"Los métodos de alfabetización deben cambiar para impedir el aumento de iletrados"
Los esfuerzos realizados en el mundo para erradicar globalmente el analfabetismo a lo largo de los últimos trece años no han alcanzado los objetivos deseados. Cuando la UNESCO se fijó ese objetivo e instituyó el Día Internacional de la Alfabetización, cuya decimotercera edición se celebró recientemente, había en el mundo 735 millones de analfabetos. En la actualidad hay poco menos de ochocientos millones de analfabetos, lo que supone el 25% de la población mundial. En 1990, según cálculos de la UNESCO, esa cifra habrá aumentado ligeramente y se llegará casi a los mil millones de analfabetos, más del 25 % de la población mundial.El fantasma del analfabetismo no resulta ajeno a los españoles. En este país, sólo 44 personas de cada mil habitantes mayores de diez años no saben, al menos, leer y escribir. En Madrid hasta hace poco tiempo 956 personas por cada millar estaban alfabetizadas. En zonas específicas, y muy deprimidas, de la capital de España, como el Pozo del Tío Raimundo, el analfabetismo total -no saben leer, desconocen los rudimentos de la escritura- afecta a más del 7% de los habitantes. De los 10.000 que pueblan ese barrio, cerca de un 15% son analfabetos relativos: conocen elementos de escritura y practican la lectura de manera insuficiente, con dificultades.
En otros lugares del mundo -principalmente, en el Tercer Mundo- la situación es mucho más dramática porque ofrece características de irreversible. El 73 % de la población africana, el 50 % de los asiáticos y uno de cada cuatro latinoamericanos no saben ni leer ni escribir. En total las estadísticas mundiales señalan que uno de cada tres adultos es analfabeto. Las mujeres suponen el 60 % de la población iletrada. En estas circunstancias, «la verdadera cruzada contra el analfabetismo -ha dicho uno de los principales responsables de la UNESCO- comenzará cuando las mujeres del mundo lo exijan».
En muchos países, la persistencia de los altos porcentajes de analfabetismo depende de factores estrictamente políticos. Las clases dirigentes mantienen en el ostracismo cultural al mayor número de ciudadanos para que la manipulación de las conciencias de éstos resulte menos costosa. En algunas naciones, ser analfabeto equivale a ser menor de edad para el ejercicio de los derechos cívicos. Así, en Perú, en las últimas elecciones generales, tres millones de personas fueron excluidas del censo de los electores porque no sabían ni leer ni escribir.
El caso de Cuba, donde se ha erradicado efectivamente el analfabetismo primario -el que sufren las personas que no saben ni leer ni escribir ni pueden efectuar por escrito un cálculo elemental-, ha sido espectacular. Pero Cuba es, en este aspecto, un ejemplo de excepción. En el resto de los países del Tercer Mundo la tendencia es hacia el aumento de los iletrados.
Una batalla perdida
La UNESCO, al aceptar el fracaso que la política de alfabetización ha sufrido en el mundo, explicó el pasado mes de septiembre la razón principal de esa batalla perdida: «Sólo se consigue erradicar el analfabetismo -dijo un portavoz de esta entidad de la ONU- si los países en los que se sufre este defecto se empeñan en acabar con él».El profesor francés François Furet, historiador, especialista en temas de alfabetización, comentó en una entrevista con EL PAIS los motivos que, según él, hacen que la población analfabeta del mundo no decrezca. De acuerdo con el profesor Furet, el analfabetismo se combate aún en los países del Tercer Mundo usando los mismos criterios europeos ideados por la UNESCO a raíz de la última guerra mundial para redimir culturalmente a zonas de esa y de otras áreas.
En términos más generales, Francois Furet, director de la Escuela Nacional de Altos Estudios de París, opina que las directrices seguidas por la alfabetización de áreas deprimidas debe revisarse de manera drástica.
«Sólo se puede erradicar el analfabetismo -dice el profesor Furet- modernizando el medio en que esta lacra se produce.» Una persona alfabetizada es aquella «capaz de leer y comprender un mensaje escrito que se refiera a las actividades de su vida diaria». No basta con saber leer y escribir: hay que recibir de forma cotidiana los estímulos precisos para que el ejercicio de la lectura y de la escritura resulte ineludible.
El profesor Furet considera que la modernización de los países del Tercer Mundo, el uso multiplicado de la televisión («que descentraliza la cultura mucho más que la escuela») y, en general, como apunta la UNESCO, el empeño de los pueblos por erradicar el analfabetismo, son los únicos instrumentos que pueden ayudar a exterminar la incultura primaria.
Es un círculo vicioso. Como señalaba hace dos años un editorial del Times, de Nueva York, las consecuencias del analfabetismo tienden a crear aún mayor pobreza en los pueblos que lo padecen. La incultura provoca la superpoblación. La ignorancia sobre los avances de la cultura y de la ciencia multiplica el retraso que se deriva de la falta de los más esenciales instrumentos de lectura y escritura.
Para el profesor Furet, especialista también en temas de la Revolución Francesa, sobre los que acaba de disertar en el Instituto Francés en Madrid, la historia se repite. En la Francia prerrevolucionaria los hábitat eran dispersos; la población situada de esa forma vivía de una agricultura de bajo rendimiento; había pocos cuadros profesionales que estimularan el aprendizaje de la cultura de sus convecinos.
La definición tradicional del analfabeto cultural varía de manera incesante en los últimos tiempos, señala el profesor Furet. La televisión ha provocado la existencia de una nueva clase de analfabeto: el que no sabe ni leer ni escribir, pero tiene un conocimiento vivo y cotidiano de los rudimentos de la cultura. La televisión es, por tanto, en esos casos, un vehículo de aculturización, cuya influencia sobre las comunidades depende de cómo se utifice el medio. El profesor Furet pone énfasis, al defender la utilización de la televisión como vehículo alfabetizador.
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