Dibujos americanos (1927-1977)
Como para hacerse perdonar esa pesadilla impropiamente llamada Panorama 78, de la que salimos exhaustos y necesitados de aire puro, el museo de Arte Contemporáneo nos ofrece una colección de setenta y tantos dibujos americanos, seleccionada por el museo de Minnesota y promovida, como suele ocurrir en estos casos, por no sé qué servicio cultural estadounidense, más o menos oficial. Muestra ecléctica, como también suele ocurrir en estos casos; muestra mal montada, empezando por el inhóspito hall (como de paso) en que se ubica. Pero los grandes maestros americanos siempre pueden, en cualquier contexto y frente a cualquier competencia. Corran a ver la exposición, y ya verán que tenemos razón, toda la razón, quienes le asignamos un lugar central en este siglo al arte americano. La muestra no tiene nada de particular, pero, en cambio, algunas obras exhibidas (el dibujo, se diga lo que se diga, no es en sí ni mayor ni menor) están entre las más impresionantes que se hayan visto en Madrid en lo que va de temporada. Si el entremés ahora servido les convence, pronto tendrán la ventura de contemplar, en la Fundación Juan March, una gran exposición Willem de Kooning. Pronto, más pronto aún, en Grupo 15, obra gráfica de la tercera generación, los Marden, Mangold, Edda Renouf, Agnes Martin, Ryman, etcétera. Al fin parece romperse la maldición que parecía pesar aquí respecto a todas estas cosas.Antes de 1945 el arte americano seguía dependiendo de sus fuentes europeas, sin que en contrapartida Europa pudiera ver en aquellas producciones otra cosa que imágenes más o menos frescas del Nuevo Mundo. La América tremenda de la Ash Can School y la de los precisionistas -representadas aquí, respectivamente, por George Luks y por Preston Dickinson- era también la de los sugerentes Milton Avery (Arena y muelle, obra tardía de este matissiano que tanto influyó sobre Rothko) y John Marin (una preciosa acuarela también de inspiración marina). De entre los expositores correspondientes a aquella preguerra, quien más yanqui resulta es ese gran amante del jazz y de la vida moderna que fue Stuart Davis. Y quien más europeo -a pesar de los orígenes matissianos y legerianos de Davis-, Marsden Hartley, que buscó la luz de Aix-en-Provence, donde homenajeó a Cézanne con obras como esta Montagne Sainte Victoire, de 1927.
Dibujos americanos 1927-1977
Museo de Arte Contemporáneo. Avenida de Juan de Herrera, s/n.
Si los apuntes de Fritz Glarner y las límpidas geometrías de Joseph Albers testimonian de una referencia también europea como es la del racionalismo a lo Bauhaus o a lo Stijl, lo genuinamente americano, en su dimensión universal, encuentra su punto de arranque en las obras de la generación abstracta, la del action painting. A falta de ningún Rothko, de ningún Newman, de ningún Pollock, de ningún Clifford Still, podemos contemplar buenas obras de Tobey, Tworkov, Willem de Koisining, Hans Hoffmann, Baziotes, Ray Parker. Ante el Estudio para Accent Grave, de Franz Kline, ante un dibujo sin título, pero perteneciente, sin duda, a la serie Samurai, de Robert Motherwell, y ante un gran dibujo de Philip Guston, nos sentimos auténticamente convocados. El Kline resulta impresionante, sobre todo, excelente ejemplo de que la monumentalidad no tiene que ver con la dimensión física del cuadro. El Kline nos resulta monumental, a escala americana, y son unos simples trazos negros sobre el blanco.
Después de semejantes alturas, lo demás es de menor importancia. El pop art está representado por un retrato sueltísimo de la mejor época de Larry Rivers, unos apuntes para caras modernas, de Lichterstein; un insufrible Mao, de Andy Warhol superstar; un glamoroso dibujo en colores (Business) del siempre irónico Edward Ruscha, unos botes de cerveza sobre plástico de Jasper Johns... El land art aparece con un desmesurado proyecto de Christo, pintado con técnica casi fotográfica, y un apunte de mucho más interés de Richard Smithson.
Babelia
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