El Papá inicia hoy su visita a México
Esta mañana, a las ocho en punto, el papa Juan Pablo II saldrá del aeropuerto de Roma para emprender su primer viaje fuera de Italia. Irá a México con la misión oficial de «inaugurar la III Conferencia Episcopal del Continente de América Latina», que se celebrará en la ciudad de Puebla desde el 28 de enero al 13 de febrero. Un observador vaticanista ha dicho que con este viaje Juan Pablo II se juega su pontificado.
El Papa, que volará en un DC 10 de la compañía italiana Alitalia hará escala en Santo Domingo por espacio de veinticuatro horas. La llegada a México (D. F.), donde al parecer lo esperarán casi tres millones de personas, está prevista para las cuatro de la tarde, once de la noche hora española, del día 26.El avión de bandera italiana, que servirá sólo para el vuelo Roma-Santo Domingo es un jet con tres motores tipo CF6-500, que ha sido transformado para este viaje. La cabina ha sido dividida en tres partes: la primera, que corresponde a primera clase, será sólo para el Papa y su secretario particular. Juan Pablo II se sentará a la izquierda en la ventanilla. Cuatro puestos quedan libres para posibles reuniones del Papa con sus más estrechos colaboradores. Esta parte estará separada de la derecha por una cortina y dispone de una cocina privada. Al parecer, la compañía italiana ofrecerá al Pontífice comidas típicas de Polonia.
La parte central del avión, convertida en primera clase, será de veinticuatro puestos, más nueve no ocupables. En esta parte estará todo el séquito oficial del papa Wojtyla. En la cola se colocarán los periodistas. Entre la primera y la segunda sección del avión habrá una zona libre de veinte asientos, para la tripulación, que cuenta, además, con tres azafatas. En total, la tripulación estará compuesta por dieciocho personas. En la zona que separa el puesto del Papa del resto del avión está prevista la presencia de un cierto número de policías que impedirán el paso de cualquier persona a la «zona papal». El viaje de regreso lo hará con un avión de bandera mexicana que será transformado como el italiano y que además tendrá una zona «dormitorio» para el Pontífice.
Existe una gran expectación en el mundo católico y más allá acerca de lo que podrá decir el Papa en un continente de tantos fermentos sociales y políticos como América Latina y, sobre todo, acerca de lo que «no dirá». Se considera fundamental la indicación que podrá dar a la Conferencia Episcopal más viva de la Iglesia y con mayor participación de la base. Una conferencia que está dividida por criterios diversos en lo que se refiere al futuro de los católicos en aquel continente, hoy en manos de regímenes militares y mañana, quizá, con un régimen político que podría imponer la fuerza de la Iglesia. Esa misma Iglesia que hoy, en parte, está perseguida y se alza como la voz de los oprimidos y, en parte juega con el poder constituido. Quizá en el futuro podría ocupar todo un vacío dejado por un poder sin estructuras democráticas.
El Papa ha organizado un viaje «tradicional». Ya en los últimos viajes de Pablo VI se había criticado el «triunfalismo» de los vuelo papales y se había hablado que en los pontificados futuros los papas viajarían en «silencio», para encontrarse con sencillez ante los diversos episcopados del mundo, para, estudiar sobre el terreno, con lo obispos, los verdaderos problemas de las iglesias locales. Sin embargo el papa Wojtyla ha seguido la línea de su predecesor y en realidad en Puebla, donde se celebrará durante veinte días la Conferencia Episcopal, el Papa estará sólo algunas horas. Estará muy poco con los obispos y mucho con la gente y con las autoridades. Pero lo importante serán sus apalabras que aquí se califican ya como «su primera encíclica».Tentaciones históricas
Mientras tanto, a través de todos los medios de comunicación social, en estos días que precedieron a su viaje a México, el Papa ha recibido mensajes que hablan de las tremendas desigualdades económicas de las gentes que visitará, dé la falta de libertad para tantos ciudadanos, de la. tentación de que el Papa polaco pueda relanzar en un continente, ya de por sí propenso a calificar a la religión como «superstición» o «resignación», una nueva «civilización cristiana», un impulso a la religión del culto en contraposición a la religión de la vida y de la historia o que pueda caer en la tentación de proponer el reino de lo «sagrado» y la institución de la Iglesia como la «única» salvación y el único valor del hombre capaz de rehacer una humanidad en decadencia.
La condena de los valores laicos, contrapuestos a los valores cristianos, dicen en Roma algunos teólogos conciliares, podría significar una vuelta hacia atrás, de muchos años. Pero no se puede olvidar que el papa Wojtyla, desde los primeros momentos de su elección, afirmó su deseo de «poner en prácca el concilio». Ahora bien, el Concilio ha lanzado el gran desafío del «diálogo, de la Iglesia con el mundo moderno»; no para condenarlo ni para invadirlo de «sacralidad», sino para «descubrir en todos los valores humanos» la presencia del Dios que «sopla donde quiere» y que no es monopolio de ninguna religión y menos de ninguna fórmula política. Los teólogos modernos dicen que ni siquiera de ninguna religión.
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