También esta semana
El Hogar de Avila (Galileo, 7) es, según creo, el único centro regional cuya sede madrileña cuenta con una sala específicamente destinada (y con periodicidad no menor que la usual en las galerías profesionales) a la exposición de pintura y escultura. En sus locales se cuelgan, por estos días, las obras galardonadas o simplemente seleccionadas a tenor de las bases del Premio Adaja, que, creado por la Caja General de Ahorros y Monte de Piedad de Avila, alcanza con la presente su cuarta edición, de convocatoria indiscriminadamente nacional. Ha sido distinguido con tal premio José Pascual Fouz (mundo intimista y personalísimo el suyo), correspondiendo tres accésit a otras tantas obras respectivamente firmadas por Carmelo San Segundo, Monserrat del Valle Aguilar y Miguel Angel García-martín Sáez. Ocasión para contemplar en conjunto algo de lo que hacen nuestros artistas al uso (aquellos, al menos, que concurren a los premios).Arte contemporáneo yugoslavo
Organizada por el Museo de Arte Moderno de Ljubijana, patrocinada por el Instituto Federal para la Cooperación Científica de Yugoslavia y traída a Madrid por la Dirección del Patrimonio Artístico de nuestro Ministerio de Cultura, se nos ofrece en las salas del palacio de Velázquez (parque del Buen Retiro) una amplia exposición, integrada por 110 obras, bajo el título común Arte contemporáneo yugoslavo. Radica su más próximo reclamo en la estricta novedad de una muestra de tales características y orígenes por estas latitudes, siendo igualmente de destacar el amplio repertorio de obras expuestas y la diversidad de los respectivos expositores. Una holgada treintena de artistas nos dan a conocer el momento actual de la plástica yugoslava, con clara preponderancia de un realismo, más o menos crítico, sobre la práctica de la abstracción, aisladamente representada por Janez Bernik. La pintura (Veliokovic, Stupica, Ivancic...), la escultura (Logo, Thec...) y los tapices de Jagoda Buic... se ven complementados con destacadas muestras del arte del grabado. (No en vano Ljubijana y su Bienal son sede y acicate internacional en los menesteres del tórculo, la plancha y el ácido.)
Entre las exposiciones de carácter individual merece especial atención la que Pedro Casariego nos ofrece en la Galería Juana Mordó (Villanueva, 7). Paisajes, los suyos, sin anécdota o sin otro contenido que su propia expansión a lo largo de las horas del día. Si los románticos interpretaron el tema paisajístico como la expresión y el cotejo de un estado de ánimo, nuestro hombre persigue y logra reducirlo a una suerte de efluvio o evanescencia, en cuyo marco el acontecimiento de la naturaleza a la redonda se ve paulatinamente despojado de toda cualidad que no sea su propio aparecer y desaparecer en la memoria afectiva, hasta quedar convertido en radiante abstracción. En una línea harto afín, calidad y personalidad al margen, Carmen Cullén presenta en la Galería Ynguanzo (Antonio Maura, 12) una serie de ejercicios paisajístico-abstraccionistas. Presencia, inminencia y circunstancia quedan aquí gradualmente reducidas a pura efusión cromática, a la sola sugerencia de su temperatura.
En la Galería Durbán (plaza de las Cortes, 5) la pintora germano-venezolana Louise Ritcher regala a nuestra contemplación obras de pequeño formato y honda significación. A favor de una técnica morosamente analítica, dijérase que en cada una de sus pinturas, collages y dibujos se trasluce algo así como el intento de desguazar lo de afuera para definir lo de dentro. La propia artista nos advierte, por vía de introducción, en torno a su quehacer: «Los contornos y las superficies asoleadas se abren como una cáscara y dejan palpar algo que está basado en la hábil utilización del color: escondido en ellas.»
Babelia
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