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Hoy se reanudan las corridas de toros

Aunque por una decisión adoptada en la madrugada hoy se van a reanudar las corridas de toros, el ambiente en Pamplona no es, en absoluto, festivo. Alguien ha roto unos sanfermines a los que las peñas han vuelto definitivamente la espalda. Al acabar la corrida del sábado, por una pancarta, una incruenta pelea a almohadillazos entre unas docenas de mozos y espectadores del tendido de sombra, y un intercambio de insultos entre los contendientes, se entabló una batalla campal en el graderío.

Pero luego apareció en el ruedo la fuerza pública lanzando botes de humo y pelotas de goma y además hizo fuego. Atrapados los cerca de 20.000 espectadores en el tendido, sin más escapatoria que unas pocas y estrechísimas puertas en las que se agolpaba el gentío, sobrevino el pánico.Mas el terror continuó en la calle, donde las brigadas antidisturbios actuaban también. La multitud corría en todas direcciones y ya a partir de entonces fueron constantes los disparos de pelotas de goma y botes de humo, con algunos tiros también.

Mientras tanto, los problemas se les acumulaban a los miembros de la Casa de Misericordia, que es la organizadora de las corridas. Ante la amenaza de las suspensiones -que luego se producirían para el domingo y el lunes- se unían las bajas importantes de diestros que estaban anunciados. El Viti, por ejemplo -que es la máxima figura de la feria-, había comunicado que no podía torear (él sabrá por qué) las dos corridas contratadas. Para la de ayer, Palomo, que tampoco comparece, había sido sustituido por Julio Robles. Roberto Domínguez también se había caído del cartel el día de los pablorromeros.

Aunque dejáramos aparte las jornadas dramáticas de Pamplona (¿quién podrá olvidarlas?), hay un panorama, asimismo, angustioso para la Casa de Misericordia, cuyas obras asistenciales se costean con los ingresos que proporcionan los taquillajes de la feria del toro. Es comprensible, por tanto, su empeño en encontrar un resquicio que le permita dar la mayor parte de las corridas que restan.

Pero es difícil, y además no sería lo mismo. Los forasteros se han marchado de la ciudad casi todos y la tristeza de los pamploneses es profunda.

No están para disquisiciones taurinas en esta hora de nerviosismo, temor y tristeza. Alguien cometió un error; alguien un disparate. Y aquí tenemos las consecuencias.

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