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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Camboya, en el "arco de la crisis"

LA CAIDA de la capital de Camboya en manos del FUNK decide la suerte militar y política del país en lo inmediato pero abre una incertidumbre para el futuro. El FUNK (Frente para la Unidad Nacional de Kampuchea) -Kampuchea es el nombre nacionalista de Camboya- es, indiscutiblemente, una fuerza interior de carácter populista, que ha encontrado un amplio apoyo en una población civil sometida a un régimen de una dureza extraordinaria. Pero también es una realidad que el FUNK no hubiera podido llegar a una ocupación militar del país sin el apoyo directo de Vietnam; no tan grande probablemente como dicen las fuentes occidentales, pero mucho mayor lo que confiesa Hanoi, y en todo caso, decisivo. Y, a su vez, Vietnam no hubiera dado toda la fuerza a esta operación si no tuviera detrás el apoyo soviético; que no se hubiera comprometido de no existir el enfrentamiento global con China... De un tema local se asciende rápidamente -y este es el riesgo de nuestro mundo, su vulnerabilidad- a un tema de grandes potencias, en el que China -con el apoyo abierto,de Carter, que en este caso aparta prudentemente su filosofía de derechos humanos que el Gobierno dispersado de Camboya había violado continuamente, si bien el de Hanoi no puede considerarse como dentro de las reglas humanitarias- se enfrenta a la URSS.La respuesta de China es, por el momento, la de agitar un fantasma, el del príncipe Norodom Sihanuk, y la de concentrar tropas en la frontera de Vietnam y en la de Tailandia. La concentración de tropas es una manera de lenguaje, demuestra que puede crear una hostilidad grave y contra la estabilidad del régimen vietnamita. No hay que suponer que vayan a intervenir abiertamente. La reaparición de Norodom Sihanuk, que de nuevo ha vuelto al exilio de Pekín, es una forma al estilo iraní de salvar o de intentar salvar la cuestión fundamental con un arreglo de última hora. Es decir, buscando una figura de personalidad respetable, susceptible de ser apoyada por el mundo occidental sin problemas de conciencia ni de apariencia; la de facilitar un cambio en la población camboyana y la de introducir un elemento nuevo en las deliberaciones del Consejo de Seguridad. Norodom Sihanuk -como Bajtiar en Irán- hubiera sido un elemento de apaciguamiento y de negociación hace tiempo, llega fuera de plazo. Es el problema de los «halcones», que sólo intentan negociar cuando lo han perdido todo, o cuando las circunstancias de las que intentan salvarse están demasiado avanzadas. Aún queda una posibilidad: la creación de un Gobierno camboyano en el exilio, en torno al príncipe, que lleva casi tres años retirado de la política y que había aceptado la república proclamada en su país, y mantener en torno a ese Gobierno una actitud posible. Será difícil, de todas maneras, modificar el hecho consumado, y ese hecho es el cambio de poder en Camboya; y ese cambio de poder está claramente determinado por la Unión Soviética, y es una forma de respuesta al cambio de política china y al denunciado acuerdo o eje Pekín-Washington-Tokio. Una respuesta escasa, que no pesa tanto en la balanza, pero que puede crear un importante foco contrario a la política china, sobre todo si se considera en la manera en que lo han considerado los occidentales reunidos en Guadalupe, según la definición de Brzezinski; un «arco de crisis» que comienza en Etiopía y acaba en Camboya, pasando por Irán, por Turquía, por Pakistán y por la India, países en mayor o menor riesgo -según sus circunstancias nacionales- de desestabilización. Para. Moscú, es un arco defensivo frente a la ofensiva de China y Occidente; para Occidente, es una ofensiva soviética deliberadamente programada en esa delicada zona afroasiática. El extremo del arco, que es Camboya -en tanto no se amplíe a Corea, donde es siempre posible un estallido de crisis-, parece decidido; un punto medio, el de Irán, puede decidirse en contra de los intereses occidentales, como consecuencia de la lentitud en encontrar soluciones de recambio.

El final previsible de Camboya, después de la caída de Phnom Penh, representa, aparte de las modificaciones locales y de la inclinación de la península de Indochina hacía una forma de comunismo soviético -pero sin desdeñar su propia forma nacional-, un triunfo importante de la URSS.

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