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La "beatlemanía", catorce años después

Juan Cruz

ENVIADO ESPECIAL, El primer intento de sacar provecho económico de la nostalgia que pueda haber de la beatlemanía sufrida en la pasada década ha resultado un fracaso. Una película, I Wanna hold your hand, cuyo estreno acaba de producirse en el Festival de Cine Americano de Deauville (Francia), pretende recoger aquella historia de histería, pelos y musica de amor. El título, que en español significa Quiero coger tu mano, recuerda una de las canciones más famosas de los Beatles, sobre quienes, por supuesto, versa el filme.Las razones del fracaso de esta recuperación nostálgica de la beatlemanía son varias. Una de ellas la veremos en persona mañana mismo, aquí, en Deauville: John Travolta presentará su segunda película. Los jóvenes de hoy han desviado sus reservas de histeria hacia este personaje de pelo oscuro, peinado con la mejor técnica hortera, ojos azules y labios entre displicentes, aniñados y anhelantes. Catorce años, después, al lado de estos monstruos singulares del baile y de la actuación cinematográfica, el recuerdo de los Beatles resulta, cuando menos, naif, como la propia película que acabamos de ver, y que, sin duda, en España tendrá una promoción ante la cual los jóvenes españoles deben estar prevenidos: el filme es muy malo. Esa es otra de las razones de su fracaso.

Sin embargo, hay una tercera razón, y ésa ha sido la negación de los antiguos Beatles a prestar su colaboración a ninguna clase de manipulación histórica sobre sus cuatro figuras, que ahora andan por el mundo ricas, pero independientes.

En la película I Wanna hold Your hand los trucos para recuperar la imagen del conjunto de Liverpool son infinitos y todos ellos fracasan, desde el punto de vista técnico, cinematográfico y musical. El filme recoge un episodio capital en la historia del grupo: su conquista de América en febrero de 1964, a través del popular show televisivo de Ed Sullivan, un personaje que concentra sobre su imagen a millones de telespectadores y que tiene una voz tan nasal y ofensiva como la del Amestoy de los Botejara. La actuación de los Beatles en el programa de Ed Sullivan desata la histeria de los tennagers norteamericanos, que se desplazan desde los puntos más insólitos del país hasta tomar Nueva York, buscando cualquier clase de reliquia de los ídolos.

Por supuesto, la película es de este mismo año y desde hace muchos los Beatles se niegan a aparecer en público, por lo que el director del filme, un joven estadounidense llamado Robert Zemeckis, eligió dos trucos geniales: situar debajo de la cama de uno de los Beatles a una fan despistada que, junto con la cámara, va descubriendo la identidad de sus amados cantantes gracias a las piernas que poseen y a los zapatos que calzan. El otro truco consiste en recuperar la cinta del programa de Ed Sullivan y pasarla a través de un monitor mientras da la impresión de que se ofrece el «verdadero show de Ed Sullivan». Los Beatles no aparecen, en efecto, por ningún lado, y si hubieran aparecido hubieran huido verdaderamente despavoridos.

Pero no es una película simple, un divertimento para un joven director de cine que así entra en el mundo de la filmografía. Es un proyecto de cierta complejidad en el que han intervenido personajes que no desembolsan su di nero sin esperar éxito a cambio. El productor, en efecto, es Steven Spielberg, el director de Tiburón y Encuentros en la tercera fase. Steven Spielberg, 30 años, una de las revelaciones más rentables de Hollywood, está en Deauville para asistir al estreno de esta primera producción suya. Robert Zemeckis también está, hablando sin parar y recordando, con su figura de chico recién salido de la Universidad del sur de California, a aquellos jóvenes que caían desmayados ante los cuatro cantantes de Liverpool poco antes de que se produjera el Mayo de 68 y de que ocurrieran en su país los más graves disturbios raciales de la historia.

I Wanna hold your hand ha sido una buena oportunidad perdida de recapitulación sociológica sobre aquella década estadounidense cuando acababa de ser asesinado el presidente Kennedy y cuando su hermano Robert se hallaba a punto de ocupar su puesto, en medio de una gran campaña solapada para impedir que los movimientos favorables al respeto de los derechos humanos prosperaran en Estados Unidos. Un personaje siniestro, Edgar J. Hoover, director durante treinta años de la FBI (Oficina de Investigación Federal), estaba en medio de esas campanas, registrando llamadas telefónicas, espiando sin tregua a Martin Luther King, reprimiendo manifestaciones juveniles de izquierda y viendo a comunistas por todas partes. La beatlemanía venía muy bien entonces.

Edgar J. Hoover, muerto en 1972 de un ataque al corazón, es precisamente el protagonista de un filme histórico impresionante que también se ha presentado en Deauville, dirigido por Larry Cohen. Se trata de un ejemplo más de lo que en este mismo festival acaba de afirmar el realizador, Norman Jewison (Rollerball, Fist), «sobre la capacidad que tienen los cineastas norteamericanos para criticar la historia de su propio país, aun sabiendo que lo que sus conciudadanos esperan son comedias intrascendentes, disfrazadas de crítica sociológica, como I Wanna hold your hand.

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