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Un encuentro poco serio

Hoy y mañana, centrales sindicales y patronal acudirán de nuevo -por separado- al antiguo palacete del paseo, de la Castellana, 3, actual sede de la vicepresidencia económica, que encabeza Fernando Abril. Ni los convocados, ni la opinión pública, ni -lo que es más grave- los propios anfitriones de la reunión saben exactamente para qué.La rocambolesca historia de estos pactos para 1979, que, a modo de Guadiana, emergen y desaparecen periódicamente del ánimo gubernamental, va camino de convertirse en uno de los más lamentables episodios de la gestión del actual equipo responsable de la dirección económica del país. El vicepresidente Abril se esforzó, tras una exagerada campaña de enfatización de los logros del pacto de la Moncloa, en que la sociedad española se convenciera a todos los niveles de la necesidad de suscribir unos nuevos acuerdos, a menos que se quisiera correr el riesgo de convertir en estéril todo el esfuerzo desarrollado en los últimos dieciocho meses. Tal y como han evolucionado las cosas, sólo se puede pensar que el señor Abril tenía una muy remota idea del cómo, cuándo y qué podía pactarse, incluso cuando se apresuró a fomentar la creencia de que la única alternativa posible era: pacto social o caos.

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Acaso percatado de su error, el vicepresidente Abril imprimió en un determinado momento una brusca ralentización a los proyectos pactistas, adentrándose en una caótica y confusa disquisición oscurantista, muy a tono con su particular idiosincrasia. También es posible que el precario desarrollo de la jornada de reflexión desanimara al responsable económico, al comprobar que su visión triunfalista de los resultados del pacto de la Moncloa era escasamente compartida por los responsables de las fuerzas sociales, perfectamente conscientes de los factores negativos también resultantes del programa Fuentes, aunque el señor Abril se esfuerce en silenciarlos.

Valoraciones de motivos aparte, lo cierto es que se antoja poco comprensible el ritmo impreso por la vicepresidencia económica a las conversaciones con patronal y centrales sindicales en los últimos meses. Más absurdo todavía parece que las fuerzas sociales hayan sido convocadas nuevamente por separado, cuando hasta los más íntimos colaboradores del señor Abril intentaron paliar la pobre impresión de pasados contactos con el pretexto de que en la próxima reunión ya iban a ser convocados conjuntamente para entablar una, auténtica negociación.

Sea o no conveniente el pacto, sea o no viable su firma en las actuales circunstancias, lo cierto es que el oscurantismo y la ambigüedad con que el señor Abril está llevando las negociaciones, o lo que se quiera que esto sea, resultan totalmente impropios del más elemental respeto que al máximo responsable de la política económica deberían merecerle las fuerzas sociales, la coyuntura presente y la sociedad española en general. Convocar a las fuerzas protagonistas de la actividad económica para charlar se antoja, en verdad, muy poco serio. Claro que también sorprende que los convocados sigan respondiendo a la llamada, cuando han asegurado que sólo se sentarían a negociar.

Si el Gobierno ha decidido -como parece- limitar los salarios por ley discutida en Cortes, con algunas compensaciones al visto bueno de las izquierdas, lo justo es decirlo y terminar con el confuso panorama de expectativas de las últimas semanas. Confusión que alcanza incluso a los propios miembros del Gabinete, quienes aseguran mayoritariamente desconocer los planes del enigmático y omnipotente Abril. Todo lo que se haga al margen de esto no son más que fuegos de artificio.

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