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Los obreros de la Ford en Gran Bretaña convocan a una huelga nacional

Los líderes sindicales de los 57.000 trabajadores manuales de la compañía automovilística Ford en Gran Bretaña decidieron ayer en Londres convocar una huelga nacional, que podría comenzar el lunes, en el primer y serio desafío a la política salarial del Gobierno.

Cumpliendo los topes fijados por el ministro de Hacienda, Ford ha ofrecido un aumento del 5% en sus retribuciones fijas para el año fiscal 78-79 que equivale a unas seiscientas pesetas semanales, y ha dejado la puerta abierta a la negociación de primas de productividad. Los trabajadores piden cinco veces más, reducción de la jornada semanal a 35 horas y mayores beneficios sociales. El rechazo por la empresa de todas estas reivindicaciones ha llevado a más de 13.000 obreros de cuatro de las veintitrés plantas que Ford tiene en el Reino Unido a una huelga espontánea, que ha sido ratificada y ampliada por sus dirigentes laborales en su cumbre urgente, en la que además acordaron cancelar previstas conversaciones con la patronal.La Ford británica ignoró el año pasado las directrices gubernamentales para limitar los aumentos salariales a un 10% y negoció mejores condiciones con sus trabajadores, a pesar de lo cual escapó a las sanciones económicas previstas. Su fuerza intrínseca -derivada de su carácter multinacional y de la mano de obra que emplea-, y el hecho de que fuera a construir una gran planta de motores en la deprimida región de Gales, le sirvieron de bula. Las cosas parecen haber cambiado ahora, y el propio primer ministro ha anunciado que el Gobierno caerá sobre las empresas que violen la política salarial del 5%, el arma fundamental del laborismo para combatir la inflación.

En el caso de Ford, el cumplimiento de las amenazas gubernamentales podría significar el fin de sus sustanciosos contratos con la Administración, a la que suministra unos 25.000 vehículos anualmente, y la pérdida de favorables líneas de crédito y de ayuda a la inversión.

"Test" político y económico

Lo que suceda con Ford es, además, un test político y económico relevante sobre todo después de que los sindicatos británicos decidieran en su reciente congreso de Brighton oponerse firmemente a la política intervencionista del Gobierno en materia salarial.El señor Callaghan necesita ganar la primera batalla para tener argumentos con que enfrentarse a la sucesiva escalada de reivindicaciones, la primera de ellas, de la de un millón de empleados de los servicios públicos, que exigen un 40% de aumento en sus sueldos. Lo que suceda en los próximos tres meses de negociaciones salariales determinará el éxito o fracaso de la última etapa de la política económica del señor Callaghan y probablemente sus posibilidades electorales en los comicios generales.

Aunque la compañía automovilística norteamericana ha hecho saber oficiosamente que su rentabilidad le permite conceder aumentos mayores que los determinados por el Gobierno -cuyo cauce natural sería su camuflaje dentro del concepto «productividad»-, se ha mostrado tajante en su negativa a reducir la semana laboral a 35 horas, arguyendo que mermaría gravemente su competitividad. Los sindicatos han hecho de esta reducción su principal arma para combatir el desempleo y acabar con las horas extraordinarias.

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La mayoría de los 57.000 trabajadores manuales de la Ford trabajan cuarenta horas a la semana, alternándose en turnos de día y noche. Sus salarios oscilan entre unas 40.000 pesetas mensuales para los menos cualificados y alrededor de 55.000 para los especialistas. Según los directivos de la compañía, la aceptación de las reivindicaciones de sus empleados supondría el incremento de hasta un 60% en sus costos salariales.

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