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Tribuna
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Solución Xirinacs

Manuel Vicent

El debate constitucional en el Senado, ha comenzado con la solemnidad del asesinato político, por eso en la sesión inaugural, ayer por la tarde, en el tejado de la casa había un adorno de gárgolas con rifles de mira telescópica y la presidencia puso una entradilla funeral, el lamento por las nuevas víctimas del terrorismo. Volver al estribillo. Esta es una monotonía que tiene ya cierta grandeza ensangrentada, aunque la gente ya se sabe la la liturgia, esa simetría conmemorativa. No había una especial crispación entre los senadores por los recientes atentados. Lo que allí se veía era esa resignación sólida del que contempla la ley de la gravedad. Desde abajo.El trabajo constitucional sigue el último tramo del Pleno del Senado cuando la opinión pública ya se ha desenganchado del asunto. Por cuarta vez va a pasar la garlopa por el madero, y aquí está Sísifo, ajeno al tiroteo, acarreando enmiendas hacia la cúspide como si tal cosa. Otra granizada de palabras va a caer de nuevo sobre el tierno sembrado; quinientas oraciones, algunas necesarias, otras conectadas sólo con la vanidad del propietario, están preparadas. Será cuestión de abrir el paraguas.

Xirinacs ha comenzado a hablar. Ha sobrevolado el texto de la Constitución con 82 enmiendas para él solo, resumidas en unas opiniones de barbería sobre la felicidad política, entre el ungüento pental y la purga de Benito, para arreglar España con el método de Krisnamurti en diez lecciones de moral, contadas en tono de coloquio a una panda de barbudos sentados en la acera. Ayer fue una tarde de profetas, de esos que traen la solución para todo en cuatro folios. A Xirinacs, después de pedir una confederación republicana, le sucedió Fidel Carazo, otro latigador fugado del libro de Daniel, que se sacó del bolsillo una apocalipsis de pilas y puso a la concurrencia el corazón en la garganta por haber rechazado a Dios en la Constitución. Arrepentíos que el fin está cerca. Y vomitó siete cuartillas de ira sagrada sobre la solapa de los tibios.

Y en esto llegó Rosendo Audet Puncernau, de Esquerra Republicana, con un cántico republicano de amor monárquico Xirinacs había dicho que la Monarquía era cuestión de un espermatozoide en busca de un óvulo. Rosendo Audet Puncernau pidió que el espermatozoide fuera sometido a referéndum. Lo cierto es que los senadores tienen la lengua liberada, con todas las emociones políticas, batidas por el pasapuré. Y cuando los republicanos ya se habían desahogado proclamando un 14 de abril, para su escaño, Satrústegui, un caballero del Greco, ha abandonado el entierro del conde de Orgaz, ha puesto el micrófono a la altura de la golilla y ha defendido a su Rey como un Romanones sin fincas rústicas en Guadalajara.

La primera sesión constitucional en el Pleno del Senado ha servido para desbravar a los dulces, fogosos, autonómicos y republicanos visionarios. La enmienda de Cela sobre el pluralismo político la ha cogido un remolino de consenso y se la ha llevado río abajo la corriente. La garlopa de los próceres ha comenzado a funcionar por cuarta vez sobre el articulado.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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