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Entrevista:Declaraciones del presidente Suárez a EL PAIS

"No tomaré medidas de excepción en el País Vasco"

Juan Luis Cebrián

«No caeré en la trampa de tomar medidas de excepción en el País Vasco, ni nadie puede tratar a su pueblo como si todos fueran de la ETA.» Adolfo Suárez González, 46 años, presidente del Gobierno de la Unión de Centro Democrático, habla en tono cadencioso y firme.

Faltan sólo unos días para que el primer congreso nacional de su partido se celebre en Madrid, y el presidente ha accedido a una conversación en profundidad sobre los temas de la política española. Estas son, quizá, las primeras declaraciones de este género que Suárez hace desde que subió al Poder. Su aversión por comparecer en público, sus escasas intervenciones en las Cortes y el hecho de que no haya realizado todavía una rueda de prensa en regla han contribuido a rodearle de un pequeño halo mítico de silencios y sobreentendidos, que le viene, sin duda, muy bien. No es un líder, Suárez, al uso, pero es un fajador de andar por casa, y cuantos se acercan a él dan fe de sus dotes de encantamiento personal. Siempre pensé -y lo tengo escrito- que era un buen político, pero poco capaz de asumir los conceptos globales del Estado, La constancia, que es una virtud en cualquier clase de actividad, le ha otorgado, no obstante, eso que él mismo reconoce como el aprendizaje del oficio. Y en los últimos meses ha pasado de ser el solitario de la Moncloa a capitanear un grupo de jóvenes ucedistas que militaron activamente en la oposición antifranquismo y que, en muy poco tiempo, han sentado las bases del hasta ahora inexistente partido del Poder.Este es el Suárez que aprovechó la conversación de más de tres horas que mantuvimos para asegurar sin empacho que «las encuestas dicen que ante la opinión pública, el hecho de haber sido franquista no impide para nada ocupar cargos políticos de responsabilidad en la democracia. En todo caso -añade- este dato no fue ocultado al electorado, y recibió un apoyo popular ya conocido», todo ello como en una súplica honesta de comprensión, porque si Carrillo, y Ruiz-Giménez, y Felipe González y hasta Xirinach han evolucionado, ¿por qué él no? Evolucionado o no, aceptó de inmediato cuando en un encuentro personal te sugerí hacer una entrevista como la de Giscard en el periódico, después de solicitar inútilmente por más de siete meses y a través del conducto oficial unas declaraciones del presidente del Gobierno, que completaran el espectro de opiniones publicado este año en EL PAIS por los principales líderes políticos. «Como la de Giscard, me parece muy bien», djio, y acordamos que no hubiera un cuestionario escrito, sino que fuera el resultado de una conversación, amigable, claro, ¿cómo no ha de ser amigable una conversación en estos términos?, en la que ninguno estuviera a la caza de ninguno. Pienso que el pacto se ha cumplido.

Decidir sobre las elecciones

«Hay que tener en cuenta muchos factores antes de tomar una decisión sobre las elecciones: su incidencia en la situación económica; la necesidad de una imprescindible clarificación en el horizonte político; despejar la sensación de interinidad que el Poder padece en estos momentos; la necesidad de un Gobierno que tenga fortaleza parlamentaria y que ampare la redacción de las leyes orgánicas previstas en la Constitución, etcétera.»No quiere Adolfo Suárez definirse en torno al tema electoral («ya han analizado en los periódicos la multitud de opciones que existen»), pero es tajante en lo que respecta a la eventualidad de su dimisión después del referéndum: «Jurídicamente no es necesaria, políticamente puede ser conveniente. Yo pienso que en las circunstancias de este país, un partido que cuente, como el nuestro, con el 47% de la Cámara, puede y debe gobernar solo con comodidad, pero mi Gobierno ha estado sometido a un deterioro superior al habitual, porque ha tenido que llevar a cabo la transición. Existe una sensación de debilidad del Poder mayor que la que corresponde a nuestra propia representación parlamentaria. En una situación de normalidad política, estas cosas no se plantearían, pero en las circunstancias actuales es evidente que, después del referéndum, si no convocamos elecciones, el país necesitará un Gobierno de mayoría suficiente. En todo caso, si se convocan elecciones, es preciso hacerlo en el momento justo, en la ocasión en que menos dañen al país.»

