El dedo en la llaga que quema
El homosexual ante la sociedad enferma.Varios autores. Edición a cargo de José Ramón Enríquez. Tusquets Editor. Barcelona, 1978.
Si no media presión ni violencia, cuando el juicio que condena es meramente moral, cuando se castiga la opinión o la costumbre -y más cuando se castiga llanamente el ser- ¿quién es el perverso, quién el peligroso? La homosexualidad es una llaga abierta hace muchos siglos (desde que la moral judeocristiana, por edicto del emperador Teodosio, barrió la abierta ética del helenismo pagano), pero esa llaga no la ha dado la naturaleza. La homosexualidad es piel -una más- y sólo la sociedad, ciertas sociedades, la nuestra entre ellas por hablar exacto, la convierte en herida y en llaga que quema.
El homosexual ante la sociedad enferma es, en este sentido, un libro útil e informativo. Porque pone al alcance de cuantos quieran conocerlo las justificadas causas de una persecución infrahumana. Y de manera habitualmente clara da las razones por las que la homosexualidad ni es cruz ni es privilegio, sino una de las pautas -mayor para unos, menor para otros- del comportamiento sexual del hombre. Los tres primeros textos del libro, me parecen, en tal camino, admirables. Son, a mi juicio, lo mejor de la obra.
Xavier Lizarraga, inicia un estudio sobre la normalidad antropológica de la homosexualidad. (Pone un ejemplo curioso: la homosexualidad se da en casi todos los mamíferos, por caso en los perros, y el perro que la practica es sano, pero si con medios aversivos o represores se le induce al animal a no seguir su deseo, entonces surge la neurosis. Y, por favor, no olvidemos que ya Esopo y Fedro hablaban para humanos contando de animales.)
Josep María Farré hace un pulcro análisis médico sobre el tema: «La homosexualidad no es enfermedad; la homosexualidad es una opción natural dentro del continuum sexual de que hablaba Kinsey.»
Y el psiquiatra Manuel Gómez-Beneyto, en un texto de encomiable valentía, corrobora el camino: «La homosexualidad no es una neurosis ni una patología mental, si bien -como ya he indicado- la presión que sobre el homosexual se ejerce si puede llevarle a la neurosis. » « La homosexualidad -nos dice- no es en sí misma ningún problema. Hemos hecho de ella un problema. La homosexualidad como problema debe su existencia a la existencia de una norma heterosexual y no a alguna característica intrínseca. »
Hay después, en apartados del libro más periodísticos que teóricos, un texto sobre la moral filistea (intento de identificar norma y naturaleza), de Bruce Swansey; artículos informativos de Armand de Fluviá, narrándonos, por ejemplo, el terror de algunas legislaciones, donde no son, excepción ciertos de los mal llamados países socialistas (China, Cuba, Laos, Rusia, Libia) en los que la represión antihomosexual parece destinada a hacer las delicias del más retrógrado burgués de la más cavernícola o puritana burguesía.
La colaboración breve de Fernando Savater pone en entredicho la palabra peligro (referido a la malhadada ley), porque, ya digo, ¿no es más peligroso quien está dispuesto, santón de la verdad, a destrozar cualquier diversidad, cualquier individualidad, con su parco rasero? El libro avanza hacia lo meramente informativo o hacia la lista -necesaria- de reivindicaciones, donde se ponen de manifiesto las dos tendencias de la lucha homosexual hoy, la integracionista -burguesa liberal- y la que postula, más revolucionariamente, una sociedad nueva. Excepciones a ese periodismo más neto, a partir de lo dicho, son el artículo de José Ramón Enríquez sobre la problemática del homosexual católico; el texto de Carlo Frabetti -Marginación y rebelión- que si nada nuevo aporta, es una perfectísima sinopsis, y el curioso colofón del libro, una entrevista a Jaime Gil de Biedma sobre Homosexualidad en la Generación del 27. Gil de Biedma es, como suele, agudo e irónico, y aunque la entrevista ni es exhaustiva, ni tampoco metódica -posiblemente tampoco quería serlo- está salpicada de buenos momentos y de observaciones curiosas.
Babelia
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