las cuales.se alargaron hasta la fatiga. Con Juan Carlos Martini como moderador comenzó Néstor Luján haciendo historia y estructura del género y contando sus reglas de oro. Osvaldo Soriano -autor de una reciente novela que, en homenaje a El largo adiós, se titula Triste, solitario y final- añadió detalles a la historia, mucho más largo que Néstor Luján.

El maestro Martín de Riquer dio, a continuación, una lección de buen hacer y de sentido del humor. «Yo, en realidad, no leo nada a partir del año 1500... -decia-, pero exijo de la novela que sea divertida.» Carlos Frabetti habló, en un análisis sociologista, de la mala conciencia del pequeño intelectual burgués, de la que al parecer nacía casi toda la novela negra, y Perich defendió, una vez más, la fuente popular y la llegada tardía de los intelectuales -oficiando como tales- a la serie. Jiménez Frontín y Joaquín Marco señalaron, el primero, la dispersión y ramificación del género, contrario a su desaparición, y el segundo insistió en su vitalidad. Mientras el montaje de la calle Conde de Asalto desaparecía, Laureen Bacall, desmaquillada, volvía a la vida cotidiana, y los escaparates que por un día fueron sorprendente literatura sórdida volvieron a llenarse de su público habitual, aquel que por un día había visto el circo desde la barrera. Y nosotros érarnos el circo.

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