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Nota al proyecto de Constitución / 1

Circunstancias de muy distinta naturaleza, que no es el caso analizar ahora, han impedido que el momento solemne y emocionante en que los diputados del Congreso, aprobaban el proyecto de Constitución tuviera el eco debido. Una Constitución que, tal y como se ha dicho y reiterado, quiere ser, por encima. de todo, expresión de concordia y entendimiento. Norma de convivencia y de solidaridad entre todos los españoles. No es poco. Ojalá lo logre. De ahí que cualquiera que sea su versión final, y aunque sólo sea por lo que trata de alcanzar, y por lo que intenta superar, deba ser apoyada y respetada por todos los que de verdad creen en la convivencia, en la solidaridad, en la concordia y en la libertad.Lo que acabo de señalar querría fuera entendido sin reserva de ningún -tipo. Sólo así, y partiendo de tal afirmación -que es preciso llevar hasta sus últimas consecuencias- puede señalarse también que no es poca la tarea que ahora le queda al Senado. Sencillamente, porque el texto constitucional no es bueno. Y no lo es, básicamente, en el esquema que recoge de organización del Poder. Ha habido demasiados recelos y suspicacias; de ahí que haya que considerar las consecuencias de las abundantes remisiones e imprecisiones que el texto sanciona. ¿Se han valorado debidamente tales consecuencias?

El texto, en relación con la materia que señalo, y sin perjuicio de otros aspectos técnicos, está saturado de fórmulas vagas y ambiguas; de esas remisiones sin fin, que van a meternos en interminables conflictos, que girarán en orden al enojoso tema de las competencias que debieron establecerse de. forma concreta y puntual. Temas competenciales, digo, siempre vidriosos, y que son, además, auténtico freno a. una acción pública eficaz e inmediata, de auténtica y profunda renovación económica y social que me parece es, en definitiva, lo que en gran medida espera nuestro pueblo.

Hay, además, otro peligro. Vaciar al Estado. Quizá posiciones electoralistas concretas. hayan podido inspirar no pocas de las soluciones que el proyecto recoge que, sin embargo, puede decirse van en contra del proceso político que se, sigue en la mayor parte de los países.

Era -y es- necesario que, con un extraordinario esfuerzo de imaginación y de - generosidad, desmontáramos un tipo, una concepción del Estado, que no es sólo del próximo pasado inmediato, sino que, tristemente, ha tenido entre nosotros raíces mucho más hondas. No es realmente modélica toda nuestra historia del siglo XIX. Desmontar un tipo de Estado: imaginación y generosidad. Y al desmontar un tipo de Estado, estamos corriendo el riesgo de desmontar al Estado, que, nótese bien, como dice el propio proyecto de Constitución, ahora somos todos, es todo el pueblo español.

Desmontar al Estado. Hay más todavía. El. proyecto quiere ser, y lo afirmo sin reserva alguna en relación con toda su primera parte, el texto de la concordia y de la solidaridad de todos los españoles. No lo es, sin embargo, y no lo es a pesar de¡ marcado énfasis que en ello se ponga en algunos sectores, el texto de la solidaridad entre todas las regiones de España. Dicho lisa y llanamente, la Constitución es una Constitución para las regiones ricas. Mucho me temo que el hondo desequilibrio que en nuestra patria existe, que la desertización de buena parte de ella, que acentuó el aireado milagro económico español de la época del desarrollismo tecnocrático, se acentúe y se agrave ahora con esta Constitución.

Reconocida la existencia de ese desequilibrio o, lo que, sin tanto eufemismo, es la existencia de la gran España pobre,, parecía lógico que el tema debiera ser expresamente abordado. Y ello con fórmulas más precisas, operativas y concretas que la vaga llamada a la solidaridad interregional del artículo 132,1, que estableciendo una obligación positiva de actuación, habrá de situarnos frente a los supuestos, difícilmente superables, de inactividad del Estado que pueden convertir tales declaraciones en palabras vacías.

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Y la línea que señalo tiene un remarcado contraste en un punto realmente ejemplificativo. Porque el proyecto de Constitución, cuando habla de transferencias dé funciones y de la asunción por las comunidades autónomas de las competencias estatales prevé, y prevé por dos veces -artículos 144 y 152- que para garantizar el nivel mínimo de las prestaciones se establecerá la consiguiente asignación en los Presupuestos Generales del Estado. La fórmula es justa; pero incompleta. Porque siempre cabe pensar que pocas, muy pocas, competencias transferirá el Estado a la España desertizada en la que nada hay. El tema no está en transferir, sino en crear. Y frente a prescripción tan precisa y concreta recogida para garantizar «el standard» ,del servicio, el llamado Fondo de Compensación que el proyecto establece para corregir esos desequilibrios regionales, aparece impreciso, difuminado en su configuración. Y ello hasta el extremo que ni se señala la procedencia del Fondo, que no se sabe si habrá de nutrirse por acciones de las comunidades autónomas o con cargo al presupuesto del Estado.

Contraste significativo entre dos ordenaciones de un mismo tema, que bien puede ser tema testigo. Y ello conscientes de que las, consecuencias de ese desequilibrio comporta -emigración, insuficiencia de equipamientos, carencia absoluta de opciones vitales, etcétera- son realmente los problemas básicos que el país tiene.

¿Será posible rectificar en este punto el proyecto de Constitución? El tema no está resuelto. Emplaza básicamente al partido del Gobierno y al partido mayoritario de la oposición. Y entiendo debe merecer la máxima atención de la Cámara que ahora va a discutir el proyecto de Constitución.

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