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CINE/"SLEEPING BEAUTY"

La bella durmiente

En el museo imaginario de figuras ilustres creadas para llenar de terror el sueño de los niños ocupa lugar de honor, junto a Caperucita devorada por el lobo, Cenicienta humillada por sus hermanas, o Blanca Nieves odiada por su madrastra, esta famosa Bella Durmiente del Bosque, aquella que esperaba algo así como un beso de amor que viniera a despertarla, solución machista si las hay, según juicio de alguna feminista.Como diría también algún especialista de] ensayo a la moda, esta Bella Durmiente del Bosque no esperaba otra cosa que verse realizada por el amor del hombre, de forma no tan inocente ni tan casta. No en balde Perrault, que era varón, hizo de la mayoría de sus protagonistas, mujeres frustradas.

Sleeping beauty (Some call it loving)

Dirección: James B, Harris. Guión:James B. Harris. Basado en la novela de John Collier. Fotografía: Mario Tosi, Música: Richar Hazard, Intérpreles:Zalman King, Carol White, Tisa Farrow. Richard Pryor. Verónica Anderson. Fantástico, Color. EEUU Local de estreno: Bellas Artes.

Entre todos estos personajes quizá la Bella Durmiente se haya prestado más que ningún otro a diversas interpretaciones, y ahora el cine nos la trae una vez más de la mano de James H. Barris, productor de los primeros filmes de Stanley Kubrick. Es preciso hacer notar en seguida que, puesto a realizar sus propios Filmes, este productor americano, quizá para evitar engorrosas y molestas comparaciones, ha escogido estilo y tema bien opuesto a los de su antiguo pupilo.

En un mundo entre fantástico y real, la bella duerme su vida, ahora convertida en monstruo de feria, explotada por un amo del que la rescatará un príncipe músico de jazz, que la compra y la lleva a su residencia. Allí la bella se despierta y despierta a la vez a su amigo. Los dos pasan a formar parte de una vida a un tiempo irreal y excéntrica de la que intentan escapar demasiado tarde para acabar donde empezaron, esta vez convertidos en monstruo'de feria y patrón amistoso y preferido.

Los dos, al despertar, han afrontado el riesgo de conocerse y conocer el mundo, sus sueños, esas imágenes que tras la duermevela se borran y pierden. La historia no es pura trasposicián que, una vez aceptada, arrastre al espectador por unos cauces seguros, trazados de antemano. Como el sueño, su realidad es múltiple y cambiante, dirigida a un público más puritano, más rígido y cerrado, que responde a claves sociales, de educación o represión no siempre demasiado explícitas. El mundo de la casa cuenta con escenas excelentes: esas habitaciones enormes, densas, sobrecargadas, en las que ama y criada se entregan a divertidas suplantaciones tan originales como la relación entre las dos mujeres y el hombre convertido en sacerdote.

No obstante, cierta técnica amateur y un ritmo demasiado lento acaban por romper la historia en una serie de secuencias que, en ocasiones, no casan ni aparecen demasiado ordenadas.

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