El triunfo de una literatura marginal
«Maravilloso, terrible y espléndido mundo el de Isaac Bashevis Singer, bendito sea su nombre. Quien penetre en él a fondo no sabe cómo reaccionar, si danzando, cantando o gritando de alegría... Si tuviese hoy que volver a empezar a escribir tomaría como modelo a Singer. Todo lo que hace es perfecto: cuando come, come; cuando canta, canta; cuando camina, camina... no vacila nunca. Es un escritor que puede enloquecer a quien sepa aprender la melodía que discurre por sus líneas y el sentido que en ella se encierra.» Estas palabras de Henry Miller rnuestran que la figura del reciente Premio Nobel de Literatura no es la de un desconocido. Se trata, desde luego, de un gran artista, pero de un artista marginal. Un escritor judío que además escribe en yiddish. El exilio es triple. Prinaero, por judío; después, por polaco, obligado al huir del terror nazi a Estados Unidos. Y allí, en una lengua marginal, menor, que no es el inglés, ni siquiera el hebreo clásico, ha dado su potente, hermoso, trágico y repleto de ternura testimonio.El lector español, en esta ocasión, ha tenido suerte. Hay una breve bibliografía en castellano del nuevo Premio Nobel, y esto ya desde hace más de diez años. Se trata de versiones del inglés, desde luego: el propio Singer traduce sus libros de yiddish al inglés; primero lo hizo por sí solo, después echando mano de colaboradores, hasta que finalmente se limita a revisar las traducciones que hacen otros, y más frecuentemente otras. Cronológicamente, lo primero que se publicó de Singer en castellano vino de la mano de aquellos primeros libros de bolsillo que publicaba Ediciones G. P., que luego dieron lugar a la editorial Plaza y Janés. Recuerdo a mediados de los sesenta una novela, El mago de Lublin, y un espléndido libro de relatos, El Spinoza de la calle Market. Y ya en la década de los setenta, las tres grandes novelas -La casa de Jampol, Los herederos y La familia Moskat y un libro de relatos: Un amigo de Kafka. También apareció hace muchos años otra novela, Satán en Goray -que describe las persecuciones de judíos en la Edad Media y que no he podido consultar.
Otras obras
La producción de Singer comprende, además, otras dos novelas largas, El esclavo y Enemigos, una historia de amor; otro libro de relatos, Gimpel el tonto, y unas memorias, En el patio de mi padre. De entre las traducciones al castellano destacan las efectuadas por el novelista Andrés Bosch. La muestra es por tanto bastante importante para el lector español.
Hijo de rabino, estudiante en un seminario rabínico en su Polonia natal, se exilió a Estados Unidos en 1935, cuando ya contaba treinta años. Escritor y periodista en lengua yiddish, ha publicado sus relatos, novelas y trabajos periodísticos en periódicos y revistas que aparecen en Norteamérica en este idioma, y ha sido su traducción al inglés lo que le ha proporcionado lenta, pero inexorablemente, una discreta y casi secreta fama universal, que le ha llevado hasta el Premio Nobel.
Su inspiración, sus personajes y sus historias parten de su propio mundo el universo de los judíos centrocuropeos, de los ashkenazi, sometidos a los más violentos huracanes de la historia contemporánea. Sus libros reflejan esta larga trayectoria de un mundo que se deshace, presa de la diáspora, desde mediados del siglo pasado, con la ocupa ción rusa de Polonia, hasta la invasión del país por las tropas de Hitler en la segunda guerra mundial. La descomposición, la destrucción implacable de las comunidades judías, de los ghettos, es descrita por Singer no como el producto de un agente exterior, de una maldición histórica, sino desde el interior de sus mismos personajes, familias y colectividades, en medio del conflicto, además entre tradición y modernismo. Sus grandes novelas están repletas de personajes, de anécdotas e historias, y se siguen unas a otras en orden eronológico, aunque en acciones independientes.
La inspiración religiosa, sin embargo, viene en Singer teñida de realidad, de sensualidad: su misticismo es también pesimista, desencantado: gusta de describir personajes humildes, sumidos en grandes y pequeñas tragedias, pero su talante no es jamás cruel: una escéptica ternura, una emocion teñida de nihilismo atraviesa todos sus libros. Se ha dicho de él que es un reaccionario, mas no por conservador, sino por un sutil anarquismo escéptico que lo traspasa que es un obseso sexual, pero sus descripciones nunca atraviesan los límites de la crudeza; que es un desplazado alimentado por cierto demonismo. Misticismo pesimista, moralista que se burla de la moral, un humor que parece ansiar la santidad y desemboca en el erotismo, todos estos rasgos están presentes en sus libros, tanto en sus grandes frescos novelescos como en sus intensos relatos breves, cuya temática abandona ya el mundo europeo para retratar a las comunidades judías estadounidenses y hasta en sus cuentos infantiles. En este sentido, si se le ha comparado con Flaubert o Gódol, también hace pensar en los escritores norteamericanos judíos, como Bernard Malamud o el propio Saul Bellow.
Los judíos americanos de Singer son -al contrario de los europeos- solitarios, ridículos a veces, pobres gentes movidas, sin embargo, por una extraña potencia interior. Esta es la literatura marginal, la literatura menor -pero recuérdese el estudio de Deleuze y Guattari sobre Kafka. Por una literatura menor- que el arte sutil y peculiar de Isaac Bashevis Singer ha hecho universal.
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