Dificultades de la farsa
Historias íntimas del paraíso es un fallo en la obra de Jaime Salom. El autor ha escrito suficientes comedias como para que este fallo le enseñe, aunque sólo sea por comparación, donde ha errado, y le permita, en esta delicada fase de nuestra vida teatral y, por tanto, de la suya, una reflexión sobre su tarea.En la obra anterior de Salom. han confluido, con diversas densidades, influencias francesas -básicamente la selección de temas literarios- y acordes italianos -sobre todo la estilización y la representación de personajes tipos- que, como siempre que ambos colores confluyen, le han empujado hacia la farsa apoyada en la sátira y burla de alguna costumbre más o menos en crisis. O sea: además de la comedia como diversión, Salom ha tratado de introducir en su teatro elementos con cierta calidad comprometida en la eterna lucha reformista de los seres humanos. Así, pues, realismo de los modelos, estilización de los dibujos, noción de un «tipo» a reconocer y eliminación de gratuidades. Esas son las reglas del juego.
Historia íntimas del paraíso, de Jaime Salom
Dirección: Santiago Doria. Escenografía: Cristina Borondo, vestuario: Ramón de la O. Intérpretes: María Jesús Sirvent, Conchita Goyanes. Antonio Medina y Victor Valverde, En el teatro Marquína.
Estas reglas Jaime Salon las ha vulnerado en Historias íntimas del paraíso. Justamente por haber utilizado el arma satírica al servicio de una tesis. Justamente por haber buscado barata y fácilmente la complicidad del público, renunciando a la vital apertura literaria que el postulado de la comedia exigía como imperativo lenguaje. Justamente por haber quitado imparcialidad a la farsa y haber sustituido el juego literario por la sinceridad personal y el juego dramático por el relato plano y discursivo. Es una lástima. El tema requería un juego. Ya sabe Salom, a estas alturas, que el tema no ha sido rechazado; ha sido rechazado el «tratamiento», tan grueso, tan plano, tan falto de matices, tan rudo y maximalizado. Siempre ha habido en Salom frescuras y gracias coloquiales, hallazgos de humor verbal, juegos literarios. Justamente lo que más falta hacía en esta comedia.
No se trata de «creerse» que uno es Adán o el director del Paraíso, o la contradictoria -y complementaria- pareja femenina. Se trata de aceptar la mostración de un «juego». La comedia y la farsa pueden apasionarse, proponer una reflexión, profundizar. Han de hacer reír o sonreír. Y, salvo en las zonas más mecanizadas del género, esto sólo se consigue por vía literaria. En el Paraíso terrenal hubo de todo. Hasta serpientes. Pero la Biblia está muy bien escrita. Si se vuelve al Paraíso hay que tratar, al menos tratar, de igualarla. Porque está ahí y se trata de un texto literario. Da pena que Salom intuya que debe hacer una farsa y decline su escritura hacia un pequeño y modesto panfleto.
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