Y en que el Gobierno las gane, o las pueda ganar razonablemente, le espetó. Ningún gobernante del mundo llama a las urnas si piensa que va a ser derrotado.

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«Claro, claro, evidente. Pero en cualquier caso, es difícil que haya mayorías absolutas con el sistema proporcional. Por eso decía antes que con una minoría del cuarenta y muchos, se puede gobernar desde un Gabinete monocolor.»

El planteamiento de la reforma

«Muchos de los problemas a los que tiene que hacer frente el Gobierno actual no se originan por razones del número de escaños del partido, sino que nos vienen dados, son herencia de situaciones políticas anteriores a la reforma.»«Cuando ésta comenzó, la situación de gran parte de las estructuras del Estado era muy débil y, sin embargo, la sensación que todo el mundo tenía era la de la existencia de un Estado fuerte. Naturalmente me planteé si era conveniente en aquel momento transmitir la realidad objetiva o, por el contrario, aprovechar la imagen de fortaleza que del Estado se tenía a fin de posibilitar una reforma desde la legalidad que, devolviendo la soberanía al pueblo, permitiera realizar la transición con los menores costes posibles y sin intervenciones extranjeras. Era consciente al adoptar esta posición que a corto plazo se podría transmitir la imagen de un Gobierno débil como en muchas ocasiones así ha parecido, pero creo que la decisión fue acertada y que la erosión sufrida por esa decisión está justificada por el camino recorrido.»

«Hoy, el Estado es mucho más fuerte porque, entre otras circunstancias, se orienta en la firme voluntad de la mayoría absoluta del pueblo y de sus representantes políticos.»

Se sonríe cuando le digo que yo pienso que va a convocar elecciones («a lo mejor me conoce bastante bien»), y luego rechaza la posibilidad de que las legislativas tengan lugar a la vez que las municipales. «Estas deben celebrarse, por ley, en el plazo de noventa días después de aprobada la Constitución. Pero si fueran al tiempo, que las generales, me terno que a la hora del voto primaría el interés local del elector; en una palabra, que el voto municipal condicionaría el político. Por lo demás, sólo si existiera una causa de fuerza mayor, como que se adelantaran las legislativas, podrían retrasarse las municipales.»

Le pregunto quién será el candidato ucedista para alcalde de Madrid, y me dice que la semana entrante se reunirá el comité ejecutivo, al que corresponde la designación. Luego quién ha de ser el secretario general del partido, «Rafael Arias Salgado es mi candidato. Por lo demás, UCD es presidencialista y el secretario general no tiene el protagonismo político que en otros grupos.»

¿Cómo ve el presidente su propio partido? ¿Qué perspectivas se abren ante el próximo congreso? ¿Cuál es su postura respecto a los socialistas, que constituyen objetivamente el único peligro a corto plazo de desplazarle del Poder?

«UCD tiene que ser un partido frontera con el PSOE, y no creo que pueda existir ningún grupo entre los socialistas y nosotros, El PSOE y la UCD pueden coincidir en algunos temas y existe un electorado flotante que puede ir tanto a unos como a otros. Pero a la postre, el modelo de sociedad que la UCD defiende es radicalmente diferente al de los socialistas. Lo que pasa es que estoy convencido de que muchas cosas que se presentan hoy como propias de la izquierda no son privativas de ésta; son banderas nuestras que nacen de una concepción de la dignidad del hombre y su libertad. Nosotros tratamos de mantenernos en el centro político y queremos un modelo de convivencia basado en el diálogo y bajo la óptica de la justicia. Esto exige reformas en profundidad de la estructura social de nuestro país.»

