Monseñor Etchearay: "Supone una etapa importante en la vida de la Iglesia"
Un Papa no italiano y la significación política que pudiese implicar su nacionalidad polaca, es decir, de un país del Este comunista, constituyen los dos aspectos más resaltados en Francia tras la elección de Juan Pablo II. La sorpresa que provocaron estas dos características del nuevo Pontífice puede decirse que, en este país, ha sido germen de interpretaciones y análisis positivos o esperanzadores.El presidente de la conferencia episcopal francesa, monseñor Etchegaray, coincidió con todos los que conocen al nuevo Papa: «Está muy atento, a las aspiraciones del mundo moderno, pero también es muy firme en la doctrina de la Iglesia.» El jefe de la iglesia francesa vaticinó que la elección de Juan Pablo II «es un gran acontecimiento que señala una etapa muy importante en la vida de la Iglesia.» En su opinión, como en la de otros muchos observadores, es muy significativo que pertenezca a un país del Este europeo. La iglesia integrista gala se manifestó moderadamente al declarar, por boca del abad Coache, que «no pedimos más que ayudarle y servirle», aunque advirtiendo que esperan «sea el Papa de la restauración de la Iglesia».
Las formaciones políticas, desde la derecha a la izquierda comunista, han acogido con interés su nombramiento. El presidente de la República telegrafió al nuevo Papa manifestándole su admiración y respeto «por la ardiente fe cristiana del pueblo polaco». Para el dirigente nacional del Partido Comunista, Paul Laurent, «al elegir un papa polaco los cardenales han probado que los cristianos de los países socialistas no están separados, ni diferenciados de ninguna manera de la comunidad internacional». Para los socialistas franceses, según uno de sus líderes, Charles Hernu, si el nombramiento de un papa del Este «revela una voluntad de apertura, se trata de un acontecimiento histórico impresionante, del que aún no se pueden medir hoy las consecuencias».
Los diversos medios de comunicación social afrontan más directamente las posibles implicaciones políticas de la elección de un papa del Este. Por lo que se refiere concretamente a la personalidad ideológica de Juan Pablo II, se conviene generalmente en que cabría situarlo en una especie de «centro derecha» del Colegio Cardenalicio. El que el Papa pertenezca a una sociedad comunista es el hecho que suscita más atención. El independiente Le Monde se pregunta si el cónclave, con su elección, ha lanzado un desafío al mundo moderno estableciendo un puente entre las dos esferas ideológicas que se confrontan. « En todo caso -concluye el mismo editorial del periódico citado-, una cosa es cierta ya: la impresión de solidez que ofrecen las instituciones de la Iglesia romana, cuya vitalidad queda menos en entredicho que lo que muchos creían.» Para el conservador Le Figaro se trataría de un «compromiso audaz» al tender la mano a los Gobiernos comunistas sirviéndose para ello de un país en el que la Iglesia ha manifestado, más que en ningún otro pueblo del Este, su voluntad de independencia.
La colonia de disidentes polacos en París acogió con gran entusiasmo la elección de Juan Pablo II, «que siempre estuvo al lado de la oposición». En estos medios incluso se exaltó el acontecimiento con gritos alusivos al «Papa de los disidentes».
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