Periodistas y diplomáticos españoles espiaron para Japón
Diplomáticos y periodistas españoles trabajaron en Estados Unidos y otros países para los servicios de espionaje japoneses durante la segunda guerra mundial, según documentos hasta ahora secretos que fueron hechos públicos recientemente por la Agencia Nacional de Seguridad norteamericana (NSA).La red de espías se denominaba To, que significa «puerta» en japonés, y era dirigida desde Madrid. En 1943 esta organización contaba con seis miembros, cuatro de ellos en Estados Unidos, uno en Vancouver (Canadá) y el restante en un país no identificado de América Latina.
La Agencia Nacional de Seguridad (NSA) consiguió descifrar el código secreto empleado por los diplomáticos japoneses y durante años interceptó y descifró sus comunicaciones sin que en Tokio nunca advirtieran la violación de sus cables y mensajes secretos. Para preservar esta, fuente de información, los norteamericanos dejaron actuar a los miembros de la red To, convencidos de que los datos que pudieran facilitar a los japoneses eran mucho menos importantes que los que el espionaje estadounidense conseguía descifrando los cables secretos de las embajadas de Japón.
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Serrano Suñer sufrió un atentado en el Retiro en abril de 1943
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Los documentos secretos de la NSA fueron cedidos a los archivos nacionales de Washington, donde fueron consultados ayer por EL PAÍS. La mayoría de los nombres de los espías han sido borrados antes de hacer públicos los documentos, que ocupan más de 30.000 páginas. Cada informe diario de la NSA está dividido en aspectos militares, políticos, económicos y «psicológicos y subversivos». Entre estos últimos suelen Figurar las referencias a la red «To». El diario Washington Post informó ampliamente en su edición dominical de la colaboración española con el espionaje japonés.
Entre las revelaciones contenidas en los documentos de la NSA figura la de un atentado sufrido por el entonces ministro de Asuntos Exteriores de Franco, Serrano Suñer, en el parque del Retiro madrileño, el 6 de abril de 1943. Serrano Suñer iba acompañado por el jefe de la red de espionaje «To», cuyo nombre ha sido cuidadosamente borrado de los archivos antes de darlos a la publicidad.
El,público español no tuvo noticia de este atentado, del que escaparon Serrano Suñer y el jefe de la red, porque todo se mantuvo en el más absoluto secreto. Pero interceptando las comunicaciones cifradas, del encargado de negocios japonés en Madrid, Suma, los norteamericanos supieron que los agresores fueron detenidos y que confesaron haber actuado por orden de la embajada norteamericana, que les indicó «asesinaran a esos dos caballeros».
Aunque los nombres de los agentes de la red no figuran en los documentos, en una ocasión se cita al agregado militar de la embajada española en Washington como miembro de la misma. También se contienen referencias a los cónsules españoles en Nueva York, San Francisco y Nueva Orleans. Aparte de esto, se cita a tres corresponsales de la prensa española, de los que no se dan los nombres, dos de los cuales residían en Washington.
La información enviada por los agentes de «To» se refería principalmente a movimientos de buques de guerra en los puertos de Estados Unidos y producción de material bélico en Norteamérica. Estos datos eran recogidos en Madrid por el jefe de la red, un español, y por el ministro consejero de la legación diplomática japonesa.
El dinero para pagar a los informantes norteamericanos de la red llegaba a Washington en la valija diplomática española, añaden los documentos de la NSA, y el propio embajador español llevaba dinero personalmente cada vez que volvía de España. En una ocasión, los japoneses enviaron dos bolsas llenas de perlas a Buenos Aires para financiar la red «To». De allí debían viajar a Nueva Orleans y a Washington, donde serían vendidas por el embajador español. Según los documentos, las perlas nunca llegaron a Washington y aparentemente el embajador español acusó a los argentinos de haberse quedado con ellas.
El 6 de marzo de 1943 se informó desde Washington al jefe de la red de espías que los aliados pensaban desembarcar en Europa en mayo de ese año, en las costas atlántica y mediterránea de Francia, según pudo constatar EL PAÍS ayer entre los millares de documentos. En otro de ellos se anuncia el envío de un nuevo agente, un francés con pasaporte de Guatemala, que salió por barco de Cádiz con destino a Buenos Aires en abril de ese año y que era amigo del misterioso jefe de la red de espionaje española que trabajaba para Tokio.
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