En cualquier caso, el presidente se muestra cauteloso y nada agresivo al hablar de trasformaciones políticas. Sobre los comunistas resulta bastante explícito. «En política, estoy acostumbrado a juzgar sobre los hechos y no sobre las intenciones, aunque, como es lógico, a la hora de elaborar hipótesis también tenga en cuenta cuáles puedan o no puedan ser aquéllas. Pero ateniéndonos a los hechos, tengo que decir que el comportamiento de Carrillo en el proceso democrático ha sido muy correcto.»

Hablamos de las últimas maniobras que, a juicio de los observadores, está haciendo la UCD en el Parlamento, tanto para anular a sus disidentes, como Lasuén, como para acopiar votos que facilliten el eventual voto de investidura del presidenle. Se dice que, incluso, hombres de AP, Licinio de la Fuente o López Bravo, podrían haberse ofrecido al partido del Gobierno, y que otros, como Raúl Morodo, han sido o serán nombrados cualquier cosa a cambio de su inclusión en la UCD.

«Son muchas las cosas que nos separan de Alianza Popular -declara enfáticamente Suárez-. Por lo demás, todo esto de lo que me habla, me parece que responde a algunas maniobras para desestabilizar UCD hacia la derecha. No hay compra de votos por mi partido, entre otras cosas, porque ese me parece un sistema, además de rechazable, inútil. El caso que me señala de Morodo es muy fácil de explicar. Por un lado, él no quiso unirse al PSOE, aunque participó en los trabajos de la fusión con el PSP. No se ha afiliado a UCD, pero puede que lo haga en un futuro, porque creo que es un partido más acorde con su perfil político. Su nombramiento de embajador viene de atrás y es previo a toda esta situación; nos conocemos desde hace tiempo y sé que tiene magníficas cualidades. Yo sabía y sé que, hará un magnífico papel como, embajador extraordinario en Africa. Por lo demás, esto de los embajadores extraordinarios es una figura que estoy dispuesto a potenciar. Son utilísimos y resuelven en ocasiones problemas que para el embajador residente resultan, por sus propias características, mucho más difíciles.»

Los delfines, al Poder

En los últimos días se viene barajando la posibilidad de una reforma de cuadros en UCD y en el propio Gobierno utilizando a los jóvenes. Junto al de Rafael Arias Salgado, nombres como los de José Pedro Pérez Llorca, Luis Gamir, Oscar Alzaga, Javier Rupérez y tantos otros han saltado a las páginas de los periódicos en una teoría de renovación del Poder. Suárez asegura que «necesitamos las generaciones nuevas. En gran parte son mucho más capaces del diálogo, y sobre todo están infinitamente mejor preparadas. Estoy convencido de que hay políticos de enorme talla entre estos jóvenes y me parece positivo que ocupen sus responsabilidades en el partido y en el Gobierno».¿Trata de robar UCD al PSOE con este sistema, el voto del cambio generacional, ese electorado no ideológico pero sí deseoso de una reforma sustancial en la manera de gobernar, y del que se lucraron sin duda los socialistas en las pasadas elecciones? ¿Piensa Suárez que han desaparecido las reticencias antifranquistas que su partido originó por el pasado de algunos de sus hombres -incluido él mismo- y que es capaz de cambiar el signo del voto de los jóvenes?

«Voy a acercarme a ese electorado -dice- no por táctica ni por tentación de poder, sino por la vía de la reflexión. Sí, efectivamente, creo que entre los votantes de las nuevas generaciones y entre los nuevos votantes de los dieciocho años hay una oportunidad para nosotros, si sabemos explicarla y convencerles de nuestra sinceridad.»

