Ensalada napolitana

A partir de una novela de Attilio Veraldi, uno de los más conocidos autores italianos de novelas policíacas, nada menos que cuatro guionistas, de regular fama también, han escrito este filme, verdadera ensalada de géneros en el que se entremezclan la comedia de intriga, el sainete, el folklore y alguna que otra anotación social. Tan dispares elementos no sólo se combinan mal, sino que se rechazan o destruyen en parte por culpa de los autores y en parte también por culpa del realizador y de su labor torpe y mecánica.La historia, por otra parte, y en lo que a originalidad se refiere, resulta una acumulación mal amañada de temas ya viejos en el cine italiano, desde la lucha más o menos declarada de los clanes de la construcción, hasta la guerra de las mafias secretas comprometidas en este caso por un paquete de documentos robados. La búsqueda de éstos por el protagonista y su enfrentamiento posterior con el comisario, en parte colaborador y en cierto modo enemigo, aparece sembrada de aventuras que podrían resultar divertidas en otras manos más hábiles, bajo otra dirección más irónica, agria o intencionada. No ha sido así y el derroche de buenos actores, de nombres prestigiosos no se justifica ni añade gran cosa.

Dirigida muy claramente al público fiel de Manfredi y Tognazzi, no faltan, curiosamente, a esta película ambiciones. La principal vendría a ser echar los cimientos de un nuevo tipo de comedia policiaca italiana, en operación paralela a la llevada a cabo por algunas editoriales. Nada hay que se oponga a tal operación, salvo que en este caso la labor de Corbucci mira más a la taquilla que a cualquier tipo de renovación del género.

Los personajes aparecen calcados sobre el patrón de los actores y convencen poco. La posible denuncia social nos deja indiferentes. Un interés puramente anecdótico cuando no superficial, nos lleva fríamente al desenlace. Ni la ironía de Tognazzi, ni el buen oficio de Paolo Stoppa consiguen animar el relato por encima de la pura somnolencia.