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XXVI FESTIVAL DE CINE DE SAN SEBASTIAN

Cine del Este

ENVIADO ESPECIAL, Witold Lesczcynski, realizador polaco, a la vuelta de un viaje por el extranjero, el día de su cumpleaños, en el medio del camino de la vida, escuchó el concierto que en una villa junto al mar ofrecía un buen amigo suyo.Fue tal su impresión al parecer, que decidió hacer de tal encuentro una película, filme que habría de narrar sus problemas, ilusiones y amarguras, es una recolección particular de los caminos seguidos hasta entonces por ambos, por él mismo y por su amigo, a modo de vidas paralelas.

Tal cosecha -pensó el autor- debería provocar en los espectadores las mismas reflexiones que en sus protagonistas, mas la verdad es que esta doble aventura vital de un artista de cabaret dedicado más tarde a interpretar su propia música en conciertos o la del propio realizador en la ficción y en la realidad, director de televisión. Fracasado en la vida y en su obra, no se prestan a demasiadas conclusiones.

Realizado conforme a la moda actual de confundir los tiempos, de mezclar realidad con símbolos y diálogos con situaciones teatrales, ni la muerte del autor nos emociona ni la música de su amigo llega a interesarnos demasiado, habida cuenta además de que a estas alturas no se puede trucar a un músico cuando salta a la vista que no es él quien está interpretando. El ritmo lento al que este cine nos tiene acostumbrados, un sentido del humor particular y una fotografía excelente como siempre, de cielos bajos y horizontes grises, nos recuerdan que nos hallamos en el día dedicado al cine del Este y nos traen a la memoria, al acabar el filme, las palabras del comité asesor que en la historia analiza la película. «La película no está mal. Lo malo es que las ideas están fuera de la pantalla. »

En el caso de Marta Meszaros y su Como en casa, las ideas, las imágenes están dentro, pero tan mal ordenadas que a ratos no se sabe en qué sentido camina la acción. La idea de narrar las relaciones entre un hombre y una niña no es nueva. Se ha tratado, desde que el mundo es mundo, a partir de múltiples perspectivas. Marta Meszaros, feminsta del Este según unos, no feminista según propias manifestaciones, ha tratado tal relación desde un punto de vista demasiado pudibundo en contra de lo que afirma en sus declaraciones acerca del amor y su importancia a lo largo de la vida. Por otra parte, la historia del emigrante desarraigado que al fin siente la nostalgia de la patria tampoco resulta en sí demasiado novedosa y la mezcla de ambas por el amor o el capricho de un perro resulta, si no falsa, bastante forzada.

Aquí también hay demasiadas ideas sin concretar, mal expresadas, el ritmo es lento, por supuesto, y aunque más torpemente realizada que la anterior, destaca en ella la interpretación de la actriz infantil Zsuzsa Czinkoczy.

Suelen echar en cara los realizadores a sus colegas del otro sexo su vocación exclusiva por sus propios problemas. Las realizadoras se defienden alegando que sólo ellas los conocen en su justa medida y que el hombre se asoma a ello con unas cuantas, ideas forjadas de antemano. Sin embargo, esta historia, algo corta en realidades, aunque larga en promesas y pretensiones, no difiere demasiado de las narradas sobre el mismo tema por los hombres.

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