Hablamos del próximo congreso ("Va a ser muy importante, no hay que olvidar que es un congreso constituyente») y de las tensiones internas o deseos de ruptura de UCD. «Las posibles tensiones que existan son las lógicas de carácter personal, pero no ideológicas. A la postre, socialdemócratas liberales y democrata-cristianos son los autores del progreso de la Europa occidental de la postguerra. Ahora existe una verdadera mutación ideológica en Europa respecto a este esquema y lo que UCD trata es asumir los grandes principios; de estas corrientes ideológicas, que no son incompatibles entre sí, e incorporar además las novedades del presente.»

«UCD es por eso un partido no dogmático un partido de reflexión, y lo que es preciso y creo que se va a conseguir es que las tensiones no se institucionalicen, no devengan en ideológicas. Por lo demás, todos quieren fortalecer la unidad del partido y transmitir esa imagen al exterior. Es un congreso para dos años y en el que se van a delimitar con claridad la ideología de UCD, el modelo de sociedad que propone, la posición ante los principales problemas políticos y la estructura de los órganos democráticos de gobierno del propio partido. Esa yo creo que es la oportunidad de los jóvenes de los que antes hablábamos. A la postre, yo no tengo "amiguetes" en el Gobierno; mi único amigo personal en él es Fernando Abril, y creo que está bastante demostrado que posee unas cualidades excepcionales. A Fernando le introduje en la vida política hace muchos años y le nombré ministro cuando hubo oportunidad. Es un hombre de primera. Pero, como decía, hay que dar la oportunidad a los jóvenes, y es preciso combinar la existencia de personalidades políticas consagradas en UCD con el reconocimiento que merecen los que más y mejor han trabajado por la construcción y el fortalecimiento del partido.»

He ahí la imagen de un Adolfo Suárez remozando, con o sin elecciones, su gabinete y su organización política con hombres más jóvenes que él que te deberán la irresistible ascensión de sus carreras. Suárez no será ya sólo el presidente, el jefe, será incluso el más viejo de todos, y acaparará todos los carismas del poder entre sus gentes. No lo dice, no lo dice, pero se le ve seguro de una cierta imprescindibilidad suya en el poder cara al futuro del país, «La política española es todavía una labor de artesanía, una mezcla de audacia y prudencia bien dosificadas. Necesitamos aún dos o tres años para consolidar las instituciones democráticas y poder ofrecer al pueblo lo que el pueblo quiere: más seguridad y más bienestar. Por lo demás, éste es un país cuyo espectro sociológico es el centro, entiéndame, no hablo del centro de UCD, sino del centro en sí, que es un espacio político que cubrimos fundamentalmente nosotros. Este es un país muy castigado por la historia, con heridas todavía a flor de piel, que lucha por huir de cualquier radicalización. Hav que recuperar la vocación moral qe tuvo antaño: muchos valores se hallan relajados, es preciso construir una sociedad quizá con menos normas y mayor participación ciudadana. La ética tiene que ser el denominador común de los comportamientos sociales.»

«Lo importante -señala el presidente ahora- es que la norma jurídica no debe ni puede ir, en determinadas cuestiones, por delante de la concienciación social. En este país estamos demasiado acostumbrados a tener leyes que nadie cumple.»

¿Pero qué es entonces para Suárez una sociedad más permisiva como la que propone? «Aquella que ofrece más alternativas de libertad, más oportunidades de desarrollo de las libertades personales y más responsabilidad, por tanto. En definitiva la que ofrece más respeto social a la libre conciencia de cada uno. Creo que éste es un punto en el que merece la pena insistir. La democracia no es sólo una cuestión de reclamar los derechos de todos sino también de asumir y cúmplir los deberes y responsabilidades de cada uno.»

