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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Islas en la corriente

La obra literaria de Ernest Hemingway es bien conocida del público español, si no directamente, a través de sus libros, sí en sus versiones para el cine. Desde Fiesta, emitida por TVE recientemente, hasta El viejo y el mar, hace escasamente una semana, pasando por El adiós a las armas o Por quien doblan las campanas, que ya se anuncia para dentro de poco, raro es el título de su filmografía que no ha llegado hasta nosotros, ya como adaptación de novelas completas o como ideas a desarrollar con diversos resultados cuando no negativos resultados. Si en aquel inolvidable Foragidos, estupendo debut de Ava Gardner y Burt Lancaster en papeles principales, un buen equipo de especialistas había sabido completar un guión a partir de la escena clave a que el cuento original se reducía en otras ocasiones y tal como sucede con las historias de Scott Fitzgerald, por ejemplo, lo que el cine nos narra de su obra difiere bastante de lo que el mismo autor en su libro nos cuenta.En este caso concreto, esta Isla del adiós, tal como ha sido bautizada en la versión cinematográfica, no es otra que la que en la novela y en plural se titula: Islas en la corriente, obra póstuma de Hemingway, recogida y editada por su viuda después de su muerte. En ella vuelven como en un canto final los temas fundamentales del escritor: la pasión por el riesgo, la presencia constante del mar, la obsesión permanente de la muerte.

La isla del adiós

Guión de Denne Bart Petitclerc, según la novela de Ernest Hemingway. Dirección: Franklin J. Shaffner. Fotografía: Tom Laughridge. Música: Jerry Goldsmith. Intérpretes: George G. Scott, David Meings, Gilbert Roland, Susan Tyrrell, Clair Bloom. EEUU. Dramática. 1976. Local de estreno: Palafox.

Dividida para la adaptación en episodios distintos de los del libro, la trama lineal, con algún que otro toque dramático, carece prácticamente de momentos clave en que la acción se apoye a pesar del trazo exacto con que se nos presentan los personajes. Toda la anécdota, el pensamiento, el fondo de la trama se refieren muy directamente a la vida del novelista, convertido aquí, un poco gratuitamente, en escultor abstracto. Los hijos, los amigos, la mujer, incluso el descabellado viaje final, seguramente la parte más débil de la historia, se refieren a la vida de Hemingway, incorporado en la pantalla por el buen arte e incluso el aspecto físico de George G. Scott, que, salvo algún que otro exceso en los primeros planos, se mueve a sus anchas dentro del personaje.

Rodeado de mar, playas, referencias a la primera guerra mundial y nutridas libaciones, el filme transcurre lentamente, sin olvidar las consabidas escenas de pesca y algún que otro pasaje en el que el hombre, según el ideal del narrador, se enfrenta a su destino en el ring universal de la Naturaleza.

De los tres capítulos en que la historia se divide, el primero, más largo y reposado, es el más intenso y rico, con la llegada de los hijos. Es el momento en que ese calor humano propio de ciertos relatos del autor alza el nivel de la narración, aunque sus recursos no resulten demasiado originales. El segundo, con la llegada de la mujer, resulta menos convincente, como sucede con los recuerdos tantas veces, aparte de hallarse resuelto en dos conversaciones separadas por la premonición oportuna de la muerte. El tercero que representa la aventura, que supone la necesidad de afronta el riesgo para justificar una vida perdida y concluida, está resuelto sólo a medias, contado casi como una sofisticada novela de aventuras.

Si pensamos que Hemingway trató en sus libros, sobre todo, de su vida, es éste un filme clave para entenderlo, aunque no para gozar de su obra, mejor representada en otros filmes anteriores. Queda, sin embargo, en la versión de Franklin J. Shaffner, realizador habitual de empeños literarios, como retrato final de un escritor que, sin Ilegar a poseer una ideología propia y original, supo dar, sin embargo, a través de un estilo personal, una visión directa y violenta de la vida, de una pasión por conocerla y vivirla a la que puso fin su decadencia física y un disparo en la madrugada, en un ambiente parecido al que sirve de fondo a esta película.

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