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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Todo sigue igual en Colombia

EL PROTAGONISTA, y el ganador, de las elecciones colombianas no ha sido en realidad ni Belisario Betancur, ni Julio César Turbay, prácticamente empatados en el número de votos recibidos. Mediante un elevadísimo índice de abstención, la población colombiana se pronuncia con el silencio por una tercera solución no propuesta en los comicios; la de un partido fuerte y popular, capaz de resolver los graves problemas del país. La abstención, el no voto, que parece haber alcanzado casi un 70 % del censo electoral es, pues, el protagonista y el ganador de Colombia.No se planteó a los electores ni siquiera una dualidad de opciones dentro de un estrecho margen. Turbay y Betancur pertenecen a un mismo estrato político fuertemente vinculado con las clases dirigentes del país y con los intereses extranjeros, en el que se conjugan las ambiciones personales con las acerbas luchas entre camarillas. La rivalidad personal entre ambos candidatos es grande, otra cosa es pensar que el elenco de soluciones que prometen diverge de algún modo. Además, ¿es que han prometido soluciones? Es dudoso que una vez proclamado presidente, con una mínima diferencia de votos y un congreso posiblemente ingobernable, Turbay sea capaz de llevar a cabo, o ni siquiera de formular, un plan de gobierno eficaz y decidido.

Es difícil conocer lo que hará Turbay, pues, como es difícil conocer lo que habría hecho Betancur, porque las campañas electorales por ellos conducidas han estado llenas de alusiones personales, de recíprocas acusaciones de inmoralidad que, con independencia de su veracidad, solamente demuestran una grave realidad; más ha importado a ambos candidatos la opinión de sus respectivos montajes políticos que la recepción de sus ideas por parte de la población votante, Y no es rara esta dispersión de esfuerzos -en favor de las clientelas, no en dirección de los que van a votar- porque las elecciones colombianas, como en otro tiempo las elecciones españolas, ponen de evidencia ese tinglado de- la antigua farsa en que salen a relucir los caciques y los votos comprados, en fin, todo aquello que propicia soluciones,- aparentemente democráticas, pero de hecho decididas y resueltas previamente por la misma oligarquía.

Turbay, ganador por unos miles de votos en un país que apenas ha juzgado necesario acudir a las urnas, no tendrá un mandato fácil. Flanqueado por el deterioro de la situación económica y por el aumento de la corrupción, actor en un escenario político en que los principales comparsas pertenecen a ¡as gentes de toda la vida y donde buena parte del país no está representado, el nuevo presidente no tiene otra opción, difícil realmente, que la de la apertura de la política del país en el sentido de la participación mayoritaria y la acción de desarrollo.

El tiempo nos dirá la cuantía de las hipotecas que pesan sobre la idílica «República Líberal» de Turbay, y de su genio para librarse de ellas. Escéptico o cansado, el pueblo colombiano asiste impotente a este espectáculo del juego de los políticos, quesiempre son los mismos o que se parecen extraordinariarnente unos a otros, y libra de nuevo una letra de cambio, de una cierta confianza, en favor del nuevo presidente. Pero es una letra de cambio cada vez más difícil de renovar. Entre dictaduras militares y pseudodemocracias irrelevantes, Latinoamérica, y Colombia en particular, espera la solución intermedia y progresista de los regímeries estables resueltamente entregados a sus pueblos.

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