Democracia irreversible

Hablamos luego de las alternativas del poder en un régimen democrático y asegura que todavía hay sectores muy significados de la derecha de este país que toleran la existencia de una oposición, pero les aterra la idea de que si los socialistas ganan las elecciones sean ellos los que gobiernen, «Y, sin embargo -añade-, esa es la esencia de la democracia.» Luego nos enfrascamos en la averiguación de los peligros que acechan a ésta. «Pueden existir personas o grupos que no quieran aceptar las alternativas de poder que surjan de unas elecciones. Pero yo creo que la democracia en España es absolutamente irreversible y que las amenazas que nos acechan bien por actitudes intolerantes de algunos sectores, bien por actividades terroristas que con demasiada frecuencia se utilizan como arma política por grupos extremistas, no impedirán el logro de una convivencia estable, justa y libre. El terrorismo es una lacra social que afecta a numerosos países democráticos de nuestro entorno y hay que luchar contra él unidos y desde luego no utilizarlo como arma arrojadiza en el debate político. Pienso que todas las fuerzas políticas serias y desde luego el Gobierno y su partido estamos decididos a acabar con esa lacra social y para ello intentamos aceleradamente profesionalizar al máximo a las fuerzas de seguridad encargadas de su erradicación, dotarlas de todos los medios necesarios, perfeccionarlas en los terrenos de la información, prevención, persecución y represión. Pienso que también es absolutamente necesaria la colaboración ciudadana con las fuerzas de seguridad para facilitar su nada fácil trabajo y pienso también que es absolutamente imprescindible una firme disciplina para el logro de esos objetivos. Yo, desde luego, estoy dispuesto mantenerla en todo caso y en toda situación.»Más tarde añadirá, cuando le pregunto sobre el Ejército, que «su comportamiento como institución ha sido ejemplar, asumiendo las nuevas lealtades, que son el Rey, el pueblo, y el Gobierno que emana de ese pueblo».

Le hablo de una posible operación de descrédito de «lo vasco» en el resto del país y de cómo se ha llegado a decir que algo así estaba siendo amparado por el propio Gobierno, y lo niega rotundamente a la par que se extiende en un largo elogio del pueblo vasco y sus virtudes. También me dice que él personalmente está empeñado en la necesidad de que vascos y catalanes recorran la Península explicando sus posiciones, y sus preocupaciones y que así se lo ha dicho al propio Tarradellas, para que no se gereren competencias ni animadversiones entre los españoles. A mi acusación de que las autonomías han sido convertidas en una especie de carnaval por el Gobierno, que pretendía así quitar fuerza a las reivindicaciones vascas y catalanas, me contesta que «UCD parte de una concepción del Estado diferente de la anteriormente existente. Parte del presupuesto de que el Estado centralista ha entrado en crisis porque no es posible ya administrar concentradamente miles de asuntos de millones de personas. De ahí que sea necesario reestructurar el Estado distribuyendo territorialmente el ejercicio del poder esta tal, para poder atender eficazmente las demandas sociales. No se puede decir, por tanto, que se haya producido ninguna especie de carnaval, lo que se ha producido es una incoación del proceso de regionalización del Estado, que, además de tener un alcance funcional, sirve para afrontar problemas políticos como los que pueden suscitarse en Cataluña o en el País Vasco.»

La economía, preocupación clave

Cuando Suárez llegó al poder, dos acusaciones básicas le fueron hechas por quienes sospechábamos que no tenía las condiciones propias de un hombre de Estado. Una, que no sabía economía; la otra, que no le interesaban, y desconocía a la larga, los problemas de la política. exterior.«Yo no soy un experto económico, desde luego, no soy un experto en casi nada. Pero sí pienso que soy un buen político -se defiende- que enlaza con las preocupaciones y la sensibilidad del hombre de la calle, y que sabe enfocar con criterios políticos los problemas económicos. No olvide usted, que salvadas ciertas complejidades técnicas, metodológicas, el funcionamiento de la economía se basa en unas cuantas ideas -muy pocas- que no son sólo asequibles a los expertos. Eso me permite tener las ideas muy claras sobre los objetivos que hay que conseguir y los desequilibrios que tenemos que corregir. Cuento, por lo demás, con un equipo de especialistas competentes (Abril, Leal, Paco Ordóñez, el propio Fuentes, que sigue asesorándome), y no me siento especialmente débil en estas cuestiones. En cuanto a la política exterior, no es que no me haya interesado, sino que en este tiempo he estado literalmente absorbido por la política interior. En la medida en que se va asentando el funcionamiento de las instituciones democráticas, tengo más tiempo para dedicarlo a los problemas de la política exterior. Y así lo estoy haciendo con gran intensidad. Pienso que el futuro de España vendrá en muy buena parte determinado por la inteligencia e imaginación con que juguemos nuestras cartas en el ámbito internacional. Creo que España puede y debe ocupar un lugar preeminente en los órganos de decisión política internacional.»

