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No se descarta un próximo encuentro hispano-argelino

Sigue en el alero la pelota de la aceptación argelina de un encuentro al más alto nivel entre España y Argelia, condicionada por este último país, al parecer, a los resultados de la visita del presidente Suárez a Rabat y del viaje oficial por tierras españolas del primer mandatario galo, Valery Giscard d'Estaing. El régimen argelino desea asegurarse de las «buenas intenciones» de la parte española, en un exceso de precaución que se relaciona aquí con el convencimiento de que Argelia no retrocederá en lo tocante a Canarias en la conferencia de Jartum.Después de haber reiterado con machaconería que para restablecer el curso normal de las relaciones lo más conveniente sería una entrevista entre Suárez y Bumedian, los argelinos continúan meditando filosóficamente sobre la oportunidad de la visita, a pocas semanas de la cita de Jartum. Diálogo de sordos o nueva escalada, lo cierto es que la estancia del jefe del Gobierno español en Marruecos ha sido reflejada por la prensa nacional argelina (donde no se imprime una sola palabra sin estar bien meditada) como la reafirmación del «hegemonismo» franco-hispano-marroquí, al que se le acusa de ejercer una presión sobre los países «amigos» africanos (son los propios términos del diario Ech Chaab) para impedir que la mayor parte de los miembros de la OUA adopten las recomendaciones de su comité de liberación favorables al reconocimiento del MPAIAC.

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Si la diplomacia española debe hallarse sumida en la perplejidad, no menos grande es el interrogante que planea sobre las cabezas de los diez o doce individuos del movimiento separatista canario, que residen habitualmente en Argel, quienes no las tienen todas consigo sobre el nivel de confianza de sus mentores argelinos en torno al deseo independentista de los canarios. Argelia, justo es decirlo, aparece ahora con más nitidez, como la mano que mueve el guiñol canario con intenciones que sobrepasan el telón de fondo de las discusiones bizantinas de la organización panafricana.

No hay que desesperar, sin embargo, de que la «cumbre» hispano-argelina llegue a tener lugar dentro de pocos días y sea el punto de partida de una descrispación que, a la postre, representa la salida más lógica de un contencioso que está envenenando las posibilidades de cooperación entre los dos Gobiernos, incluso en aspectos que tienen que ver con la salida política que eventualmente pudiera darse al conflicto del Sahara occidental.

Al lado de los ataques contra el «eje.» París-Madrid-Rabat, el editorialista de Ech Chaab brindaba tal vez voluntariamente la clave del silencio argelino a la iniciativa de Madrid, al afirmar que Argelia «esperaba que las conversaciones de Rabat fueran la ocasión, para ambas partes, de corregir sus errores sobre el pueblo saharaui», y al agregar más adelante que «Dará la preservación de sus intereses» Madrid debía darse cuenta que la aplicación de la política del más fuerte en el Sahara no tiene posibilidades de triunfar.

Dentro de esa óptica, Argelia considera que una puerta que facilitaría la «apertura» española en la zona mogrebina sería que la potencia administradora del Sahara occidental, es decir España, actuara en tanto que representante de las Naciones Unidas, que han aprobado en varias resoluciones el principio de la descolonización de ese territorio y no en tanto que «miembro de un pacto agresivo», por referencia al citado «eje» París-Madrid-Rabat.

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Esa visión de lo que pudiera pedirse a España no se estima aquí que es una pretensión exagerada, sino todo lo contrario. Una declaración de principio avalada por el jefe del Gobierno español dentro del esquema anteriormente citado sería recogida con gran alivio, pero precisamente por ello, tal vez siga estando la clave del viaje del presidente Suárez, en lo que se afirme públicamente durante y al término de la visita de Giscard d'Estaing a Madrid, a quien Argelia considera como un gendarme regional del «imperialismo» y el promotor de una tentativa de desestabilización del continente africano.

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