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Tribuna:DIARIO DE UN SNOB
Tribuna
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Con Franco éramos más jóvenes

Ya que los demócratas de UCD no quieren hacer fiesta el 18 de julio -día de hoy-, me propongo recoger y glosar una pintada que he visto estos días por ahí, y que es lo único incontrovertible que conozco sobre Franco:

Con Franco éramos más jóvenes.

Es verdad. Es patética verdad. Primero, porque desmiente el «con Franco vivíamos mejor». Pasaba, simplemente, que éramos más jóvenes y Franco nos traía más o menos flojos salvo en los asuntos, digamos, específicamente franquistas. Y luego, porque no se puede hacer un corolario más escueto y ambivalente de los ya populares cuarenta años: Franco ha sido nuestra juventud. Paseando por un pueblo de verano con un sabio de pueblo, de esos que el 98 sabía encontrar bajo cualquier campañil románico, le digo que contra el cáncer, la frustración, la angustia existencial o el spleen no se ha inventado más que el nembutal.

-¿Mande?

-Sí, hombre, el nembutal, lo que tomó Marilyn para decirnos adiós con un beso. Veintitantos pildorazos, un vaso de agua fresquita y hale.

El rústico saca una agenda de hule y apunta:

-Nembu ¿qué?

Está apuntando la receta de su muerte como otros apuntan una receta para el reúma.

Es un hombre, en fin, como millones de españoles, que se han pasado cuarenta años, desde un 18 de julio, tal día como hoy -que también apretaban los calores por el 36-, esperando la vuelta de España a su ser, esperando la dignidad y la libertad, esperando su futuro real, no hipotecado, y ahora se encuentra con que su futuro está en su pasado. Lo del nembutal, que yo le había dicho por pasar el tiempo y el calor, resulta que se lo toma en serio. A lo mejor es él quien ha hecho la pintada:

Con Franco éramos más jóvenes.

Ahora, los jóvenes de la extrema izquierda dicen que la izquierda legal es pactista. Que han vendido su alma al diablo. El alma a mí me parece una bobada de la glándula pineal, como a Descartes, pero la juventud, mi juventud perdida, esa no se la volvería yo a vender a Frarico (que no nos la compró, sino que nos la arrebató) ni a don Niceto Alcalá Zamora.

Hay buenos escritores melancólicos de extrema derecha, como García Serrano, que han identificado a Franco con su propia juventud, como otros identifican su propia juventud con La del manojo de rosas, el discurso de Azaña en la plaza de toros o el desastre de Annual. Serán zarzueleros, azañistas o africanistas hasta la muerte, por mero irracionalismo vital, como García Serrano es franquista. Yo no me niego a admitir que Franco pueda resucitar al tercer año, o cualquier 18 de julio. Lo que ya dudo es que les vaya a devolver la juventud a García Serrano ni a Vizcaíno Casas.

Y la juventud perdida, las ropas chapadas, la verdura de las eras, eso es lo que ellos añoran, sin saberlo. He aquí, pues, una de las múltiples lecturas que tiene esta pintada manriqueña y ambigua, este inencontrable octosílabo de pared: Con Franco éramos más jovenes.

Pepe Hierro, que les ha dado al octosílabo y al eneasílabo una musicalidad castellana (con perdón) que no habían vuelto a tener desde Rubén, podría iniciar todo un romance del tiempo perdido por culpa de Franco, a partir de ese prodigioso graffiti. ¿Con Franco vivíamos mejor, con Franco vivíamos peor? Con Franco vivíamos confortablemente en la avilantez. Con Franco vivíamos vilmente en una cierta confortabilidad. Pero la cuestión no es esa, ahora. La cuestión es que con Franco éramos más jóvenes, o sea, que con él hemos perdido la juventud.

Claro que la juventud siempre se pierde, por otra parte. Lástima que el inteligentísimo autor de Los muros del postfranquismo no haya llegado a recoger este octosílabo esdrújulo y manriqueño. No fueron la libertad ni la verdad lo que nos quitó aquel señor del bigotito. Lo que nos quitó aquel señor fue nuestra juventud.

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