¿Cuáles son esos objetivos y desequilibrios de los que habla? ¿Cuál es a su juicio el principal problema económico con el que nos enfrentamos?

«Simplificando mucho los temas diría que sin duda alguna el desempleo y la falta de inversiones. Necesitamos impulsar la inversión si queremos crear puestos de trabajo. Tenemos que crecer moderando la inflación. Esto exige evidentemente un entendimiento económico con las diferentes fuerzas en presencia para mantener y mejorar los logros alcanzados este año, como consecuencia de los pactos de la Moncloa. Necesitamos generar puestos de trabajo, mantener nuestra buena situación en la balanza exterior, aumentar la productividad de las empresas y su rentabilidad, etcétera. En definitiva yo creo que es necesario el entendimiento económico porque es una necesidad nacional, no una simple conveniencia política del poder.»

Un debate nacional sobre la OTAN

Pasamos a analizar las grandes líneas de la política exterior, que en su propia confesión comienza a llenar gran parte de sus preocupaciones.«La UCD es pro OTAN y ya lo ha dicho bastantes veces, y también se ha dicho que ese no es un tema que pueda resolver la voluntad de un partido, por mayoritario que sea en el Parlamento. Ni tampoco la permanencia en la Alianza puede quedar al arbitrio de pequeñas oscilaciones electorales. Hace falta un debate nacional y no va a tener lugar a corto plazo. El asunto OTAN no es ni urgente ni inmediato. Por lo, demás es evidente que estamos en el bloque occidental y desde estas coordenadas hay que observar nuestra política exterior. Pero España tiene derecho a ocupar un puesto en las áreas de decisión política internacional al margen de las presiones de los dos grandes colosos mundiales... Ya he definido muchas veces mi postura en este tema: el nuestro es un país europeo, vecino de Africa y que recibe su justificación de pasado, presente y futuro en Ibéroamérica. Cada vez veo más claro que eso nos permite jugar un papel puente entre el mundo desarrollado y el menos desarrollado y esa es la tesis que creo debe informar nuestra acción exterior. Por eso España va a defender las posiciones iberoamericanas ante el Mercado Común. Y no estamos ni estaremos mendicantes ante éste. Nosotros cumplimos con los requisitos del Tratado de Roma y no tienen más remedio que atender a nuestra petición de ingreso.»

Le indico que si el tema OTAN se aplaza cobrará actualidad la renovación de los acuerdos bilaterales con los americanos y la desnuclearización de Rota.

«Yo pienso -contesta- que lo que hay que hacer es ir a la revisión del Tratado a fin de defender nuestros intereses nacionales, y desde luego, en una negociación que no sea tan precipitada como la de 1976. La situación política española y la internacional son muy diferentes. La desnuclearización de Rota ya está prevista para antes de julio de 1979.»

Señala luego la necesidad, aun después de las palabras de Bucetta, de mantener una política de equilibrio con Argelia y Marruecos y lo interesante de la propuesta mauritana para la pacificación del Sahara, propuesta sobre la que está trabajando ya la diplomacia española. Asegura que está abierto a ir a Argelia, según prometió, una vez que los pescadores presos han sido liberados y confiesa que de su viaje a Cuba se ha traído una buena relación personal con Fidel Castro. Con la URSS, dice, se van a intensificar a corto plazo las relaciones («Samaranch lo está haciendo muy bien»), y es probable una visita oficial a nivel de vicepresidente del Gobierno en breve. Termina por hacer una larga explicación de las oportunidades que se nos abren en América Latina («Iberoamérica» en su aceptación) y de la necesidad de preparar como es debido el tan debatido viaje del Rey a Argentina. «En definitiva, el papel de la política exterior española es cada vez más relevante y estoy dispuesto a asumirlo.»

Han dado las tantas en el reloj de la Moncloa cuando la conversación toca a su fin. Antes, sin embargo, le pregunto por la corrupcíón administrativa y lo que sucede en la Seguridad Social.

«Salvo casos aislados yo no hablaría de corrupción, que creo que es mucho menor en este país que en otros; más bien hablaría de incumplimiento de sus obligaciones por parte de algunos sectores sociales que, sin necesidad de enriquecerse, son muy cuidadosos de sus derechos, pero no de sus deberes. Este es, yo creo, uno de los problemas de nuestra sociedad y que hay que atajar. En cuanto a la Seguridad Social necesita una reforma en profundidad de sus estructuras, que ha comenzado ya a plantearse.»

Y una última pregunta sobre la televisión -yo sí hablo de corrupción-, de la que fue director general hace apenas cinco años.

«TVE debe de estar controlada por un consejo de administración que nombre el Parlamento. El director debe nombrarlo el Gobierno con un plazo fijo de actuación y ser responsable ante el Gabinete, que, en definitiva, es expresión de la mayoría parlamentaria. También podría haber una especie de consejo asesor del propio consejo de administración con representación de instituciones culturales, religiosas, sociales, etcétera. En cualquier caso, lo que es importante es que la televisión del Estado respete el pluralismo democrático y no mantenga tesis de partido. »

¿Descarta la posibilidad de una televisión privada?

«No quiero cerrar las puertas a la TV privada cara al futuro, pero por ahora y durante bastante tiempo me parece que sería impensable e inconveniente. Lo que es preciso es una televisión estatal más plural, con mayor oferta de imagen y con el respeto debido a todas las ideologías más representativas.»

¿Pero le gusta a usted o no la televisión que tenemos ahora?, acabo por interpelarle,

«Hombre, es susceptible de muchas mejoras técnicas y de programación.»

En la puerta un helicóptero espera para trasladarle a Barajas, donde debe despedir a un huésped extranjero. Antes de salir, con voz humilde y mirada casi sumisa me pregunta: «¿Me permite regalarle una caja de puros? Fidel me dio muchas y no los fumo.» ¿Me permite que la acepte2 contesto casi ruborizado al pensar lo que dirán los muchachetes de El Alcázar cuando se enteren de que hasta me dio puros y todo. Desencamiso el veguero mientras oigo sus últimas palabras de despedida:

«Yo me considero un hombre muy normal. Creo que este país, como sucede con todos los democráticos, no exige genios. Trabajo mucho, eso sí, reflexiono mucho, pienso las cosas antes de hacerlas, y no pongo ningún amor propio en ellas, porque en las decisiones de gobierno estoy ausente de todo dogmatismo.»

Suárez, pienso, quiere astutamente huir de la imagen de hombre providencial que aquel Caudillo de todas las Españas desperdigara sobre la faz del país. Este hombre ha cumplido lo que se prometió a sí mismo, porque «toda la vida soñé con ser presidente del Gobierno», y hubiera triunfado igual, en el arte que en la política: tiene tales dotes naturales de captación y entendimiento del prójimo y tal convicción sobre el papel que le ha tocado desempeñar, que difícilmente puede desprender su personaje de sus sueños. Y cuando veo al helicóptero elevarse sobre las nubes de la Ciudad Universitaria y le recuerdo tan seguro y humilde a un tiempo, tan contradictorio en su poder, hecho a sí mismo, sentadito en aquel despacho con cartones de Goya y luces decimonónicas, no puedo evitar la sensación de que en cuanto de él dependa aquí vamos a tener Suárez para rato.

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